Críticas de espectáculos

Exitus/Titzina Teatre

Rigor mortis

 

Obra: Exitus – Autores, directores e intérpretes: Diego Lorca y Pako Merino – Escenografía: Jordi Soler – Iluminación: Miguel Muñoz – Producción: Titzina Teatre – Lombo Aretoa –Arrigoriaga – 14-11-09

La vida mata. Es un camino que después de muchos laberintos solamente tiene una salida: “exitus letalis”, la salida mortal, la muerte y una vez llegado el cuerpo a ese lugar empiezan los rituales sociales, ancestrales, religiosos, técnicos, administrativos. Tras la certificación del rigor mortis empieza otra travesía. Los dos creadores de “Titzina Teatre” tienen el acierto de ofrecer en términos de una teatralidad excelente unos personajes que se entrecruzan para mostrarnos retazos de esas peripecias que desembocan en situaciones donde el dolor, la conmoción que produce siempre la muerte de alguien cercano se enfrenta con lo cotidiano, con la rutina, con quienes profesionalmente deben convivir con los efectos del trance, de esa salida a la que todos llegaremos.

Entre el esperpento, la tragicomedia, el humor negro atravesado siempre de dosis exuberantes de humanidad y cariño sobre sus personajes nos llevan por los despachos de un abogado donde aparecen las fobias del testador, venganzas o recompensas. Un retrato robot que rezuma sabiduría popular en cuanto las relaciones personales no siempre son tan buenas como la apariencia que reflejan los cuarenta años de matrimonio.

En las situaciones planteadas por Titzina encontramos esa luz que nos hace más humanos: el humor inteligente y reparador. Quizás donde se alcanza los máximos niveles de concreción es en la funeraria donde los empleados recomponen a los cadáveres para que den su mejor cara, o como esos mismos empleados cuentan chistes de muertos. Junto a esos fogonazos, una textura de respeto, de emociones para que la comunión sea más fructífera porque resulta que estamos ante un trabajo teatralmente irreprochable de forma y fondo. Texto, movimiento, espacio escénico, iluminación van construyendo un perfecto juguete escénico en donde brillan, sin alardes, los dos creadores e intérpretes. Una delicia que nadie debería perderse.

Carlos GIL

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