Sud Aca Opina

Dulce espera

Esta dulce espera, lo único que tiene de dulce, es la cantidad exagerada de azúcar que le puse a mi café, que por lo demás, no me gusta tanto, pero como no tengo gran cosa por hacer, me vi obligado a aceptar el ofrecimiento de un colega de oficina. Es que el jefe que debería asignarme una tarea, está con la enfermedad de moda, Covid, y estará ausente por algunos días, lo que me obliga a meterme en mi mente y encontrarme cosas en que ocuparme para no morir de aburrimiento. De hecho, para muchos el aburrimiento es la base de la creatividad, pensamiento que comparto absolutamente.

Después de más de 3 años de no haber tenido un trabajo estable, y con estable me refiero a un contrato con horario de 9:00 a 6:00, porque igualmente trabajé arreglándomelas como pude, picoteando un poco por aquí, un poco por allá, por fin encontré un trabajo de oficina, que no es precisamente lo que más me gusta, pero como tengo que financiarme la vida y la de mi familia, tuve que apretar los dientes y tomarlo.

Yo me considero un tipo más bien outdoor; me gusta acampar, dormir en el suelo si es necesario, conocer nuevos paisajes, comer lo que se pueda cuando se pueda… bastante alejado de lo que se considera una vida normal contemporánea regida por una rutina. Lamentablemente, no he podido rentabilizar mis aficiones y he tenido que aceptar un trabajo de oficina. Por un lado, es negativo porque siento que me estoy cortando las alas, aunque por otro lado es bueno porque tengo la seguridad de un pago a fin de mes y de que el horario es bastante corto, liberándome las tardes para dedicarlas a alguna de mis aficiones.

No se lo puede tener todo y a veces se debe transar para seguir adelante. No soy un iluso de esos que profetizan que dios provee, aunque si bien es cierto no creo en ese dios que la iglesia nos vende, pienso que dios, esa energía global, el gran arquitecto del universo, o como quieran llamar al gran misterio de la vida, pone oportunidades frente a nosotros y muchas veces no sabemos aprovecharlas.
Los grandes empresarios saben rentabilizar las crisis, yo me conformo con ganar experiencias de vida.

Durante estos años de absoluta inestabilidad, he podido darme cuenta de quienes son mis verdaderos amigos, no esos que están solo en los asados para enfiestarse a costa mía, sino aquellos que vienen a los asados, pero que también están cuando se los necesita, sin que necesariamente medie un llamado de auxilio. La familia siempre está o al menos eso se supone que debería ser, en cambio los amigos, no tienen ninguna obligación cosanguínea de estar.

También existen esos enviados por la vida; personas relativamente desconocidas que aparecen en los momentos difíciles para entregarnos su apoyo incondicional. Se los puede tildar de ángeles, de energías positivas, de parte de nuestro destino, de la cosecha por aquello que se ha sembrado… en definitiva, son aquellos seres humanos que nos devuelven la confianza en nuestra especie animal.

Para ser inhumano, primero se debe ser humano, pero también es cierto, que todos tenemos la capacidad de empatizar con nuestros semejantes.

Como debo transar con la vida, en vez de azúcar utilizaré endulzante para seguir en esta dulce espera que me permite reflexionar y adentrarme en mis sentimientos, esos que, gracias a esta escritura, puedo exteriorizar para reforzar mi idea de lo mucho que vale la pena vivir la vida, incluso en momentos de problemas aparentemente sin solución posible.

¿Un cafecito?

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