Críticas de espectáculos

Las Manos/Cuarta Pared

Los primeros pasos
Obra: Las manos. Trilogía de la juventud I
Autores: José Ramón Fernández, Yolanda Pallín y Javier G. Yagüe.
Intérpretes: Audrey Amigo, Jesús Asensi, Esperanza Elipe, Félix Estaire, Eugenio Gómez y Asu Rivero.
Dirección: Javier G. Yagüe.
Música: La Musgaña
Sala Cuarta Pared – Madrid
Las primera imágenes que la juventud de hoy es capaz de rescatar de la memoria más recóndita; los primeros sabores, los primeros olores, residen en un pasado tan acogedor como ingrato, tan sencillo como huérfano. En el origen, en nuestro origen y porqué más explícito y contundente.
“La Manos” constituye la primera página, el rostro sin maquillaje de nuestra esencia. La vida puramente autentificada en el sabor a leña, a simiente y a campo. La primera parte de la Trilogía de la Juventud es un viaje. Un cálido viaje en los vagones de tercera de un tren expreso; un paseo a través de las palabras y personajes que Miguel Delibes imaginó en EL CAMINO o en LAS GUERRAS DE NUESTROS ANTEPASADOS; un sorbo largo y profundo de un café recién hecho en las “novedosas” cafeteras express, mientras el ayer se hace hoy a través de las eternas miradas de los instantes que se congelaron ante el “rudimentario artefacto” de un retratista que pasaba de tarde en tarde, por uno de los pueblos, hoy casi deshabitados. Un viaje, una invitación que nos es imposible rehusar. El espectador queda mágicamente atrapado por las manos de su propia niñez, de su juventud… Porque no hace tanto tiempo, no es impensable haber vivido, o haber soñado, o al menos, escuchado las mágicas historias de quienes fueron nosotros mismos en su propia piel.
Lo hermoso de esta aventura es la nostalgia sentada a nuestro lado en las sillas de mimbre que conforman un original patio de butacas. La ilusión, la inocencia viva y fuerte, en el hogar de dos campesinos cuyo futuro está en las manos impasibles de un terrateniente. La verdad que se halla en el origen de este proyecto que bajo la forma de un estudio objetivo y puramente informativo, ha abierto el cofre de los recuerdos, de los remordimientos y de las posibilidades frustradas por el afán de progreso, por el afán de libertad, por el afán equivocado de “ser más”… Cuando lo que estaba en juego era “SER”.
Mucho ha cambiado la sociedad desde “Las Manos”, desde la autenticidad, desde la propia esencia, hasta las “veinticuatrohorasaldíasietedíasalasemana”. Han cambiado los colores; fríos e impersonales, hoy; cálidos, ayer. Ha variado el ritmo, la velocidad… Ha disminuido la comunicación, los diálogos… Pero hay algo que persigue inconmovible al ser humano; hay algo que, como una sombra amenazante, como una asignatura pendiente, camina a su lado, muda y sorda.
A pesar de todo y además de todo. La desigualdad, la injusticia, la insolidaridad acosa al ser humano, como una mano encrespada e indefensa, a un tiempo. No es ella la que quiere ahogar al animal que tropieza una y otra vez en la misma piedra; no es ella la que pretende apropiarse de un futuro minusválido e incapaz; no es ella la que quiere encadenar otras manos a un inmovilismo cruel y homicida.
Es el propio ser humano el artífice de su infelicidad. Una infelicidad que sabe a campo, a la imaginación que marcó una década prodigiosa o al hoy más impersonal e insolidario.
El ser humano camina a través de los surcos de un disco, repetitivo y monótono. Comulga impenitente con los errores involuntarios y dolosos que el ayer dibujó en un futuro hipotético.
No es hoy el cielo tan azul como lo fue hace cuarenta años; no es hoy el ser humano el ejemplo inocente a seguir… Tal vez, el ser humano no ha sido nunca un ejemplo… Y mucho menos inocente…
“Las Manos” es el origen de una civilización. El germen de los recuerdos que nos hacen ser como somos… El rechazo a la tierra, el rechazo a la generosidad, a la sumisión y servidumbre.
“Las Manos” es la fusión de los distintos rostros del ser humano y la victoria del orgullo, la valentía y la soberbia. Es el tributo a aquellos que se quedaron en el camino; a aquellos que no fueron tan decididos para abandonar su hogar y abandonarse; a aquellos que parecieron equivocarse en un principio y hoy vemos que son los únicos que no se cegaron… Como cegaron los sueños a la lechera del cuento… “Las Manos” es la vuelta al hogar, a la esencia. Es el descubrimiento de las huellas que aún nos permiten desandar lo andado… La tierra, la madre tierra, guarda en sí un lugar para aquellos que, un día, partieron de su lado sin mirar atrás… Y Hoy miran atrás buscando su perdón.
“Las Manos” es un arduo y perfecto trabajo hecho con el corazón, con la ternura y sensibilidad necesarias para permitirnos el recuerdo y la sonrisa nostálgica y amorosa. Desde un rústico patio de butacas, formado por numerosas sillas de mimbre se erige robusto el ayer. Los primeros pasos de los hombres y mujeres de hoy. Los cimientos amasados en las ausencias, en las despedidas, en la omisión doliente y forzosa… Reivindicada por un grupo de jóvenes, que a partir de un soberbio montaje y una maravillosa iniciativa nos ha impartido una lección extraordinariamente necesaria.

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