Críticas de espectáculos

El Precio

EL PRECIO// Autor: Arthur Miller// Versión y traducción: Bernardo Sánchez Salas// Dirección: Jorge Eines// Intérpretes: Juan Echanove, Helio Pedregal, Ana Marzoa y Juan José Otegui// LAS DEUDAS DEL PASADO// Por más que hayamos vivido un pasado común, por más que un mismo espacio haya constituido el ropaje de una historia conjunta y gemela… La lectura que, desde el futuro, se realiza es distinta, porque la escribe el dolor, la frustración, la culpa y las ilusiones que se nos van quedando atrás, enredadas en una esperanza perezosa; en el cuento infantil que escribimos rápido y mal, para creernos a nosotros mismos, para sentir un amor que, solamente, “es” en las páginas de ese cuento. Víctor (Juan Echanove) escribe ese cuento, en el instante en el que el miedo a ser él, a coger las riendas de su vida, lo condena a un eterno viaje, hacia las entrañas de un laberinto ruin y mísero; hacia una realidad cruel que no será capaz de mirar de frente… Embebido en un relato del que es protagonista, en una leyenda de héroes y sacrificios, en la que un amor fantasma vaga, sordo, por las paredes de una casa… De su cárcel. Su hermano Óscar (Helio Pedregal), egoísta y sensato; listo y pragmático, práctico y valiente, escapa de la trampa, huye del futuro cierto y determinado que las ataduras de un obligado afecto, pueden ofrecerle… Y escribe otra historia, revestida de poder, triunfos… Y desilusión. A partir de aquí, Arthur Miller plantea el conflicto, la incomunicación y el rencor. No tenemos ante nosotros rostros definidos y unívocos; no tenemos al hermano bueno (Víctor) y al malvado (Óscar)… La verdad es gris, confusa y onerosa… La verdad tiene un precio que no hemos de confundir con su valor. Frase enigmática y reveladora del juez imparcial, Solomon (Juan José Otegui), veterano judío, tasador y comprador del pasado de estos dos hermanos que han desperdiciado su tiempo, buscando una respuesta que no existe. Víctor-Echanove, es víctima de su temor, de su propia falta de afecto, de su sumisa desobediencia y rebeldía, de su sorda confianza en lo que pudieron ver sus ojos una vez, hace treinta años… Le falta valor para escuchar que optó libremente a vivir otra vida, a caminar a través de otro sendero que no era el suyo, a seguir las huellas de un padre egoísta, orgulloso y soberbio. Le falta valor para reconocer que nada ocurrió el día en el que los afectos pasaron a ser únicos personajes de un cuento… “El cuento de los imbéciles”… Le falta valor para ver que el amor nunca respiró en las paredes de la ruinosa casa que, desde el ayer, lo ahoga… Los ahoga… Esther (Ana Marzoa) es la única y verdadera víctima de un pasado ajeno, “La princesita de cuento”, la víctima del engaño, de la mentira y de la propia historia que nos conduce, muda y determinante, a través de desérticos y eternos caminos… Los caminos de una ajena realidad. Es ésta, una obra de teatro, donde la labor del actor se eleva por encima de un texto magnífico y concentrado en frases aisladas e inteligentemente emitidas por unos personajes que esconden, tras su identidad, un símbolo, un significado; la clave, la resolución exacta del dilema. Juan Echanove y Jorge Eines decidieron llevar a escena “El Precio” de Arthur Miller, si Helio Pedregal, Ana Marzoa y Juan José Otegui completaban un reparto con mayúsculas. Lo han logrado. Sabían a qué se enfrentaban; a una verdad que ha permanecido firme desde 1968, fecha en la que el autor americano, escribió esta obra, hasta hoy… Y sólo los grandes intérpretes pueden vivirla plenamente sobre un escenario; si bien, Echanove, la vive de una forma un tanto desmesurada. Por su parte, el trío de ases formado por Pedregal, Marzoa y Otegui, bordan sus papeles. Helio Pedregal, da muestra de su maestría en un rol que le obliga a cambiar por completo de registros, mostrándonos un rostro sosegado y contenido. Ana Marzoa, en una corta pero intensa interpretación pone de manifiesto la intención inicial del director: “Introducirnos en el conflicto para no someternos con impunidad a la palabra”, y Juan José Otegui, Solomon, es el equilibrio en los dos extremos; la culpabilidad y el resentimiento, el temor y el autoengaño… Es el eje resolutorio. El comienzo tras la caída… Y la respuesta sin respuesta. Su hija se suicida, tal vez, cómo se suicida el futuro de Víctor… Pero si esa hija volviera, Solomon confiesa:”Hoy, después de ese tiempo, no sé qué le diría…” El ser humano es viajero, viajero contradictorio, pasajero de su propio sentimiento; en ese viaje, hemos de ir ligeros de equipaje; las responsabilidades que depositamos en otros seres suponen un lastre vacío, pesado y frustrante. No hay respuesta. El precio lo ponemos nosotros… Porque ese precio es nuestra propia vida. Una vida que no descansa en un sillón… Aunque nos hayamos quedado eternamente anclados en su sonrisa burlona y transparente…

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