Un cerebro compartido

El teatro y la cognición corporeizada

El término embodiment no es nuevo. En los círculos que frecuentan teóricos de la filosofía y estudiosos de filosofía de la mente, se estudia como la capacidad de capturar, de manera visible o tangible, la representación de algo o la expresión de alguien. Esta última es una especie de captura de la subjetividad de alguien ¿Cómo hace esta captura un espectador? Tiene que ver con la percepción de la experiencia ajena a través de la capacidad sensorial corporal propia. Piénsese entonces en el espectador de una obra teatral para entender este tipo de cognición y reflexionemos. Ahí reside el primer problema para abordar este estudio, y es que la mayoría de los artículos que lo tratan, lo hacen desde el uso del lenguaje, y cuanto más académico y bizarro, mejor, no vaya a ser que nos enteremos. A ver si soy capaz de explicarlo sin entrar en esa trampa. El teatro es más que hablar, recuérdese que no hay teatro si este es solo texto, o, al menos, habría uno inválido ¿Por qué inválido? No es que no sea válido es que no cumple su misión de transformar al que lo experimenta, puede que sí al que lo ejecuta, pero es esa endogamia de la que tenemos que huir. Recuérdese que debemos buscar un teatro que favorezca la inmersión corporal del receptor, del espectador.

El teatro hace evidente el funcionamiento de cómo conocemos con el cuerpo (cognición corporeizada) y de cómo entendemos desde la butaca lo que experimentamos (no digo vemos) en la escena. Y este experimentar, la mayoría de las veces es no consciente. Su estudio abre un espacio de reflexión sobre la capacidad de un cuerpo para percibir y la calidad y cantidad de percepción de lo recibido. Quizá el lector no lo sepa, pero se da la realidad, medida empíricamente, de que si un receptor está solo o acompañado su captación de la realidad es distinta. Esta diferencia influye de manera notable en nuestra forma de percibir el entorno por nuestro organismo inmerso en el convivio de una representación teatral.

Puede afirmarse entonces que la cognición corporeizada es aquella a la que dan forma las formas corporales vista en escena, los movimientos de los intérpretes, los estados y los procesos de los actores y que es procesado por nuestro cuerpo de espectadores. Pero también puede decirse que es aquella a la que dan forma las formas corporales que adquiere un intérprete, los movimientos que realiza en escena este y sus compañeros/as, los estados y los procesos de sus personajes. El rol de la cognición de procesos físicos es no cerebral, esto es, la génesis de la cognición no está en el cerebro del intérprete o el espectador y esto está demostrado en múltiples experimentos, por ejemplo, el que David McNeill publicó al respecto del papel de los gestos como portadores del pensamiento alejando del dominio cerebral de esta función revelando un conocimiento implícito que no puede ser articulado de manera consciente.

Los teatreros sabemos que los personajes en el escenario, así como la carga emocional de sus gestos es en sí suficientemente potente para transmitir un mensaje sin necesidad de que se articule una palabra. Un/a buen/a intérprete hace visible esta realidad de comunicación sólida no verbal. Los gestos de las manos pueden ser fascinantes y embaucadores. A quién no le viene a la mente los trabajos de los bailarines balineses que cautivaron a Artaud. Esas manos muestran los enredos de la imaginación del intérprete que incide en la percepción y la memoria del espectador para dar origen a nuevas ideas. No nos queda más remedio que depositar nuestra confianza en este rango de procesos cognitivos biológicos que se usan de manera conjunta a los neurológicos ya que, ni que decir tiene, que todo este proceso está relacionado con las más que famosas neuronas espejo. Al ver a esas bailarinas mover las manos y dedos como lo hacen, nuestras neuronas se disparan en la corteza motora como si fuésemos nosotros los que realizamos esos movimientos. Así funciona esta cognición, mediante el uso del cuerpo (gestos manuales) y su percepción, es un error separar el cuerpo del órgano constructor de significado. No basta con entender, también hay que sentir. No solo es razonar hay que dejarse envolver por la percepción de quien acciona. Nuestro cuerpo nos dirá lo que pasa, es como si cada uno de nuestros poros estuviera inervado a la realidad y a nuestro cerebro simultáneamente y así es como podemos afirmar que conocemos con el cuerpo.

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