Críticas de espectáculos

La casa de Bernarda Alba / Teatro de la Danza y Entrecajas

La casa de Bernarda Alba; Federico García Lorca. Dirección: Amelia Ochandiano. Intérpretes: Margarita Lozano, María Galiana, Concha Hidalgo, Aurora Sánchez, Ruth Gabriel, Palmira Ferrer, Nuria Gallardo, Candela Fernández, Mónica Cano, Saturna Barro. Centro cultural de la Villa de Madrid; 18-03-2007. ¿Qué decir de la ópera magna de Lorca? Múltiples han sido sus estudios, interpretaciones y versiones teatrales. Para esta ocasión, Ochandiano ha optado por una versión prácticamente fiel al texto original, lo que no deja de ser un problema, dada la parquedad de instrucciones en las acotaciones lorquianas. Apenas sí varía la entrada y parlamentos de las mujeres en el primer acto, y modifica la edad y relación para con la familia de Prudencia (Saturna Barrio), probablemente más por exigencias de producción que de dirección; variaciones nimias que no deslucen en absoluto ni guión, ni trama, ni desarrollo. La puesta en escena es brillante: un espacio amplio y casi diáfano donde diez actrices caben cómodas y desahogadas. Llenan la escena una mesa y unas sillas, unos arcones laterales de donde salen y a donde se meten todos los elementos requeridos por las actrices (colaborando así con la “limpieza” y austeridad de la escena), y esa gran columna central, cuyo poyo hará de confesionario en varias ocasiones, pero también será cruz (fin del 2º acto) y horca (fin de la obra) de Adela; cinco puertas y una perfecta armonización de entradas y salidas dota a la escena, “pobre” a propósito, de movimiento continuo. Ochandiano elige también una forma clásica de iluminación, música y telón, que se ve aderezada de “vanguardismo” con la proyección de fragmentos textuales de la obra sobre telón y fondo. En cualquier caso, es ésta obra de interpretación y lucimiento más que de impacto visual. Ochandiano dirige perfectamente las entradas y salidas de las cinco hijas, así como sus movimientos, actitud, voz y gestualidad, dotándolas de una naturalidad que se agradece; asimismo, da “tareas” a la servidumbre en sus parlamentos, tareas que colateralmente modifican la configuración del escenario. Concha Hidalgo y Mónica Cano colaboran a la perfección desde sus papeles, María Josefa y criada respectivamente, restando tensión con el gracejo, en lo que también colabora Amelia (Palmira Ferrer) con su candidez tontorrona, y Angustias (Aurora Sánchez) desde la altivez, que le queda grande, de resultar la elegida. Como contrapunto serio destaca el buen trabajo de Ruth Gabriel (Magdalena): sobria, rígida, dura… fiel reflejo de su madre. Cierran el apartado de secundarios una Martirio (Nuria Gallardo) poco contenida, demasiado trágica y excesivamente histriónica, que literalmente se come a su hermana Adela (Candela Fernández) un tanto débil para lo que requiere el papel. Lamentablemente, ocurre algo similar con las dos protagonistas: La potencia, fuerza y ley de Bernarda Alba se basan en la corpulencia y altura de la actriz (Margarita Lozano), pero es una Bernarda avejentada y cansada desde el comienzo, su actitud es abusona, no despótica, incluso sus atuendos resultan poco opulentos para una mujer de su alcurnia, probablemente en aras de sacar y explotar lo más andrógino de Bernarda (recordemos que ha sido un papel también interpretado por hombres), aspectos que no terminan de convencer sin una actitud más señorial y altiva. Siempre a su lado tenemos a su “perra fiel”, La Poncia, papel llevado a cabo magistralmente por María Galiana, cuya resolución, naturalidad, saber estar y valor interpretativo –en definitiva la Galiana “se sale”- eclipsan en todo momento a una Bernarda poco capaz. En cualquier caso, resulta un espectáculo cómodo y grato de ver, entretenido en todo momento, y que mantiene expectante hasta el clímax final; y es que se nota que es un trabajo muy bien hilado, muy bien trabado, y muy bien ejecutado que merece ser aplaudido.

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