¿Verdadero o falso? Es difícil asumir que el nuestro es un mundo invertido donde lo verdadero es un momento de lo falso. Es como aceptar no ser. Es como aceptar ser solo apariencia. Es como asumir que cualquier acción que elijamos ya va a estar escrita.
¿Acción o contemplación? Decimos que espectáculo es todo aquello preparado para ser contemplado. Enmarcados como estamos en una sociedad «espectaculista», de imagen y de apariencias, lo más probable es que nos vayamos acomodando en la idea de la contemplación y nos olvidemos de la acción.
¿Resistencia o denuncia? Esta semana que comienza en viernes se inicia con la celebración del Día Internacional de la Lucha contra la Violencia de Género. 54 víctimas han sucumbido este año por el machismo, otras conviven con la tensión, el miedo y la esperanza del alejamiento. La conmemoración es una acción importante, como también lo es la acción diaria de resistencia, superación y denuncia. Pienso en Desdémona, oculta tras «Otelo». También en «Barbazul» y las mujeres que oculta ese título. Nombres de posibles espectáculos que nunca son una acción.
¿Ocupación o desahucio? La semana pasada -que también comenzó con un viernes- se iniciaba con la noticia de la ocupación de la Sala Yago, en Santiago de Compostela. Tras el cierre de este espacio en la ciudad -y también el de las salas Nasa y Galán-, su reapertura a manos de desconocidos y el anuncio de un programa de actividades significaba un inicio para lo que se viene reclamando últimamente: abrir los espacios al público, reactivarlos. Días después se concretaba el desenlace de la iniciativa con la intervención prepotente a la que nos acostumbra el poder: carga policial para desalojar el inmueble. Intervención violenta, pura y dura. Un triste espectáculo y ninguna acción -si pensamos que en la acción debe de existir un acto de reflexión y una toma de decisiones-. De «Casa Tomada» a «Sympathy for Mr. Vengeance», podría ser el título.
¿Grito o silencio? La pasada semana también tenía lugar un despliegue de las fuerzas del orden para desmantelar las protestas estudiantiles en la Universidad de California. Sentados y sin actitud hostil, los alumnos eran rociados con aerosoles para forzar su levantamiento y dispersión. La actuación conllevó críticas contra su rectora, Linda Katehi, quien explicó que se había ordenado el desalojo pero no el uso de la violencia. La inconformidad y la insuficiencia de sus explicaciones tuvieron como resultado una protesta silenciosa en la que el alumnado enmarcaba el paseo de la rectora hacia su coche. Las miradas eran silenciosas. El silencio era duro y de una vehemencia arrolladora. Era una acción que gritaba alto y claro. Oscilaba entre el «Duelo silencioso» y «La ley del silencio».
¿Humanización o bancanización? El mes de noviembre que ya comienza a expirar arrancó un martes. En esos días, el mobiliario urbano de la ciudad de Vigo amanecía vestido con fundas azules de trabajo. Eran los restos fantasmagóricos de un pasado que se hunde; también muertes anunciadas de un futuro inminente. Esta instalación urbana servía para hacer más visible el declive del sector naval y actuaba sobre la conciencia colectiva en un acto de denuncia contra un comportamiento político y económico irresponsable que cierra tanto empresas como museos y que ahoga proyectos. Una intervención urbana que era acción pensada para ser contemplada y que humanizaba -no a golpe de loseta sino con un sentido creativo- porque acercaba conciencias. El título parecía obvio: «El mono azul», como aquella revista republicana bajo la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura.
Entonces, ¿Sociedad de acción o sociedad de contemplación? ¿Grito o silencio? ¿Ocupación o desahucio? ¿Humanización o bancanización? ¿Progreso o catástrofe? ¿Presente o futuro? Y en esto último cuidado: porque el futuro está atrás –o al menos eso dicen los indígenas-. Y de ahí hasta «Cuando el destino nos alcance».
