Escritorios y escenarios

La que aprendió algo fui yo

Recientemente tuve la oportunidad de participar en un proyecto llamado “Dramaturgas al colegio”, impulsado por “Sociedades anónimas” y dirigido por su directora Claudia Arcila. La empresa, buscaba vincular a mujeres dramaturgas de Bogotá, con estudiantes de instituciones educativas públicas. Acepté encantada y motivada por la idea de construir puentes entre la dramaturgia, el teatro que se lee, y los jóvenes estudiantes. 

El resultado fue una antología compuesta por siete obras breves: Los monstruos pasaron de moda, de Arcila; Cómo los niños de antes, de Paola Barrera; Mr. Splut. Un día sin saber quién soy, de Martha Márquez; Carranga punk, de Carolina Mejía; Bye, bye Fabio, de María Adelaida Palacio; Esperanza de pulpo o una decisión en dos actos, de Yenny Farid Rincón; y, finalmente, La pócima, de quien estás palabras escribe. 

Los textos teatrales son acompañados por divertidas ilustraciones a cargo de Mario Enrique Arévalo y Alice Dio Pachón. Y como todo hay que decirlo, el proyecto fue posible, en parte, porque fue ganador de la Beca de creación teatral y circense: Mujeres y su territorio 2021, del Ministerio de Cultura. 

También se realizaron unos encuentros presenciales entre los estudiantes y cada una de las dramaturgas. Para mi este diálogo fue cautivador, ya que los chicos de grado once habían leído, estudiado y disfrutado La pócima. Así lo fui descubriendo en la medida en que el conversatorio de desarrollaba. Me hicieron un montón de preguntas, para las que ni siquiera tenia respuesta, y observaciones tan minuciosas que, por momentos, me daba la impresión de estar asistiendo a un encuentro con la “critica especializada”. Hasta me llegó a parecer que ellos conocían la obra mejor que yo. 

Y, por supuesto, me pidieron consejos para empezar a escribir. Entonces les dije lo mismo que les digo a mis estudiantes. Para aprender a escribir hay que leer. Hay que sentarse a escribir y sobre todo a re-escribir. Por último, hay que concentrarse más en las ganas que en el miedo.  Y entonces Santiago, el más juicioso del curso, formuló una última inquietud: “Si te tomaras la pócima hoy ¿qué parte desconocida de ti afloraría?”. Y yo no le iba a mentir. “El miedo”, respondí. “La asustada. Aquí donde me ven, estoy más atemorizada que ustedes. Y ese miedo me ha vuelto una desconocida”. Y al final, la que aprendió algo fui yo.

Sábado 26 de febrero del 2022.

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