Rebel delirium

LIFT (II) Belarus Free Theatre

Después de graduarse en el ESCAC, la Escola de Cinema i Audiovisuals de Catalunya, mi hermano se fue a Lodz (Polonia) a continuar los estudios en uno de los centros clásicos de la cinematografía polaca. Su especialidad es la dirección de fotografía y en Lodz hay grandes profesores en la materia. Mientras estaba allí, con mis padres fuimos a visitarle durante una Semana Santa. Nos había advertido de las características de la ciudad, un mar gris de bloques y más bloques de viviendas sin ningún tipo de interés. Me acuerdo una noche que fuimos los dos a tomar un vodka con zumo de manzana. Salir de noche con mi hermano en una ciudad deprimente postindustrial comunista como aquella me resultaba excitante. Volviendo a casa nos cruzamos con el típico tipo con él que nunca desearías cruzarte. No pasó nada, pero luego mi hermano me dijo casi riñéndome, «baja la cabeza y no les mires a la cara».

Con una frase parecida empieza el tremendo espectáculo «Minsk 2011», de la compañía Belarus Free Theatre que se puede ver en el Young Vic dentro del Festival LIFT. «In Minsk, you cannot look people straight in the eyes for more than three seconds», dice Yana Rusakevich, una de las actrices. Una frase inquietante y cargada de simbolismo. La obra es una narración casi documental de cómo es el día a día en la capital bielorusa. Cada una de las escenas es una representación dramatizada de los miedos y los tabúes de una sociedad víctima de la represión por parte de la última de las dictaduras europeas. El Estado bieloruso dice que no el país no hay suicidios, ni alcoholismo, ni consumo de drogas. Pero Belarus Free Theatre es de los que piensan que para solucionar esos problemas, que verdaderamente existen, lo primero que hay que hacer es hablar de ellos. Y eso es lo que hacen cada noche en el escenario.

Como es fácil de suponer, la actividad profesional de la compañía y de todos sus miembros está perseguida por las autoridades locales y sólo pueden presentar sus espectáculos en el extranjero. Todos sus miembros, profesionales del teatro y activistas políticos en defensa de los derechos humanos, han pasado por la cárcel en numerosas ocasiones. Cuando actúan en Minsk, tienen que hacerlo en pisos y convocar al público mediante mensajes privados. Sus casas se han convertido en locales de ensayo, habiendo tirado las paredes de las habitaciones para disponer de un espacio mínimamente operativo para la práctica teatral. En Bielorusia todos los teatros pertenecen al Estado. Los directores artísticos son nombrados directamente por el Ministerio de Cultura y las programaciones que se ofrecen son rancias y anticuadas. Belarus Free Theatre es una brizna de aire fresco y modernidad entre tanto gris putrefacto. A parte de producir obras de autoría propia de calibre altamente subversivo, entre sus actividades destaca la traducción de autores contemporáneos europeos (Stoppard, Albee), que de lo contrario serían invisibles.

Todas las concentraciones y manifestaciones en defensa de los derechos políticos, sexuales y humanitarios en Minsk acaban con detenciones por parte de la policía. En una ocasión, la gente se reunió en una plaza sin ningún tipo de distintivo. No había banderas, ni lemas, ni pancartas, ni consignas. La gente se reunió en silencio. La concentración acabó también con una carga policial. «Minsk 2011» empieza con esta historia. La libertad sexual es otro de los temas importantes del espectáculo. «Minsk is the sexiest city in the world». La homosexualidad está perseguida en Bielorusia. El negocio de la prostitución y el tráfico de personas se describe como una auténtica lacra que vive el país. Cantidad de jóvenes se ven obligadas a acceder a este negocio ante la ausencia de alternativas.

La obra acaba con todos los actores sentados ante los espectadores. Después de haber contado el horror y las miserias de la ciudad, cada uno explica porque continúan viviendo allí. Alguno no puede reprimir las lágrimas. El compromiso de esta compañía con su país y su gente es admirable. La fe y la esperanza de que las cosas pueden cambiar se les hace evidente en sus rostros. Lección de teatro político.

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