Desde la resignación
Escribir sobre Artes Escénicas es una tarea que algunos llevamos décadas desempeñando de manera altruista como parte de una misión que nadie nos ha encargado pero que asumimos de manera resignada. Hace unos pocos días murió en Barcelona Joan de Sagarra con ochenta y ocho años. Fue un columnista excepcional y un crítico de teatro bastante extremista pero muy bien informado y con profunda formación y conocimiento. Yo compartí con él estrenos, mesas, tragos, diatribas larguísimas y como tenía una cultura que abarcaba casi todo y como había nacido en París, sus criterios venían siempre recargados de reminiscencias europeas de cultura de alto voltaje, pero se perdía en señalar los defectos de una manera casi, casi, imprudente. Como coincidimos en muchos festivales, en alguna ocasión intenté que participara en algún debate sobre la función de la crítica y recordaré siempre una frase que me rebota entre mi menguante masa gris: “ya tengo bastante con ganarme la vida haciendo críticas, como para ponerme a hablar de cómo escribo las críticas o qué quiero demostrar con mis críticas”.
No estoy de acuerdo con esa postura. A lo largo de los años he ido conociendo a muchas personas que ejercen la crítica en medios de comunicación generalistas, revistas especializadas, radios, blogs y demás ventanas de nueva implantación y cada vez me parece más imprescindible hablar, debatir, escuchar, comparar, provocar reflexiones sobre la crítica, su función, los requisitos para ejercerla, metodologías, estudios y un largo etcétera. Ya saben mi postura, hay demasiados ejemplos de acríticos que firman críticas, demasiados copia y pega de lo que escriben autores o directoras en los dosieres, demasiados aplausos y vítores incomprensibles, estrellas concedidas alegremente, una suerte de coro de aduladores que me imagino hacen esa tarea de difusión acrítica con el fin de ser invitados a los estrenos, de ser queridos por las productoras, de ocupar un sitio a la derecha de los dioses del oligopolio teatral. Espero no haya ningún impulso más para mantener esa actitud.
Como lo he escrito tantas veces, como he dado, y ahora que parece que tengo un alta médica que puede durar un buen tiempo, voy a intentar seguir dando talleres de crítica de artes escénicas, incorporando todo aquello que ido aprendiendo en estos años debido a todos los factores que intervienen en un hecho teatral sencillo, es decir en la cantidad de personas que intervienen en una producción teatral, desde la idea previa, a su estreno, declaro que, ahora mismo, cuando hago una crítica de un espectáculo, se publique dónde se publique, intento dialogar directamente con ese espectáculo, única y exclusivamente, asunto que aunque parezca obvio, no es tan normal detectarlo en las piezas que yo leo, aunque las hay que lo hacen y de manera excelsa.
En estas homilías acudo a otro repertorio de inspiración. No sé por qué me siento obligado a hablar de políticas teatrales, de los defectos que veo y que son crónicas, de actitudes poco proactivas, de rutinas enquistadas que involuntariamente provocan retrasos en las evoluciones tanto estéticas como estructurales, todo eso de lo que con demasiada frecuencia doy aquí la turra, como si no tuviera otra cosa de la que escribir. Y tengo, y muchas, pero estoy saliendo de un túnel y llego a la luz cargado de descreimiento, de aprensión, a veces creo que ciertas programaciones, ciertos estrenos, ciertas reincidencias de nombres y temáticas han ido provocándome un distanciamiento difícil de acortar, casi diría que una suerte de fobia, por lo que tiro del depósito de la resignación con unas gotas de compromiso conmigo mismo, con mi memoria, con lo que he defendido y defenderé por encima de cualquier coyuntura y sigo juntando letras con la esperanza de que a quienes tengan la costumbre de leerme se les abra alguna necesidad de posicionase, o de negarme o de nada. Que es lo más habitual.
Por todo ello y por todo lo que me dejo por expresar, aunque me apriete mucho el calzado que uso, seguiremos hablando de las Artes Escénicas con todo el rigor que seamos capaces de utilizar y desde posturas críticas que ayuden a intentar separar el grano de la paja. Porque hay mucha, pero muchísima paja, en las programaciones a las que acudo. Un día tendré el ánimo de desenmascarar y quitar caretas de cierta impostura que me sorprende que se mantengan en el tiempo.