De Grecia el Teatro

Grecia: ¿Oriente u Occidente?

Grecia está atravesando por su quinto año de una crisis económica, la cual tiene repercusiones muy rigurosas en la cohesión del tejido social y en la estabilidad política. No hay ni un sector de la sociedad griega en el que no se haya manifestado el impacto de una crisis profunda, que independientemente de cómo y cuándo se resolverá, marcará un antes y un después en la historia del país, o incluso en la historia de la Unión Europea y del continente europeo.

Como no podía ser de otra manera, el teatro, un sector cuyos profesionales saben perfectamente vivir en situaciones críticas, se ha visto muy afectado por la crisis. Pero la crisis en el teatro no se limita en lo económico. Y es que cada día se hacen más claras las muestras de que en las salas en las que se hace teatro hoy en día en Atenas, se está gestando un creciente euroescepticismo y una mirada profundamente crítica sobre la esencia y la supremacía de la civilización occidental en su conjunto.

Grecia, a diferencia de otros países sumamente occidentales, nunca ha dejado de debatir entorno a su condición particular, a caballo entre el Occidente y el Oriente, debida a una «bipolaridad» que emana de su posición geográfica entre tres continentes, de los 400 cientos años de ocupación otomana y del pensamiento clásico que se desarrolló bajo su cielo, y que desde entonces constituye el pilar fundamental sobre el que se fundó la cultura occidental.

Así pues, dicha «bipolaridad» nunca había dejado de existir. Sin embargo, en la época de las «vacas gordas» se había dejado de lado, ya que la mayoría de veces, la prosperidad y el supuesto bienestar no son terreno abonado para el desarrollo de la reflexión crítica y del pensamiento. En este sentido, cabe recordar la memorable frase de Harry Lime, el personaje interpretado por Orson Welles en la película británica de Carol Reed «El tercer hombre»: «Recuerda lo que dijo no sé quién: en Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo guerras, matanzas, asesinatos… Pero también Miguel Ángel; Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco!»

Efectivamente, con una detenida búsqueda en la cartelera de esta temporada, uno se da cuenta de que las obras por las que se decantan los productores y los creadores griegos – que por cierto, atañen cada vez más a lo que se llama teatro político – tienen, bastante a menudo, un denominador común: están impregnadas de un euroescepticismo y una crítica cada vez más hostil hacia los fundamentos de la cultura occidental.

Dicho esto, hay que aclarar una cosa: no son tanto las obras que estén empapadas de dicha reflexión crítica hacia Europa y sus avatares, sino la manera con la que se presentan las obras al público por sus creadores. Un ejemplo muy ilustrativo y que los lectores españoles pueden entender perfectamente, es la obra de Juan Mayorga «Himmelweg, camino del cielo» que está actualmente en cartelera, en Atenas. La frase extirpada del texto de Mayorga que utiliza el productor, director y actor Pietro Nakos – que tiene esta misma triple función en dicho proyecto – en el cartel para difundir la obra, no puede dar lugar a equívocos: «Berlín nos ha elegido».

Aunque esta obra maestra de Mayorga poco o nada tenga que ver con la actual crisis en Grecia y en el sur de Europa, ya que el tema tratado es universal y mucho más profundo que una crisis, uno no puede evitar pensar que los «elegidos por Berlín» son los mismos griegos que constituyen las víctimas de la nueva política de dominio de los alemanes.

Lo mismo pasa con otra obra contemporánea, puesta en escena por la compañía Nama, una de las compañías más cotizadas en estos últimos años en Grecia, cuyas propuestas en lo que va de década han atraído las miradas del público y de la crítica consolidando la compañía como una de las pioneras en el teatro experimental griego. Así pues, la NAMA, tras haber llevado al escenario tres obras iberoamericanas («Rottweiler» del español Guillermo Heras, «La Chunga» del peruano Mario Vargas Llosa y «Kiev» del uruguayo Sergio Blanco), este año optó por montar una obra de la autora contemporánea británica Dawn King, intitulada «Foxfinder» (buscador de zorros). Según la directora de la obra Eleni Skoti «las analogías de «Foxfinder» con la situación actual radica en la reflexión alegórica de una sociedad en la que unas absurdas hipótesis y unas impertinentes teorías pueden, finalmente, acabar degenerando en una realidad de pesadilla». En este caso, también, detrás de «las absurdas hipótesis» y de «las impertinentes teorías», uno puede leer «la subida de los populismos», «los programas de saneamiento de las economías del sur de Europa, impuestos por la troika», o «el nuevo totalitarismo económico».

La lista de obras es larga y podríamos hablar durante horas sobre el porqué de las decisiones de los creadores, a la hora de elegir los proyectos en los que van a trabajar. Sin embargo, hay que destacar que independientemente del punto de vista desde el cual uno analiza la realidad actual del teatro griego, la crisis económica en Grecia ha puesto de relieve – y creo que en los próximos años este fenómeno se manifestará de manera todavía más intensa –, la flagrante necesidad de los griegos de encontrar, a través de las artes, su posición y su identidad en un mundo en profunda mutación. Y la creciente idea que está ganando mucho terreno entre la sociedad helena, según la cual «Europa nos está castigando y no acabará hasta ahogarnos del todo», hará que la vieja pregunta que ha marcado el estado griego moderno desde su fundación en 1827, vuelva a la mente de todos: ¿Oriente o Occidente? ¡Y eso, cómo no, se reflejará en el teatro!

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