Un cerebro compartido

La luz en la escena

La iluminación es central en la comprensión de la conciencia. Sobre la escena, de la conciencia de los personajes y sus vínculos. En los últimos tiempos, la neurociencia ha surgido como una disciplina que se adentra en el estudio científico de la mente y la conciencia, arrojando luz sobre las experiencias que antes se consideraban místicas y hoy comienzan a entenderse. De siempre, se ha buscado que la iluminación sea un elemento transformador de la conciencia del espectador y las neurociencias han demostrado que nuestro cerebro es el órgano clave en la producción de la experiencia consciente. Las redes neuronales, las sinapsis y las diferentes regiones del cerebro están involucradas en la generación de pensamientos, emociones y percepciones. Al estudiar la actividad cerebral a través de técnicas como la resonancia magnética funcional (fMRI) y la electroencefalografía (EEG), los neurocientíficos han podido identificar patrones de actividad cerebral asociados con diferentes estados de conciencia y, por tanto, susceptibles de ser modificados con un sencillo PC.

La conexión entre la iluminación escénica y las neurociencias plantea preguntas sobre la naturaleza de la mente y la conciencia ¿El resultado de una iluminación determinada es el resultado de procesos neurobiológicos complejos en el cerebro? ¿Son resultados iguales para todos los espectadores? La respuesta a estas preguntas no se sabe pero se intuye: la narración de luces no afecta por igual a dos espectadores. Las neurociencias han revelado que ciertos estados de conciencia pueden producir cambios significativos en la actividad cerebral. Por ejemplo, una escena de una alta carga emotiva puede aumentar la actividad en regiones del cerebro asociadas con la autorregulación emocional y la atención sostenida pero dependerá de si la escena tiene ese calado emocional o no. Y es por eso que si miramos al patio de butacas en vez de al escenario, podemos ver espectadores intrínsecos, esto es, involucrados y comprometidos, sumergidos en la obra de teatro de manera activa y receptiva, buscando comprender y apreciar la propuesta artística en toda su complejidad, y a espectadores que no están dispuestos a dedicar tiempo ni esfuerzo a comprender la propuesta y que se mantienen distantes y pasivos frente a la experiencia teatral. Este tipo de espectador no se involucra emocional ni intelectualmente con la obra, son espectadores que el maestro Dubatti llama extrínsecos. Pero la responsabilidad de que esto suceda no es únicamente de la voluntad del espectador con el espectáculo, también lo es del responsable del diseño de luces.

La iluminación desempeña un papel fundamental en el escenario por la responsabilidad en la creación del ambiente y la atmósfera. Los colores, intensidades, saturaciones y direcciones deben apoyar la narración o, si se quiere, ir en contra de ella, pero deben significar algo y no solo que se vea la escena. Iluminar una ventana puede significar que fuera es de día o de noche o simbólicamente que es una salida para un problema, por poner un ejemplo. Es por esto por lo que el binomio dirección iluminación es importante. La luz es capaz, consciente e inconscientemente, de resaltar elementos específicos en el escenario, de dirigir la atención del público hacia los personajes principales, los objetos importantes o las áreas de interés en una escena. Mediante el uso de luz, de cambios de intensidad, la iluminación puede guiar la mirada del espectador y enfocar su atención en lo que es relevante para la narrativa.

La narración de luces tiene la capacidad de transmitir emociones y subtexto de manera visual y subconsciente. Los cambios en la intensidad de la luz, los colores y las sombras pueden reflejar el estado de ánimo de los personajes o la atmósfera de la historia. Por ejemplo, una luz tenue y sombras pronunciadas pueden evocar un ambiente de misterio, mientras que una luz brillante y uniforme puede transmitir alegría o felicidad. La iluminación también puede enfatizar las emociones y los cambios dramáticos en la trama, aumentando así la conexión emocional entre los actores y el público.

Por último, la luz puede transformar el escenario. Es evidente, sí, pero no es tan sencillo simular sobre el mismo espacio, un parque, la luna, un amanecer o el fondo del mar. Así de importante es la misión del diseñador de luces. Gobos, proyecciones o iluminación ambiental, pueden dar vida a escenarios imaginarios, paisajes fantásticos o mundos surrealistas, agregando una capa estética a la producción teatral que afecta sobre esa conciencia receptora. Iluminar es una arte y no es sencillo.

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