Fuga al tiempo presente
Utilizo la mitad del título de una pieza de danza de la Nuisis Zobop como encabezado de este artículo sobre la importancia de la concentración y la atención para una vida plena. Pero también para reflexionar sobre la danza que Joana von Mayer Trindade y Hugo Calhim Cristóvão, de la Nuisis Zobop de Porto (Portugal), nos traen, junto con Sara Miguelote, en este prodigio titulado: ‘Fuga Para o Tempo Presente – O Leve Poder da Lua Apenas Queima os Olhos’ (Fuga al tiempo presente – El leve poder de la luna apenas quema los ojos).
El presente es el único tiempo, el más espontáneo, y aunque pueda tener orígenes en el pasado, más lejano o más inmediato, siempre es original, en el sentido de ser singular, inusual, de no provenir de otra cosa. De hecho, la incertidumbre es intrínseca al presente, porque, más allá de la lógica causal, todo puede suceder. El presente, sin duda, es el lugar de la vida. Ni el pasado ni el futuro son lugares de vida, porque no podemos vivir realmente en ellos, aunque sí podemos hacerlo metafóricamente y a través de las ficciones que (re)creamos en nuestra mente, en nuestra imaginación, en lo que llamamos recuerdos o sueños, y también en todos esos pensamientos que nos alejan del presente. Los pensamientos o preocupaciones que nos impiden ocuparnos del presente, dependientes de lo que ha sucedido en el pasado o de lo que sucederá en el futuro.
Otra característica importante es la presencia, el único lugar del cuerpo, del hogar y del ser, porque el cuerpo es el primer hogar que tenemos y que somos. El cuerpo es el presente. Fuera del presente no hay cuerpo. Sin embargo, vivimos en una época en la que compartimos cada vez más presentes sin presencias, sin la verdad de los cuerpos, fuera del hogar del ser, confiando en el universo digital, en interacciones adulteradas por la mediación tecnológica. Compartimos relaciones en el presente a través de videollamadas, a través de las redes sociales, sin compartir esa otra dimensión que en los inicios de la humanidad era inherente al tiempo: el espacio. El par espacio-tiempo es un concepto fundamental en física, según las teorías de la relatividad de Albert Einstein. Es en el espacio-tiempo donde ocurren todos los eventos físicos.
Quizás la danza sea una de las artes donde este concepto fundamental tiene mayor preponderancia, devolviéndonos sensaciones físicas al compartir el espacio-tiempo a través del cuerpo.
Esto fue lo que me ocurrió en el estreno de ‘Fuga Para o Tempo Presente – O Leve Poder da Lua Apenas Queima os Olhos’, el 8 de mayo de 2025, en la enorme Sala 1 del Museo Centro Gaiás de la Cidade da Cultura de Galicia, dentro del programa del festival Escenas do Cambio.
Es curioso cómo nuestro cerebro, en muchas ocasiones, salta de un pensamiento a otro, impidiéndonos concentrarnos en lo que estamos haciendo en el presente. Esta inquietud cerebral nos quita la concentración e incluso la felicidad inherente a vivir la vida. Porque la vida, más allá de las metáforas, se vive/experimenta en el presente. Esta falta de concentración inherente al funcionamiento del cerebro se ve acentuada por la dispersión del ejercicio digital del “scroll” en las pantallas de nuestros teléfonos móviles “inteligentes” (¡es increíble llamar inteligente a un aparato!), o en nuestros dispositivos electrónicos. La dependencia que se genera en estas publicaciones fragmentarias, especialmente imágenes y vídeos, hace que el significado se diluya cada vez más hasta perderse. Junto a una imagen o un vídeo de una catástrofe humana, sin tiempo para detenerse a reflexionar o profundizar, aparece otra imagen u otro vídeo de alguna situación frívola: alguien fardando con las deportivas de última moda, o alguien llamando la atención con cualquier chorrada, imitando a alguna “celebrity”. Así, las imágenes, los vídeos, e incluso las pocas palabras, en este “scroll” adictivo, terminan vacíos de significado e incluso de emoción, puro entretenimiento o anestesia. Sucede casi como la distracción del cerebro saltando de un pensamiento a otro y alejando a la persona del aquí y ahora, del “hic et nunc” dramático, porque drama, en su etimología griega, significa acción. Por lo tanto, nos arrebata la posibilidad de estar, de hacer y de actuar, porque estar ya es el primer grado del hacer y del actuar, cuando ponemos en ello los cinco sentidos.
Y esto es lo que nos pide ‘Fuga Para o Tempo Presente – O Leve Poder da Lua Apenas Queima os Olhos’. Nos pide, o casi diría que nos exige, estar con Sara Miguelote en este poema coreográfico continuo. ¡Estar con los cinco sentidos, e incluso con el sexto!
Por un lado, está la fragilidad de la bailarina, equivalente a la fragilidad del tiempo presente, en su cuerpo delicado y muy presente, debido a la alta fisicalidad del movimiento, debido a la entrega total y absoluta, que podemos sentir con mucha intensidad. Y también debido al traje semitransparente, que nos permite ver la piel y las formas del cuerpo entre las líneas de su diseño, que son también las líneas del tiempo en el que vive esta danza.
La bailarina se mueve por el espacio-tiempo presente, como si estuviera en una fuga, escapando de todo lo que nos roba la vida, la felicidad, la implicación necesaria para experimentar la vida en su insondable profundidad. Juega con equilibrios, que intenta mantener, hasta que se precipita en caídas, que dan lugar a otros movimientos extraordinarios. En esta fuga, se producen sorprendentes espirales ascendentes y descendentes, que exploran las cuatro dimensiones que constituyen el concepto fundamental del espacio-tiempo.
De hecho, como en todas las piezas que he visto de la Nuisis Zobop, siempre hay un diseño geométrico en el suelo que, para el espectador, es como un jeroglífico. Aquí, hay un cuadrado en el centro, cuyos cuatro lados no son paralelos a los cuatro lados del escenario, sino que están en una orientación que lo hace parecer un rombo. Sin embargo, lo más curioso de esta figura bidimensional, que ocupa el centro del suelo y sobre la que pivotan los movimientos de la bailarina, son las líneas que la componen. Las mismas líneas que se encuentran en el vestuario.
Para fijar nuestra atención, como en un ejercicio de meditación budista, hay detalles que definen el presente: la presencia de la respiración sonora de la bailarina —algo que constituye uno de los sellos distintivos de la Nuisis Zobop— que refuerza la sensación física a través del sonido; Las expresiones del rostro, con los ojos bien abiertos o, cerrados, con un punto rojo dibujado en los párpados, como si estos dos puntos fueran otro tipo de ojos —quizás los del inconsciente que también opera en el presente—, y que forman una extraña combinación con una diminuta parte de una de las orejas, pintada de rojo. Detalles que pueden ayudarnos a fijar nuestra atención en diferentes momentos de este viaje.
Para captar nuestra atención está la coreografía, en forma de poema continuo. Combina en su título una inspiración en el poema “Fuga de la Muerte” de Paul Celan, en el que se utiliza una estructura polifónica basada en la fuga, con motivos que se repiten y varían, así como símbolos paradójicos, para abordar el tema del Holocausto, sumado al último verso del poema “Há Dias” (Hay días) de Herberto Hélder: “O leve poder da lua apenas queima os olhos”. Esto y las imágenes internas con las que trabaja la bailarina otorgan a este ballet una profundidad insondable, de tal manera que nos ofrece una gravedad y una ligereza propias del presente. En otras palabras: los pasos de esta danza no se limitan al ejercicio del “scroll” ni de la dispersión. Están llenos de presencia, en una amplificación que nos alcanza, pero que también exige esta concentración, esta huida hacia el presente. Un tiempo inusual y extraordinario.
Salimos del espectáculo impresionadas. Fueron unos setenta minutos de presente más que intenso y extenso. Fue un tiempo de concentración que nos permitió experimentar la fragilidad y la fuerza irreductible que reside en nuestras manos. Sin duda, un antídoto contra la dispersión y la peligrosa frivolidad.
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