Críticas de espectáculos

Dido y Eneas en versión danza contemporánea

El «Dido y Eneas» representado el martes en el Teatro Romano, dentro del 70 Festival de Teatro Clásico de Mérida, es un espectáculo de danza contemporánea de la reconocida coreógrafa granadina (hispano/francesa) Blanca Li, basado en la ópera barroca del mismo nombre, compuesta por el músico inglés Henry Purcell (1659-1695), con un libreto en inglés del dramaturgo y poeta irlandés Nahum Tate (1652-1715), quien se inspiró -entre otras fuentes- en el canto IV de «La Eneida» de Virgilio. Esta obra de «Dido y Eneas» ya fue estrenada como ópera por la coreógrafa granadina el año pasado en los Teatros del Canal de Madrid (en enero) y en el Liceo de Barcelona (en julio). En Mérida, el espectáculo ha sido presentado únicamente como un ballet moderno, tratando de resaltar la emocionalidad y el lenguaje corporal sobre la narración. El espectáculo, que solo se ha programado un día, es el séptimo espectáculo de la 70ª edición del Festival de Teatro Clásico.

«Dido y Eneas» dramáticamente está considerada como una de las mejores obras musicales de Henry Purcell, y una de las primeras óperas enteramente cantada en inglés que se conserva, junto a «Venus y Adonis» de John Blow. En el lenguaje musical de Purcell que aúna diversos estilos musicales está presente lo pastoral y bucólico (las damas), lo heroico (Eneas), lo cómico (los marineros) y lo grotesco (las brujas). Finalmente, la tragedia se encuentra en la intensa figura de Dido a quien Intenta moderar su dama Belinda de personalidad templada y positiva. «Dido y Eneas» reúne así los componentes para ser un espectáculo rico y variado, dramáticamente convincente y cuya música se complementa a la perfección con la historia.

El argumento, extraído de Virgilio, cuenta la historia de amor de la legendaria reina de Cartago, Dido, y el refugiado príncipe troyano Eneas. Cuando Eneas y su tropa naufragan en Cartago, él y la reina se conocen y se enamoran. Pero, por envidia a Dido, unas brujas se confabulan y le hacen creer al héroe que debe partir y que su destino es refundar Troya. Dido, se lamenta ya que no puede vivir sin su amor, sin embargo, cuando Eneas decide quedarse, ella lo rechaza, y termina trastornada y suicida (final trágico en donde la ópera de Purcell alcanza su cumbre con la famosa aria «El lamento de Dido»).

Momento de la representacion de Dido y Eneas
Momento de la representación de Dido y Eneas

Pero, el espectáculo «Dido y Eneas» presentado en la escena romana no ha sido la ópera que se representó en Madrid y Barcelona, con sus cantantes en las tablas y música en directo, sino una versión de Blanca Li que logra transformar la obra clásica en un espectáculo íntegramente de ballet. Aquí los cantantes, los coros y la música actúan de forma enlatada desde una grabación realizada en Barcelona por Les Arts Florissants (especialistas en la interpretación de música barroca con instrumentos de época, que fueron los que interpretaron la música de Purcell en Madrid y Barcelona). Realmente, este «Dido y Eneas» puede decirse que es un «bolo» realizado con la idea de hacer gira teatral por muchos lugares. Este espectáculo de danza, antes de representarse en Mérida se había estrenado en la francesa Ópera de Dijon en junio, seguido de una representación en el Festival Internacional de Danza de Granada, también en junio. Tal vez, la organización del Festival de Mérida lo considerase oportuno para justificar esa internacionalidad de la que presume y que no se ve nunca. La compañía es francesa.

Sin embargo, es justo decir que como espectáculo de danza está bastante conseguido, es muy vistoso y seduce a la mayoría del público. La coreógrafa granadina (que conoce el Teatro Romano, pues ya estuvo en 2002 con su ballet en «El sueño del Minotauro»), ahora con un elenco nuevo de bailarines (solo a tres bailarines ha conservado de su primer espectáculo de «Dido y Eneas» en Madrid), esforzado y disciplinado, compuesto por Alizée Duvernois, Coline Fayolle, Gael Rougegrez, Julien Marie-Anne, Meggie Isabet, Victor Virnot, Gaetan Vermeulen, Martina Consoli, Quentin Picot, Maeva Lassere, consigue su objetivo de que las voces enlatadas de los cantantes y la danza se entrelacen armónicamente, y los bailarines se fundan con naturalidad, actuando a veces como sombras de las voces, encarnando los sentimientos de los personajes, que poseen así varios cuerpos, cada uno expresándose a su manera.

La puesta en escena se ve llena de fantasía y libertad, jugando con los aspectos cómicos (que apenas se aprecian aquí) y trágicos del libreto. La coreografía es sinuosa, flexible y atlética, llena de ideas, imágenes, descaro y color, reforzada por la fuerza de la iluminación (de Pascal Laajili), que destaca bellamente en el escenario encharcado que utilizan evocando el mar (de efecto óptico muy logrado, aunque se abusa de él con reiteración en la interpretación de los bailarines) y en el majestuoso monumento romano que hace de escenografía de fondo (un acierto de belleza total). La coreógrafa parece que se ha liberado de cualquier sentido del realismo en relación con el texto, permitiéndose la libertad de abordar el simbolismo y el poder de las emociones en un conjunto estético de imágenes resueltamente atemporales.

Pero también hay aspectos de la propuesta que no se logran claramente, como los de establecer paralelismos entre el pasado y el presente. Su punto más débil está en haber querido revisitar los clásicos con una perspectiva moderna, solo desde la estética de la danza, algo a lo que muchos se han apuntado en este Festival y pocas veces han acertado plenamente. Quiero decir, que la obra «Dido y Eneas» se ha montado como una obra atrevida, elevada, poética y densa desde una excelente coreografía, pero en la que no se ve claro que el argumento y su contenido –centrado en el cuestionado relato del amor y del deber de los protagonistas- conecte la antigua historia en temas universales y contemporáneos con el público.

Lo que yo notaba del espectador asistente a la función del Teatro Romano era, sencillamente, que le estaba maravillando el trabajo dancístico de los bailarines al ritmo de la hermosa música –aunque grabada- de Purcell y las voces de los cantantes y coros, pero que no captaban lo que estos querían transmitirle sobre la historia de Dido y Eneas. Hay que entender también que la mayoría de este público desconoce el mito clásico escrito por Virgilio y menos ofrecido desde una versión nueva y cantada en inglés.

No obstante, los asistentes a la función, que no llenó por completo las caveas, aplaudieron vivamente al final, durante cinco minutos y medio.


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