Foro fugaz

El Mundo como Teatro (La Patria del teatro)

Nueva York, Londres, París, son capitales del teatro por su tradición, enseñanza, vitalidad. Estos centros de producción teatral tienen su vivero en las culturas migrantes que los fortifican.

Los ejemplos en París son múltiples y llegan desde el siglo pasado; podríamos detenernos en dos gigantes, hoy clásicos modernos Ionesco y Beckett, además de Adamov, que llegaron a París desde sus países para convertirse en los autores de otro tipo de teatro, escrito en francés a pesar de que no era su lengua materna. Más recientemente encontramos a Wajdi Mouawad escritor de origen libanés que encontró refugio en Francia y que además ha dirigido el Teatro de la Colina, importante centro de creación teatral parisino, que fue inaugurado y dirigido por el entrañable argentino Jorge Lavelli.

La lista del talento internacional refugiado en Francia es enorme. Podríamos pensar en el imprescindible Pablo Picasso… y otros talentos llegados desde la danza, la música, etc.

Ante esos ejemplos llego a la conclusión de que la creatividad es una empresa humana que se nutre de la fuerza de la tierra. La geografía inspira, la historia transforma, pero el ser íntimo humano es la fuente de toda creación. El teatro tiene su propia patria en el ser humano. Por eso las obras transitan de generación en generación y se transforman, pero su mensaje sigue siendo válido. Me repito: el teatro es una conjura contra el tiempo, representa un presente absoluto, el hoy y aquí de la escena.

Ya lo sé, el idioma es un obstáculo para la escena viviente casi imposible de superar en el tiempo de una representación. Lo sé. El cine descubrió la misericordia de los subtítulos que lucha contra la maldición de Babel, y más tarde la aberración del doblaje. No puedo resistir la tentación de citar a Borges: “Las posibilidades del arte de combinar no son infinitas, pero suelen ser espantosas. Los griegos engendraron la quimera, monstruo con cabeza de león, con cabeza de dragón, con cabeza de cabra; los teólogos del siglo II, la Trinidad, en la que inextricablemente se articulan el Padre, el Hijo y el Espíritu; los zoólogos chinos, el ti-yiang, pájaro sobrenatural y bermejo, provisto de seis patas y cuatro alas, pero sin cara ni ojos; los geómetras del siglo XIX, el hipercubo, figura de cuatro dimensiones, que encierra un número infinito de cubos y que está limitada por ocho cubos y por veinticuatro cuadrados. Hollywood acaba de enriquecer ese vano museo teratológico; por obra de un maligno artificio que se llama doblaje, propone monstruos que combinan las ilustres facciones de Greta Garbo con la voz de Aldonza Lorenzo. ¿Cómo no publicar nuestra admiración ante ese prodigio penoso, ante esas industriosas anomalías fonéticovisuales?” ¡Ay Borges! Tu substancia es inagotable.

El obstáculo en el teatro es más difícil de superar: se copian los subtítulos del cine sin la eficacia de la pantalla y en la sala asistimos a un movimiento de cabezas como en un partido de tenis. Ver, escuchar y leer en un extremo de la escena es una tarea ardua, pero algo ayuda a la comprensión del espectáculo. De todos los tiempos el teatro es universal, pero frenado por el laberinto del idioma.

Entusiasma la integración de los talentos foráneos en la producción teatral. Peter Brook decidió derramar su talento en estas tierras con resultados prodigiosos. En México, el meteórico paso de Alexandro Jodorowsky fue capital para la evolución de las puestas en escena. Ya en Francia ha logrado adaptarse en múltiples actividades creativas, entre ellas la interpretación del Tarot.

La lista del talento creativo emigrado en Francia es larga y aquí sólo esbozo algunos de los más conocidos, cometiendo la injusticia de dejar de lado muchos otros. Pero el propósito de este artículo es señalar la importancia de la colaboración internacional en el teatro, para aquellos cuya Patria es la escena más allá de cualquier otra frontera. Y en ese sentido casi siempre París ha sido una plataforma para el desarrollo del talento.

París, abril de 2025


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