La cristología más ñoña puesta al servicio de la subvención. Un cuadro de actores que hacen lo que pueden (bastante bien) para mantener la atención de este espectáculo aburrido, previsible, pacato, pretencioso y falto del más mínimo interés. No es que el texto sea del catecismo más rancio, es que el montaje le hace honor con una puesta en escena vista mil veces, corta y cómoda, al servicio de lo más rancio del semanasanterismo patrio. Y, a pesar de todo, el Obispo de Salamanca se quejaba de este espectáculo (sin haberlo visto). José Luis Gómez, que ha demostrado mil veces su capacidad como director, no debía haberse dejado llevar por esta engañiza sacra, pero, imagino, la pela es la pela. Y ahora, claro, no he entendido nada, porque el mensaje de Berkoff es profundamente subversivo en una sociedad acrítica y… qué sé yo; la contracrítica de siempre. Por eso unos están ahí arriba (otra vez Ubú, ya está bien, eh, ya está bien ¿para cuando Beckett y Godot y para cuando otra vez Weiss, que ahora mola con el militarismo y para cuándo… ¡Dios mío, qué cruz de teatro subvenciodirigido!) y otros estamos donde estamos.
Christopher Emmanuel Balestrero.
Salamanca.
