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El Teatro Gayarre y el CDA estrenan ‘Tres Hermanas’ de Chéjov

El escenario del Teatro Gayarre va a acoger el jueves 8 de marzo el estrenode la nueva gran producción de la Fundación Municipal Teatro Gayarre, en esta ocasión colaboración con el Centro Dramático de Aragón y Gobierno de Navarra: “Tres Hermanas”, de Anton Chéjov . La función, que se mantendrá en cartel los días 9 y 10 de marzo (8 tarde). Posteriormente, los días 22, 23, 24 y 25 de marzo se exhibirá en el Teatro Principal de Zaragoza y se realizará una gira que la llevará a los escenarios de once casas de cultura de otras tantas localidades navarras, a otros cuatro escenarios de Zaragoza y al Teatro Palacio Valdés de Avilés.
Los ensayos de esta nueva producción, dirigida por Ignacio Aranaz, con escenografía e iluminación de Tomás Muñoz y vestuario de Gabriela Salaverri, se encuentran ya en su recta final de cara al inminente estreno el día 8 de marzo en el Teatro Gayarre, donde se mantendrá en cartel hasta el día 10 de marzo. A partir de estas fechas “Tres hermanas” inicia una gira que la llevará a los siguientes escenarios: Casa de Cultura de Zizur Mayor (16 de marzo), Casa de Cultura de Villava (18 de marzo), Teatro Principal de Zaragoza (22, 23, 24 y 25 de marzo), Casa de Cultura de Funes (30 de marzo), Teatro Palacio Valdés de Avilés (14 de abril), Casa de Cultura de Noáin (20 de abril), Casa de Cultura de Burlada (5 de octubre), Auditorio de de Barañain (19 de octubre), Casa de Cultura de Ansoáin (26 de octubre), Casa de Cultura de Sangüesa: 27 de octubre), Casa de Cultura de Estella: 16 de noviembre), Casa de Cultura de Aóiz (17 de noviembre), Casa de Cultura de Alsasua (24 de noviembre), Además, se realizarán 4 representaciones en escenarios de Aragón.  

Un elenco de 12 actores
“Tres hermanas” reúne sobre el escenario a un elenco en el que se dan cita doce de los más destacados intérpretes de Navarra y Aragón. En concreto, el reparto, por orden de intervención, lo conforman los siguientes interpretes: Maiken Beitia, Marta Juaniz, Raquel Ortega, Gabriel Latorre, Rafael Maza, Ibán Naval, Pilartxo Munárriz, Jesús Idoate, Néstor Arnas, Javier Aranda, José Mari Asin y Carol Verano       

 “Tres hermanas”, un retrato de la vida rusa
“Tres hermanas”, junto con “Tío Vania” y “El jardín de los cerezos”, es uno de los textos más significativos de Anton Chéjov, autor considerado como una de las figuras más destacadas de la literatura rusa y un representante fundamental del denominado naturalismo moderno. Como en toda su obra, en “Las tres hermanas” Chéjov hace un retrato de la vida rusa del momento. La acción, que se desarrolla en cuatro actos, se centra en tres hermanas que viven en un pueblo perdido de provincias. Su único deseo es volver a Moscú, símbolo para ellas del amor y de la mundanidad, en suma, de la vida digna de ser vivida. Un drama impregnado de sutileza y lirismo en que se hace un retrato de las angustias, penas, esperanzas e ilusiones frustradas de la vida cotidiana de provincias de la Rusia de finales del siglo XIX.   El teatro de Chéjov, como ocurre en “Tres hermana”  no cuenta hazañas portentosas ni sucesos grandiosos, está hecho de fragmentos de vida, de anhelos, de frustraciones, de sueños, de desilusiones, de silencios, de miradas, de tareas repetidas, de esa materia que llamamos vida. Tres hermanas es eso: la vida de unos cuantos personajes en un momento de la historia de Rusia, en una pequeña ciudad de provincias. La muerte del padre, reciente todavía y presente en la vida de las tres hermanas, descarga sobre ellas una responsabilidad y una libertad para la que necesitan la voluntad de los héroes, porque donde quiera que se encuentra, lo sabemos, la vida está llena de heroísmo. También de incertidumbres que se mantienen siempre, a pesar de una larga lista de pequeñas certezas que permiten sobrevivir o, lo que es lo mismo, aceptar lo que la vida presenta en el camino. En “Tres hermanas” vemos un conjunto de personajes marcados por la soledad y enfrentados a la difícil tarea de vivir en un mundo que cada día se parece menos al que consideran suyo. Las tres hermanas vivieron su infancia en Moscú y allí han situado su quimera. Pero entonces, como ahora, sabemos que sólo un lento y doloroso proceso de aceptación, de renuncia, sin abandonar la esperanza ni la firmeza, nos ayuda a comprender que Moscú puede estar en cualquier parte o en ninguna, que la felicidad hay que buscarla en los demás con una mirada que atraviese el corazón.

Anton Chejov
Dentro del teatro ruso, a Chéjov se le considera como un representante fundamental del naturalismo moderno. Sus obras dramáticas, lo mismo que sus relatos, son estudios de unos personajes en una sociedad feudal que se desintegraba. Para presentar estos temas, Chéjov desarrolló una nueva técnica dramática, que él llamó de “acción indirecta”.
Para ello diseccionaba los detalles de la caracterización e interacción entre los personajes más que el argumento o la acción directa. En una obra de teatro de Chéjov muchos acontecimientos dramáticos importantes tienen lugar fuera de la escena y lo que se deja sin decir muchas veces es más importante que las ideas y sentimientos expresados. Algunas de sus obras fueron inicialmente rechazadas en Moscú, pero su técnica ha sido aceptada por los dramaturgos y los espectadores modernos, y sus obras aparecen de forma continuada en los repertorios dramáticos.
En sintonía con la realidad social rusa de la época, Chéjov creó a sus personajes insertos en un contexto en el que la antigua clase aristocrática, habiendo perdido el brillo y el poder de antaño, se consumía lentamente frente a los dictados de un nuevo orden encarnado en la incipiente burguesía. La Rusia de la segunda mitad del siglo XIX, convulsionada por la agitación político-social que daría vida a la revolución, tomaba conciencia de su historia nacional de la mano de un grupo de intelectuales liderados por Pushktin, Tolstoi, Dostoievsky y Chéjov entre otros; y al mismo tiempo era protagonista de un cambio profundo que amenazaba quebrar los cimientos del sistema tradicional.
En 1861, bajo el reinado del zar Alejandro II, se había decretado la abolición de la servidumbre. Los antiguos Mujiks se convierten en hombres libres; obligados a trabajar por sus propios medios, comienzan a formar una baja burguesía concentrada en el campo y en los reductos obreros de San Petersburgo y Moscú.
Chéjov es, al mismo tiempo, protagonista y privilegiado espectador del cambio que se operaba en Rusia y supo plasmar, con extrema lucidez, las fluctuaciones de un país que se encaminaba lentamente hacia la modernidad y la industrialización. A lo largo de su corta carrera como escritor dio gran impulso a la narrativa corta y al teatro, siguiendo una original estructura dramática que lo daría a conocer en el mundo entero. Heredera del realismo social de sus antecesores, la obra de Chéjov es difícil de encasillar en algún movimiento, y por esto ha sido blanco constante tanto de admiradores como de detractores.  

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