Límites
Una proporción importante de hacer teatro es buscar los caminos para encontrar cómo materializar, corporeizar, lo que aún no tiene ni cuerpo, ni espacio. En esa búsqueda se invierte tiempo y energía. Y en cada ensayo, durante la angustia y la satisfacción, la complicidad se va construyendo, pues las emociones que surgen en ese trayecto que va del caos al orden, de la nada al todo, son vivenciadas con mucha intensidad por aquellos que se proclaman equipo de trabajo.
En la medida en que el trabajo de exploración e investigación avanza, se aprende a reconocer, a seleccionar los materiales más cargados, no necesariamente de sentido, sino de potencia sensorial o sensitiva.
Y uno está ahí, un cierto tiempo, a veces más largo, a veces más corto, “amasando ese pan”, como suelo decirles a los estudiantes. Es imposible saber con antelación cuándo estará lista la obra. Y se escogen fechas de estreno y temporadas basándose en las aproximaciones. Cuando se cae en el perfeccionismo y en la obsesión, la obra nunca esta lista, siempre hay cosas que revisar, que mejorar. También pasa que hay que mostrar la obra, aun cuando se sabe que será la primera vez “en que ruede toda” porque pese a los innumerables ensayos ella no ha podido rodar completa, con todas sus capas y artefactos.
Pero siempre es bueno ponerse límites, precisamente, porque la inversión de tiempo y energía es enorme y porque, tanto lo uno como lo otro, no son recursos ilimitados, la energía se acaba y el tiempo también. Uno desaparece temporadas completas de la vida de quienes ama, porque se está absorto en el trabajo creativo y lo normal es querer hacerlo bien. Uno quisiera que el trabajo propio le gustara a toda la gente. Pero todos somos tan distintos… Y en cuánto más pronto se acepte que no será así, más rápido se hacen las paces con uno mismo.
Es imposible que tu trabajo satisfaga a todo el planeta, así que aprende a vivir con eso, libérate de esa cadena, de esa ancla. Por eso hay que poner límites.
Domingo 22 de junio del 2025
Bogotá, Colombia.