De Grecia el Teatro

La democracia suspendida en negro

El mundo son palabras. El mundo son imágenes. El mundo es la combinación entre palabras e imágenes. Palabras e imágenes de los primeros pasos del hombre en la luna; de los grandes récords en la Historia de los Juegos Olímpicos; de los importantes acontecimientos culturales y deportivos; de la Eurovisión, los mundiales y las finales de la Champions; de los conciertos en directo de las prestigiadas orquestras europeas; de los documentales de un alto valor histórico; de las sublimes películas y representaciones teatrales que marcaron muchas generaciones de individuos y constituyeron un antes y un después en la historia cultural de Europa…

Las palabras y las imágenes, cuentan, entre otras cosas, la historia de la humanidad. Y esa historia, a partir de la mitad del siglo XX, encontró en la televisión, un nuevo medio para ser contada y para hacer llegar el mensaje a todos los rincones del mundo. Desde que se inventó la tele, su poder no ha dejado de crecer, debido entre otras cosas a su capacidad de transmitir el mismo mensaje a un sinfín de personas y a que este mensaje cale hondo a las mentes de las personas que la están mirando.

Esta última virtud de la tele es la que han querido aprovechar a lo largo del siglo XX los publicistas, los comerciantes o los dirigentes políticos, fueran demócratas o dictadores. Así es como empezó a emitir, el 28 de octubre de 1956, la Radiotelevisión Española o con 24 años de antelación, la BBC británica. Y desde entonces, nunca han dejado de emitir…

Grecia, sin embargo, es un «caso aparte» o un «caso especial», para emplear dos expresiones que últimamente en Europa se llevan mucho. Y en los «casos aparte», todo tiene cabida, todo se puede aplicar, todo se puede justificar. Lo que pasó en Grecia hace dos semanas es de lo jamás visto. Y es que un país supuestamente democrático y europeo, no tiene, desde hace quince días, ni televisión ni radio público. El gobierno griego, formado por un tripartito de coalición entre la derecha, los socialistas y un partido dicho de izquierdas, suspendió, sin aviso previo, la difusión de la radio y la televisión pública, echando al mismo tiempo a la calle a 2600 trabajadores. Por si fuera poco, junto con la radio y la televisión, dejaron de existir la Orquesta y el Coro de la Radiotelevisión Griega.

Muchos analistas, tanto griegos como europeos, equiparan lo sucedido en Grecia con algo propio de un golpe de estado, tachando la iniciativa del gobierno griego de dictatorial. Sin embargo, nunca jamás una dictadura hubiera aniquilado una cadena pública. No lo hizo Franco en España. No lo hizo Pinochet en Chile. No lo hizo tampoco la dictadura de los coroneles en Grecia. A lo largo del siglo XX, hemos visto desfilar por la tele dictadores, reyes, militares, que se apoderaron por la fuerza de la señal televisiva y radiofónica para manipular a la opinión pública y consolidar sus respectivos regímenes. Pero nunca, nunca, se había visto, la frecuencia de una cadena pública en negro, tal como sucede en Grecia desde hace dos semanas.

¿Pero cómo hemos llegado hasta allí? Desde hace muchos años, era vox pópuli que la ERT (las siglas por Radiotelevisión Griega) estaba siendo un monumento a la corrupción, a unos sueldos desproporcionados, a la opacidad total. Los dos partidos que se alternaban en el poder desde la transición hasta la actualidad, a saber la Nueva Democracia (el equivalente griego del PP) y los socialistas, habían convertido la cadena pública en su jardín de las delicias, usándola para fomentar el clientelismo que iba a perpetuarles en el poder. Curiosamente, son estos mismos partidos los que decidieron acabar con su «creación», a través de un golpe de efecto que despertó los dolorosos recuerdos de un pasado no muy lejano y que todos daban por acabado para siempre. O, para jugar con la mitología, muy propia en este país, es como si el mismo Augías, se pusiera a limpiar las toneladas de excrementos de sus establos…

La iniciativa del gobierno desencadenó un mar de protestas, tanto dentro como fuera del país, además de acabar con el tripartito gobernante, al retirarse el partido de izquierdas de la coalición. El tribunal constitucional griego calificó la medida de inconstitucional, invitando al gobierno a proceder a los cambios que haga falta, pero con la señal emitiendo. El palacio de la radiotelevisión griega sigue ocupado por los ex-trabajadores, que dicen que no se van a ir hasta que no se retire la medida y que no se recupere la «normalidad». Muchos medios de comunicación, periodistas extranjeros y personalidades de todo el mundo denunciaron la medida tomada por el gobierno griego y expresaron su solidaridad con los trabajadores.

No cabe la menor duda de que en la radiotelevisión griega hacen falta cambios. Y es absolutamente vergonzoso el hecho de que todos estos años, sus trabajadores hacían la vista gorda al exceso desmesurado del que gozaban y a la «juerga» desenfrenada en la que participaban y que solo se rebotaron cuando peligró su situación privilegiada al verse despedidos de la noche a la mañana. No obstante, lo que ocurre hoy con la ERT, ocurrirá mañana con los hospitales públicos, con las escuelas, con los polideportivos, con los parques. Y eso hay que pararlo como sea. Y a los que creen que estas cosas pasan solo en los países que constituyen «casos especiales», les recordaré que los que hoy califican a Grecia de «caso especial», son los mismos que hace unos años, lo calificaban de «El Dorado y de «»Dinamarca del Sur» y saludaban su «dinamismo económico» y sus «gloriosas perspectivas». Grecia no es nada más que un espejo en el que se puede contemplar el futuro que se avecina en Europa…

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