Críticas de espectáculos

LEO BASSI/12 de septiembre

Revolución a la mediterránea

Con su traje habitual, pero cubierto de polvo como un ejecutivo neoyorquino el 11 de septiembre pasado, el provocador Bassi aparece en escena. Leo Bassi es la libertad en estado casi puro (se arropa de excentricidad); expresa sin trabas su pensamiento, que tampoco llega a ser gran cosa.
Este montaje goza de poca interacción; hace una especie de somera reflexión sobre la tragedia de las torres (le han ganado la batalla del impacto visual), con todo el respeto para las víctimas y ninguno con Bush. Al mismo tiempo, atenta contra el tranquilo y elitista juego del golf, al que no duda en tildar de «pijo».
Podemos rescatar tres o cuatro ideas del conjunto de tópicos, exabruptos y pequeños gags provocativos del peripatético Bassi. Es interesante el giro de la anécdota que cuenta sobre su conversación con el «pez gordo» del islam. También demuestra su experiencia malabar con nada menos que una enorme Biblia. Bassi es sabio en la importante materia que supone controlar y conocer como evoluciona el ánimo y gusto del público. Pero también es un volcán en constante erupción, un ser histriónico, sin complejos, desnudado de los lastres sociales. No obstante, él mismo lo reconoce, no es ningún intelectual y sus reflexiones son bastante simples y golosas para el personal, que retuerce su asnal boca mientras Bassi, por ejemplo, se unta el cuerpo de miel. Un espectáculo amortizado, con mucha energía que acabó, en el estreno, de forma apoteósica. Bassi no tiene límites, algo saludable en la sociedad de lo políticamente correcto y la censura democrática. Sin embargo, sus reflexiones sí son limitadas.

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