Críticas de espectáculos

He visto dos veces el Cometa Halley

HE VISTO DOS VECES EL COMETA HALLEY Dirección: Ernesto Caballero Intérpretes: Chete Lera, Maruchi León, Cristina Pons, Roberto Mori, Lidia Otón y Carles Moreu Autor: Rafael Alberti (sobre poemas de este escritor, perteneciente a la generación del 27) LOS ROSTROS DE UNA VIDA Prokofiev, Luis, Manuel, Antonio… Federico… Rafael. Nombres, matices, caminos, senderos, desvíos… Exilio, proceso, risa, llanto, ironía y dolor. Difícil tarea, conjugar tanta riqueza; amalgamarla en poco más de una hora y media; hilar cien años en verso, en rima, en poesía. Hacerlo bien. Emocionarnos. El proyecto que Ernesto Caballero ha puesto en marcha, ha contado con grandes dosis de “causalidad”, de encuentros fortuitos, de olores, de sabores que, como compañeros inseparables, han dibujado en la mente de cada espectador un Rafael único y distinto; aquel que camina buscando el mar, la mar, a través de la arboleda perdida; el ángel deshabitado que ansía ser un hombre capaz de salvar las palabras; el marinero en una tierra que desconoce y de la que se siente desarraigado; el amigo de la ironía, del sarcasmo, del buen sentido del humor… Salpicado por la amargura de la pérdida, de la muerte y del olvido. Ernesto Caballero ha seleccionado, cuidadosamente, ha buscado intencionadamente cada poema, cada verso, marcando una época, un rostro: El Alberti niño, el Alberti comprometido, el hombre exiliado, el anciano descreído… Para volver al inicio; para volver al mar… Para volver a la tierra, como el Cometa. Esta puesta en escena es pura poesía. En la primera página, como un prólogo inmejorable, encontramos a Prokofiev; la sala se llena con la voz del violín doliente y vulnerable, arropado por una orquesta que, sin palabras, recibe a un joven cometa; las manos blancas del poeta Gaditano; Quien hace su aparición en este mundo “deshabitándose”… Tal vez, para caminar a través de las páginas de la historia que el ser humano escribe…Haya que ir deshabitado, para no escuchar, para no perder, para que no nos duelan las ausencias… Para que no nos duela nuestra propia ausencia. El primer capítulo de esta biografía la protagoniza la sonrisa y la luz de esta existencia; la infancia marinera del poeta… Aún los ángeles permanecen, se sientan, juegan junto a la niñez de un Alberti inocente, feliz y despreocupado. El segundo capítulo se teñirá de rojo. Vive ya la generación del 27, viven los nombres que con su sangre turbarán el sendero de Rafael… Y quedan, de muerte, heridas las palabras… Balas, balas y cánticos hirientes cierran este capítulo que abre sus gélidos brazos para recibir el destierro, el exilio, la soledad, el vacío… Perennes en la memoria colectiva. Las últimas páginas de esta biografía poemada, nos llegan maquilladas de ironía, risa, dolor… La incredulidad de un hombre que se siente un extraño en su propio país; el estupor de un hombre que no se encuentra en el mar que lo vio marchar hace mucho tiempo… Lo único que permanece imperturbable es el cometa que, como él mismo, vuelve a un lugar que ha de contemplar desde la lejanía, desde arriba… para no morir en un desencuentro inesperado, dolorido… Como el llanto de aquel violín que le abrió las puertas a una realidad deshabitada. Ernesto Caballero ha contado con seis actores magníficos, No recitan… Hablan, sienten, lloran y mueren con las palabras. Sienten el dolor del bando vencido en una guerra incivil; son los exiliados, los que sobran en una patria madrastra, como la misma historia; son los que ríen y los que se aferran al recuerdo que, de quienes fueron, les queda dormido en la nebulosa del ayer; son el mismo círculo infinito del eterno retorno que se repite como la vida misma; como la órbita de un cometa único, como el Cometa Halley… De un poeta único, como lo es Rafael Alberti… Como es la forma mágica y exquisita de decirnos el verso, de mostrarnos la figura poliédrica de nuestro poeta, de acercarnos a un ayer nuestro… De acercarnos a nuestra propia vida.

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