Tras 38 años al frente del emblemático espacio bilbaíno, ceden el testigo a un nuevo equipo
Con apenas 70 butacas, la Sala La Fundición, ubicado en el barrio bilbaíno de Deustu, es uno de los espacios más queridos por la profesión. Fundada hace casi 40 años por Laura Etxebarria y Luque Tagua, éstos ceden el testigo ahora a un nuevo equipo. Etxebarria y Tagua levantaron con mucho esfuerzo un proyecto en el que cabe la exhibición, la pedagogía y la creación, y que ha llegado muy lejos creando comunidad, creciendo con el público y organizando festivales como Dantzaldia o Lekuz Leku.
Después de 39 años al frente de La Fundición, lo dejáis y cedéis la gestión a otra gente. ¿Qué sentís?
Bueno, dejar un trabajo que ha sido pasión y militancia a la vez es bastante fuerte a nivel emocional, pero nuestra parte racional nos decía que ya tocaba hacer un cambio de relevo. Y ceder la gestión es una satisfacción enorme: primero por haber encontrado un equipo, una gente con el interés de dar continuidad y vida a La Fundición y sus programas con un nivel de ilusión, riesgo y osadía similar al nuestro. Y también porque esto ha supuesto la oportunidad de “no echar la persiana” y decir adiós. Como ha ocurrido con tantas compañías y estructuras, que conocimos y apoyamos, que nacieron y desaparecieron, por otros motivos diferentes….
¿Ha sido una decisión difícil?
Fue difícil tomar la decisión, pero ya todo el año pasado estuvo lleno de conversaciones con amigos y de gestiones de transición con este equipo y con Marian, miembro de La Fundición desde los inicios y la bisagra de continuidad….Todo este tiempo de reflexión, de ajustar compromisos con la Administración, y de conocimiento y acompañamiento entre todos, ha hecho que el pasaje haya sido muy fluido y enriquecedor.
¿Cómo fueron los inicios, qué recuerdos tenéis?
Los inicios fueron muy duros… la danza contemporánea irrumpiendo en el mundo del “teatro vasco” del horizonte de los años 80 aquí fue un choque que primero sufrió indiferencia, luego incomprensión y por fin acercamiento. Y sorprendentemente fueron, no los artistas, sino los responsables de la Diputación en esa década quienes entendieron el potencial de este tipo de trabajo que finalmente se fundiría con los otros lenguajes escénicos y plásticos, dando lugar a la multidisciplinariedad actual.
¿Cuáles han sido las fases o los hitos que ha atravesado La Fundición a lo largo de la historia?

Bueno, los inicios fueron intensos: La Fundición era una Escuela de Danza Contemporánea, aunque abarcaba también Clásico y Jazz, incorporando nombres de profesores vizcaínos que siguen trabajando en ello. La Escuela generó una compañía de danza contemporánea, Forros, de vida breve, la primera en Euskadi después de los tiempos de José Lainez con Jauzkari. Y abrió la puerta a muchos otros colectivos que han ido dando lugar a las diferentes generaciones artísticas y a las decenas de compañías que hemos ido conociendo y apoyando hasta hoy…
La continuidad de Forros fue la Cía Puertas Abiertas, que tuvo ya presencia estatal e internacional, incorporando muchos nombres de bailarines y bailarinas que después crearon sus propias compañías, que están hoy en la cartelera y desarrollando sus carreras y proyectos coreográficos y desplegando su pedagogía aquí y en el extranjero…, pero la cerramos para poder dedicarnos con más intensidad a los objetivos de presentación y visibilidad de los artistas, espacio para la creación, acompañamiento en la producción y distribución, y apoyo a la internacionalización. Para ser campamento de base. Y tanto o más posibilitadores que programadores.
El tiempo nos ha dado la razón y la transdisciplinareidad y la multiplicidad de lenguajes es ahora el horizonte en el que se mueven los artistas y el público.
Por marcar hitos y teniendo en cuenta que cada programa ha tenido unas características propias, diríamos que la Temporada en La Fundición ha sido siempre el programa de riesgo, de pequeños formatos y de ir contra la corriente, en un desafío de adaptación y resistencia a la intemperie.
El festival Dantzaldia ha servido para traer proyectos de mayor formato. En sus inicios, con más presupuesto, jugando con las dimensiones del Auditorio del Euskalduna. Y en los últimos años, para generar sinergias y trabajar en colaboración con los espacios icónicos de la ciudad: Museo Guggenheim Bilbao, Azkuna Zentroa, Museo de Bellas Artes , Sala BBK, Mercado del Ensanche…y para llegar más lejos, al Barakaldo Antzokia y otros. El festival Lekuz Leku ha sacado la danza a la calle, al paisaje urbano, y se ha encontrado con la ciudadanía, compartiendo con ellas piezas cortas en el Paseo de Abandoibarra y talleres de participación en tardes soleadas de junio. Encuentros, jornadas, talleres técnicos, charlas, talleres del espectador, sesiones de cine y video, presentaciones de libros, residencias de creación, apertura de procesos… han acompañado todos estos programas incorporando e invitando a público y artistas según el caso…
¿Qué retos os marcasteis y qué habéis conseguido?
Bien, pues los retos eran los ya mencionados, a partir de la creación en 1986 de un espacio de exhibición de cara al público, para darle a conocer las grandes posibilidades de la danza, la gran desconocida, y el gran arco conceptual y estético de los trabajos que partían de las poéticas del cuerpo. Teníamos que compartir con la audiencia este gran descubrimiento que habíamos hecho en nuestras estancias de trabajo y estudio en otros países. No podíamos dejar de dar valor a esta información. Para ellos era la programación de las Temporadas primero, y luego de los Festivales Dantzaldia en 2000 y Lekuz Leku en 2005, con la complicidad de las Administraciones que iban reaccionando en positivo hacia el rigor y la profesionalidad de los programas.
Y esto mismo se aplicaba también a nuestros artistas próximos y colegas de la comunidad artística. El espacio era un lugar de reunión, encuentro, conocimiento, creatividad y presentación de todo ellos en las diferentes programaciones, en las que se comunicaban a nivel local, estatal e internacional. Las diversas programaciones eran un reflejo abierto de todo ello.

¿Con qué dificultades os habéis encontrado en el camino?
Iniciar algo nuevo, muy lejos de la senda habitual, siempre es difícil. Era un desafío que estábamos dispuestos a correr. Era una necesidad artística y teníamos las ideas claras. El tiempo nos ha dado la razón y la transdisciplinareidad y la multiplicidad de lenguajes es ahora el horizonte en el que se mueven los artistas y el público.
La situación de “organización independiente” también ha sido otro reto en el camino: otro punto de partida nos hubiera dado más oportunidades seguramente, pero así nos hemos dado libertad absoluta para seguir una línea coherente.
¿Habéis tenido el apoyo de las instituciones?
Las Instituciones lo han entendido. Pasados los primeros años, en los que tuvimos que aprender el lenguaje de la Administración para conseguir colaboraciones, las instituciones han ido estabilizando los apoyos con el proyecto global a lo largo del tiempo. Con mejores y peores momentos, según los avatares económicos y políticos. Tal y como se refleja en todos los materiales de comunicación, hemos ido teniendo el apoyo de las administraciones locales y de la estatal. Y en proyectos puntuales y europeos también el apoyo internacional. Esto es fundamental para la continuidad de los programas.
Las sinergias con instituciones de otro tipo han ido sumando colaboraciones que amplían y enriquecen la oferta tanto de cara al público como de cara a los artistas. Hay que tejer muchas complicidades, pero pensamos haber conseguido un tejido amplio y precioso, de energías, de comunicación, y de creatividad.
«La Fundición ha sido siempre el programa de riesgo, de pequeños formatos y de ir contra corriente»
Habéis conseguido algo más difícil: crear público, e incluso, comunidad en torno a vuestro espacio.
Bueno, el trabajo de sensibilización y de aproximación al público ha acompañado siempre a la curiosidad inicial y el interés de personas que, como nosotros mismos, tenían sed de conocer nuevos lenguajes, de salir de los caminos trillados, estéticos y de comunicación escénica, de descubrir puertas que te llevan a otros campos del pensamiento y de la intuición… Lo mismo con los creadores: no hemos llegado a sostener la figura de “artista residente”, como sería de desear que ocurriera en los teatros públicos, pero hemos estado continuamente cerca de los artistas con las “residencias de creación” y los procesos abiertos que posibilitar sus tanteos iniciales y sus carreras profesionales. Sí que parece que lo hemos conseguido.
Os habéis atrevido a traer propuestas poco comerciales que ni siquiera programaban espacios públicos. ¿Qué respuesta han tenido las obras más vanguardistas? ¿Hay público “para todo” en Bilbao?
Acercar la vanguardia a Bilbao era uno de los objetivos hace 39 años. Pensamos que ha sido una aportación muy necesaria sostenida en el tiempo. Especialmente hasta que la ciudad consiguió en 2010 completar un mapa de espacios municipales y otros privados, con personalidad propia también, generando diversidad en la programación y oferta cultural. ¡Misión cumplida!
Habéis asistido en primera línea a la evolución de la creación escénica en Euskadi. ¿Qué queda por recorrer para parecerse a otros escenarios de creación europeos?
Planteamientos conjuntos y prioridades de inversión.
¿En qué manos se queda La Fundición ?
La Fundición se queda en muy buenas manos. Resumiendo mucho sus especialidades y su experiencia profesional, son: Beatriz Churruca (artista plástica con experiencia en temas comunitarios y productora de la Cía Cielo Raso-Igor Calonge), Germán Castañeda (periodista y gestor de la empresa de publicidad y diseño Hirudika) y Borja Ruiz (director de teatro ,escritor y dramaturgo, de la Cía Kabia).Y Marian Etxebarria, la bisagra de continuidad que desde los inicios sigue manteniendo la sección de administración y la coordinación general. Un equipo con ganas, energía, capacidad de riesgo, y muy diversos campos de origen que pueden enriquecer mucho el proyecto.