Aclárate la voz

¡Canta! ¡Canta!

Canta. Canta, que quien canta sus males espanta. Eso me decía mi abuela. Y, más o menos me recuerdo siempre así, cantando. Cantaba para ahuyentar el miedo cuando bajando las escaleras, sin luz, veía los descansillos oscuros; cuando en esas interminables salidas al monte no aguantaba más el dolor de pies; cuando daba alivio a la tensión de un enfado pasajero; cuando, cantar me facilitaba el descorchar la botella de la tristeza; cuando, quería protestar, cantando un, aquí estoy yo; cuando comprobaba como cantar me daba un lugar entre otros que se paraban a escucharme; cuando enamoraba a alguien. Y así, día a día, cantar y la voz se fueron convirtiendo en algo mucho más que un medio de vida sino en la columna vertebral a partir del cual se construye el recorrido de una vida. Cantar, un echar anclas en quién soy.

Cantar sin los límites que marca una canción escrita por otros, sea moderna o de raíces populares. Cantar desde la improvisación que surge del mismo momento en el que se vive, del aquí y ahora, es un acto de vida. Es un patrimonio de la humanidad. Un patrimonio de derecho del cual no estamos excluidos. Corre por la sangre y los músculos. Ser persona no es una categoría profesional.

Cantar, hoy en día, se ve como un acto profesionalizado al que solamente unos privilegiados tienen acceso. Quizás por que tengan una excelente voz para el estilo de canto elegido, quizás porque posean una imagen comercial o simplemente porque son jóvenes. Y es cierto. No todo el mundo puede cantar profesionalmente. La industria del cante es un mundo aparte. Hacen falta unas características vocales específicas para la ópera, el jazz, el flamenco, el rock, el teatro musical; hace falta inundar tu voz de un estilo musical y plagar tus palabras de personalidad propia si quieres ser cantautor – quizás sean estos los que se encuentren entre dos universos, el de lo personal e íntimo y el coliseo de arena de la profesionalidad repleto de variopintos personajes; o hace falta tener un algo, y no necesariamente voz ni oído, en lo que la industria se pueda basar para crear un producto de consumo.

Para cantar, échale alma, corazón y tripas. Y, todos, tenemos ¿no? El resto, técnica. Herramientas que se pueden aprender. Sacúdete los miedos y las ideas extrañas. Todavía no he oído a nadie que desafine, sí he oído personas que dudan de su capacidad de acercarse con su voz y se trastabillan. Un poco tranquilidad, escucha y confianza y verás como los encuentras en el sitio justo. Todavía no he oído una persona que cante mal, solo he sentido a personas que intentan copiar a otros, y claro, no son ellos, se traicionan y el intento no les sale bien. Todavía no he escuchado una mala voz, solo he escuchado voces que se comparan con otras voces idolatradas, se desmerecen así mismas, y acaban ocultándose, atrapándose sin dejarse ser en todo su esplendor único e intransferible.

Canta, que si cantas es señal de que estás vivo.

«Te preocupas demasiado de lo que piensan los demás. Y quieres saber una cosa? Precisamente porque es tan importante para ti la aprobación de los demás no conseguirás nunca liberarte de sus críticas, aunque te empeñes con todas tus fuerzas» . Elif Shafak «LE QUARANTA PORTE»

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