Incendiaria en combustión

La verdad y un poco de todo

Es cierto que al ser humano solo le interesa el ser humano. También es cierto que el espectáculo de la vida es mil veces más interesante que cualquier espectáculo ensayado y controlado para ser contemplado. Ya lo decía Kundera: lo vivimos todo «a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Por eso la vida parece un boceto. Pero boceto tampoco es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada». Es el encanto de lo imprevisible y que nos conecta con nuestra eterna vulnerabilidad humana.

Tal vez por eso, tal vez por seguir ese modelo de atracción por lo imprevisible que tiene la vida, la verdad se filtra en las creaciones artísticas por diferentes mecanismos. Es la vida que queremos hacer aparecer mediante fragmentos de verdad arrancados no ya a los personajes, sino a las actrices y a los actores que nos ponen en contacto directo con las personas que presentan con su voz y con su cuerpo. Y para filtrar esa verdad, es necesario permitir a quien interpreta expresar su personalidad.

Manifestaba Jean Renoir en su libro «Mi vida y mi cine» su oposición al método de esos directores que interpretan la escena y luego dicen: «hazlo así», buscando la corrección y el acierto del actor o la actriz en lugar de propiciar su búsqueda (después de todo, no hay nada más incierto e imperfecciones que la vida).

Para alcanzar esa verdad de la que pretendía hablar, la imitación no es necesaria, como a veces tampoco son necesarias las explicaciones sino más bien el hecho de inspirar confianza y generar un ambiente propicio para que los actores y las actrices hagan sus aportaciones personales. Favorable es a veces poner a la contra (escoger intérpretes para registros inusuales) pero favorable es también huir de la incomodidad. Así, una escena prefijada en la cabeza de quien dirige en un espacio determinado que aparentemente está en consonancia con los personajes puede paralizar a los intérpretes, mientras que un cambio imprevisto puede propiciar un contexto y una comodidad que encienda la llama que ponga todo en funcionamiento.

No hay métodos. Hay observación, hay adaptación, hay acción, hay reacción y hay verdad. Y la verdad es que no hay buen decorado ni bonita iluminación ni bonita fotografía ni gran actor ni excepcional actriz ni director genial ni directora maravillosa ni texto sublime que puedan existir de forma independiente. Todo debe concentrarse en un todo que vuele por sí solo y con su propia verdad.

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