Críticas de espectáculos

Don Juan de Molière

«DON JUAN» DE MOLIERE, ESTRENO EN MADRID Por Pablo Villamar
En el Teatro de la Comedia de Madrid, la Compañía Nacional de Teatro Clásico que dirige Jose Luis Alonso de Santos y patrocina el INAEM, del cual es Director General don Andrés Amorós, se ha estrenado el «Don Juan» de Moliere.
Espero que no se enfade mucho si decimos que el señor Amorós se encuentra en las antípodas de lo que es el teatro. No dudamos de su cultura, de su afición por este arte, de sus buenas intenciones y que incluso se mereciera un cargo político, pero erraron por completo quienes creyeron que podía ser el idoneo Director General del Instituto de las Artes Escénicas y de la Música. Ya lo demostró en su adaptación de los entremeses de Cervantes, estrenados en el mismo teatro oficial (¿puede un cargo político estrenar con el erario público una obra de su autoría? ¿Puede beneficiarse de los derechos de autor quien recibe un sustancioso sueldo del Estado?)… en el mismo teatro, decíamos, lo peor que se ha dado en varias temporadas y en donde llegó incluso al plagio, en concreto de mi adaptación publicada en Escelicer de «El retablo de las maravillas», que sinceramente me tiene sin cuidado, pero no queda la cosa como muy elegante que digamos, y ahora traerse de Paris, como hazaña personal, al Director de la Comédie Francaise, para dirigir el «Don Juan» de Moliere, significa que se le paró el reloj, en los años sesenta del pasado siglo, cuando todavía el teatro, el idioma y la hegemonía francesa primaban en el mundo. Andres Amorós no es progresista ni retrógrado, simplemente no vive en este mundo y por tanto no es la persona mas adecuada para dirigir algo tan vivo, actual, caliente y sensible como es el teatro. Cierto que tiene a su lado a José Luis Alonso de Santos, que es la misma prudencia y sabiduría en persona, excelente autor y director, pero sólo en la Compañía de Teatro Clásico ¿que se hace con los demás?
Vayamos a la obra, el «Don Juan» de Moliere. Otra versión del famoso mito, con abundantes escenas de humor, propias del autor, y otras sacadas de «Los habladores» de Cervantes. Interminables monólogos. El Director no solo es anticuado, si no que carece de imaginación. Una escenografía, pobre, plana y sin gracia; unos fondos musicales a juego; unos efectos luminotécnicos de antes de inventarse la lámpara incandescente; una grosera cuerda de lado a lado del escenario, con ropa tendida, como en la época de la «corte de los milagros»; un tronco practicable que luego tiene que recoger la tramoya, delante del público, en una de las innumerables caídas de telón, porque el trasto se dejó en la corbata. ¿De donde ha salido este director Jean-Pierre Miquel para hacer todas las mutaciones a base de telón? ¿Quizás del paleolítico? No, no, que lo lo sabemos, de Paris. Pero Paris nunca fué así, o es que ¿ha decaído tanto el teatro en Francia para traernos esto? El «convidado de piedra» saliendo de un lateral, es de antologia, vamos que está de Oscar. Pero ¿que tiene en la cabeza don Juan Pedro y que le hemos hecho en España para que así nos maltrate? Otra cosa es Natalia Menéndez, que siempre queda como la muy buena actriz que siempre ha sido (de casta le viene el galgo) y, sobre todo, el heroe de la jornada, el actor Joaquin Notario, el «criado» de don Juan que fulge como un diamante ante tanta mediocridad de la cual no tienen culpa alguna los actores. Al final saludaron todos muy circunspectos. Como diría Clarín, sólo faltó el Director y su cómplice.
PABLO VILLAMAR

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