El cofre de la memoria

El albergue de las mujeres tristes

Marcela Serano escritora chilena y autora de “El albergue de las mujeres tristes”, es una mujer que ha logrado integrar mundos culturales diferentes. Su casa se inclina hacia un barranco que se desliza, sin horizonte, a los pies de la ventana de su estudio, al infinito. Al ingresar en ella debemos subir dos pisos y vamos observando que los cuartos están decorados al más puro estilo mexicano. Ya en el salón de estar, amplio y blanco, observamos en un rincón una pared azul, de ese azul intenso que sólo existe en México y en la Andalucía de los Omeyas.
Sobre ella un árbol de la vida, como sostenido por manos invisibles. Hacia otro sector una pintura colonial de ángeles arcabuceros y alrededor cuadros de plásticos actuales, y enmarcando el salón muebles de origen chileno, de donde es oriunda la escritora.
Perteneciente a la generación de la nueva narrativa chilena, integrada también a su vez por Alberto Fuguet (dedicado al mundo de los jóvenes) y Gonzalo Contreras. Con sencillez y amabilidad conversó sobre su visión del mundo femenino y el boon de los últimos diez años de la literatura chilena…
“Cuando escribí la primera novela no sabía en qué terreno me internaba. Fue muy visceral. Más tarde tuve la certeza de que existían demasiados velos, demasiado silencio y desconocimiento de esos recovecos interiores que es el alma de una mujer. Luego comprendí que debía empezar a correrlos porque justamente se escribe muy poco sobre esto. En la actualidad existe una mayor apertura hacia literatura escrita por mujeres”.
¿Tú visión es femenina, o feminista?
En lo personal soy feminista en la medida de que soy consciente de mi interés sobre este tema. Pero la literatura feminista no tendría sentido, para mí, si solo apareciera como término. La literatura es una sola sin duda, aunque durante años haya sido patrimonio de los hombres, y si la ubicáramos estrictamente como literatura feminista aparecería como una especie de panfleto. Muchas veces me preguntaron ¿usted va a seguir escribiendo sobre la mujer? y respondo que sí, que voy seguir sobre las huellas de la mujer
¿Lo que señalas en la novela, es el sentido de estar “junto a”, no “enfrente de» o “detrás de”? ¿Te interesa plantear el nuevo modelo femenino de autosuficiencia e independencia?
Planteo la paridad, que ambos géneros estén sobre líneas horizontales y no verticales. Es decir que no haya sumisión por ambas partes. Por qué, cuidado, a veces también se da lo contrario y tampoco debe ser así. Cuando hablo de la paridad, estoy refiriéndome a nuestra cultura, porque en ese sentido el mundo oriental y medio oriente se rigen por otros cánones. En nuestro universo occidental la relación hombre-mujer es bastante difícil, y sobre todo en Latinoamérica, por el subdesarrollo y los sucesos ocurridos durante varias décadas, la mujer es la más golpeada desde el punto de vista machista. Por lo tanto creo que en este continente hemos pagado más la culpa por salir al mundo y ser mujer que en Europa. Básicamente el tema de la novela es que el costo que debemos pagar por la independencia es el desamor.
La mujer en occidente, desde la antigüedad, la Edad Media y el resto de las etapas de la historia, cada vez que quiso sobresalir fue condenada a muerte por judía, por cristiana, o por bruja.
Creo que fue porque se enfrentó a elementos que rompían el esquema masculino y la hacía diferente… Claro y aún hoy continúa siendo un riesgo. Milenariamente, como tú dices, el rol de la mujer ha sido estático, pero en treinta años todo cambió y tomó giros vertiginosos. Creo que las fuerzas se reacomodaron y que los hombres, más que acompañarnos en esta pelea por salir al mundo, se han paralizado y tienen mucho miedo. Aunque el miedo es más bien atávico. A su vez ese miedo produce un gran rechazo y genera la existencia de una enorme cantidad de mujeres solas que no saben cómo recomponer afectivamente sus vidas. Cuando tomé consciencia sobre efecto de esa realidad decidí escribir sobre la misma.
Observé que en los lugares públicos: restaurantes, bares, cines y otros espacios, los hombres y las mujeres están solos, compartiendo con los de su género mesas aisladas, hablando sólo entre ellos…

Estamos nun momento de desencuentro muy profundo y creo que mientras la pareja, como la hemos concebido tradicionalmente no entienda eso, está en serios aprietos.
¿Por qué?
Porque nosotras las mujeres hemos estado, durante las tres o cuatro últimas décadas, en un movimiento, mientras que los hombres han estado estáticos. Si ellos no deciden reflexionar sobre el tema, enfrentarlo y “aggiornarse” realmente vamos a seguir sentándonos en diferentes mesas.
Robert Graves sostenía en su libro “Rey Jesús” que cuando apareció Cristo fue porque era producto de una lucha de mitos, el de la Gran madre y el del Sol Invictus, eso significaba que el matriarcado, que por años había dominado el mundo, caía para dar paso al patriarcado. ¿Tú no crees que ahora está sucediendo lo contrario y el matriarcado vuelve a ocupar su lugar perdido?
No. Los hombres se sienten muy amenazados y creen que nosotras queremos quitarles el poder. Mi punto de vista es que queremos compartir el poder, que nos interesa la diversidad. No queremos un mundo cien por ciento femenino, un mundo de Amazonas, como tampoco que por la eternidad continúe siendo masculino. Creo que hoy día, no digo hace treinta años cuando las americanas salían a la calle a gritar “partamos cojones”, hemos ganado batallas en el camino y que tenemos una mirada más equilibrada al respecto. Por lo tanto pienso que los hombres no tendrían por qué sentirse amenazados, porque si compartiéramos el poder, cosa que los hombres no entienden, e insisto en el término compartir, no en quitárselos, toda la sociedad se humanizaría más. Si nosotras lográramos feminizar más esta sociedad, esta sociedad masculina, es evidente que sería más humana. Considero que eso también les convendría a los hombres, sobre todo cuando reflexiono en la cantidad de cargas horrorosas que deben soportar sobre los hombros. Los hombres cumplen a pie juntillas el rol que se le ha impuesto, es feroz. Supongo que si compartiéramos esas cargas seríamos más felices, estaríamos hablando realmente de otra humanidad. Pero siento que están apegados al terror de perder el poder y nos están castigando por eso. Mira, investigué hasta el hartazgo sobre el tema, hablé con todo tipo de mujeres, especialmente con las jóvenes y también con las muy humildes y comprobé que el castigo se manipula por el lado afectivo, incluso las castigan sexualmente. Hace treinta años las mujeres no se les hubiera ocurrido pensar sobre este tema. La última moda en Chile, Argentina y otros países es que los hombres les niegan el sexo, cuando en otra época era la mujer la que consentía al hombre o no.
Ese es un punto. Creo que también hay otro que está minando a toda la sociedad, la materialización del individuo. Estamos en un mundo tan alienado por el dinero que si un hombre no lo tiene no vale o no existe y deben correr tanto tras él que no tienen tiempo para el amor, la pareja o los hijos…
Claro, eso no está ausente en la novela. Abreu, uno de los teóricos que presentó la novela, tomó la idea de “que horroroso como el siglo se ha envilecido”, justamente porque todo este desencuentro, desamor y lo demás… tienen como telón de fondo no sólo momentos de gran deserotización, sino que además de neoliberalismos desatados. Él hacía alusión a la historia particular de Chile, un país que ha sido tan castigado, quebrado y que es tan complicado de recomponer. Pero este exitismo, que es en el fondo a lo que tú aludes, cuando está como telón de fondo permite mucho más la enajenación que en otras décadas, porque se convierte en una obsesión por llegar hacia el vacío.
La nada…
Claro y lo externo de ellos, ese es rol que les asignó la sociedad, en el cual se enajena aún más. Esa es una forma más de no detenerse a pensar sobre lo que sucede. Es una mujer que está en la transición. Se encuentra medio dos etapas.
El personaje de doña Toña, habla de eso, pero también como mujer humilde tiene otra visión de la realidad y en ella hay esperanza…
Es como la que marca el cambio de la realidad. En ella hay un antes y un ahora. Un poco lo que le pasó al pueblo chileno. En realidad me preocupé mucho por hablar con la gente joven y no con la de mi generación, porque sentí que somos de manual. Pero en la juventud encontré un nivel de escepticismo tan grande, que me sorprendió. Con respecto a nosotros han avanzado en algunas cosas, las prácticas especialmente. Pero en el nivel laboral ellas sostenían que los hombres las sentían como competencia, les tenían miedo y, que les atraían pero que no se quedaban con ellas. Pienso que a los hombres les es mucho más fácil reproducir modelos ya probados en los que su jerarquía no está en duda. Uno de los personajes, Elena, en un momento de la novela le dice a Floreana: ‘La tragedia de los hombres es que al final no eligen lo que más quieren’.
La nueva narrativa chilena se despertó luego del proceso militar, mientras que en Argentina los escritores luego de haber escrito durante años con dobles mensajes y lenguaje críptico parecieron estancarse ¿A qué lo atribuyes?
En Chile es curioso pero se dio un proceso inverso al de Argentina. Durante años, te diría que en toda su historia junto con Uruguay fuimos muy ordenados cívicamente. Éramos el buen ejemplo republicano, por eso el golpe fue tan brutal para nuestros pueblos. Por lo tanto cuando quisimos votar a Pinochet manteniendo nuestra tradición lo hicimos con su propia constitución y a través de un plebiscito. Nos costó mucho más pero demostramos que nos apegábamos a la ley que pienso es lo único que da paz a los pueblos. Tuvimos que jugar su propio juego, eso hicimos y lo quitamos. Con respecto a la nueva narrativa nació de tres novelas aparecidas al año de hacerse instaurado la democracia, en la época que llamamos de transición. Ellas causaron un gran revuelo en Chile y estuvieron en el tope de todos los raikings y fueron leídas en todo el país. A raíz de esto las editoriales vislumbraron la conveniencia de editar autores del país y nos convertimos en un buen negocio. La gente se volcó a los talleres literarios y las reuniones de ese tipo que se habían perdido durante el proceso. A nosotros nos pasó una cosa interesante que no sucedió en Argentina fue que después del proceso despertamos y la creatividad aumentó, encontramos caminos que expresarnos en libertad. En cambio la literatura Argentina no encontró esos caminos todavía porque el proceso tan cruel que tuvieron los amordazó de tal modo que aún están caminando a ciegas. Creo en ese sentido que Chile tiene una activa vida literaria comparable con México y España.

Marcela Serrano 2
Marcela Serrano 2

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