Escritorios y escenarios

Lástima

Es una verdadera lástima que, aún hoy, a las mujeres nos sigan ridiculizando por querer estudiar, escribir y leer libros. Como si el pensamiento y el mundo de las ideas fuera el privilegio de unos pocos. Como si al apelar a ello estuviéramos traspasando la frontera de un territorio que no merecemos conocer. Como si nuestra necesidad fuera una causa perdida, una sin razón, una pataleta, un gesto innecesario que más bien incómoda.

Cuando una mujer tiene intereses intelectuales, en vez de ser admirada y comprendida, es acusada de “ñoña” o “nerd”, adjetivos que subrayan lo despectivo. Y es calificada como un ser que se ocupa en actividades risibles, impropias, extravagantes. ¿Y cuál es el problema de preferir invertir el tiempo y la energía en preparar una ponencia o una clase o un artículo? ¿Por qué es prioritario que ese tiempo y esa energía sean invertidos sistemáticamente en una fiesta, en alcohol o en amantes? ¿Por qué los otros se afectan cuando una mujer elige quedarse en casa estudiando? ¿Por qué nuestra necesidad de disciplina y rigor, ante los ojos de algunos, es tonta? ¿Qué es lo que molesta?

Y duele mucho más cuando la desaprobación proviene de la boca de otra mujer. Muchas veces son las mujeres más cercanas quienes juzgan a la hermana o a la amiga, al no comprender que la libertad de las elecciones debe ser respetada. Y no, no estoy hablando de mí. Aunque la situación que describo la he experimentado muchas veces. Lamentablemente, han sido pocas las ocasiones en las que me he encontrado a algún amante dispuesto a alimentar mi sed de conocimiento… Pero esa es otra historia. 

Hoy hablo en nombre de otras mujeres, de algunas amigas, hablo en nombre de aquellas que tienen ese impulso intelectual, esa necesidad de conocimiento y de pensarse el mundo para actuar sobre él, pero que entran en pánico y se bloquean porque son desvalorizadas por sus parejas, familiares o amigos en cada uno de sus intentos por dedicar su tiempo y energía a la escritura, a la lectura, al estudio. 

Que anacrónico resulta que ad portas del año 2023 el mundo siga restringiendo nuestras necesidades de conocimiento y de disfrute intelectual. Qué anacrónico y qué absurdo. 

Viernes 23 de diciembre del 2022. 

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