Críticas de espectáculos

LISISTRATA de M.Mediero / Aristófanes

“EL FRACASO ARTÍSTICO DE UNA PRODUCCIÓN _____________________________________ Mirando con desafío la programación de espectáculos estrellas con firmas de Plaza y Bieito, se esperaba un competente resultado artístico de la “Lisístrata”, de Martínez Mediero. El espectáculo, anunciado como un éxito de crítica y público en 1980 -sin calcular las pretensiones ocultas del empresario teatral Paco Marsó y compañía de transitar por rumbos del teatro agarbanzado (como Valle-Inclán solía llamar al teatro comercial)-, ha acometido con más presunción que sensatez la aventura de armonizar en el Teatro Romano un complicado montaje espectacular con miras interesadas de hacer “bolos”. Tal osadía de la producción, estrenada antes en el Festival de Olite que en Mérida, ha supuesto un fracaso artístico. En Navarra, las representaciones han sido juzgadas por la crítica: como un timo “por una cuadrilla de ladrones” capaces de convertir la cultura en un mero trapicheo monetario (Pedro Izura, Diario de Navarra, 5-7-07), o como “el peor montaje teatral que he visto en mi vida, teatro aficionado incluido” (Víctor Iriarte, “El Apuntador” Onda Cero, 5-7-07). En Mérida la reposición solo ha sido una mala sombra de lo que fue en 1980. Y esto quiero dejarlo claro -como testigo de excepción-. “Lisístrata”, basada en la comedia de Aristófanes, se estrenó entonces como una producción que procuró ese destino positivo de todas las aventuras escénicas que se proponen un fin ético. Cuando Mediero escribía las más hermosas creaciones dramáticas de su fantasía y Corencia sembraba ideas escénicas de encantadora novedad. El dramaturgo acertó en la transición democrática con esta sátira ingeniosa y trascendental de la concepción del mundo griego transpuesto al mundo de la realidad ibérica, donde el grito de la protagonista tenía sentido para un cambio en las relaciones entre hombres y mujeres. La versión dio lugar a un acontecimiento que por procedimientos idóneos de escenificación el director -con sentido de fiesta, luminosidad, explosión vital y de rigurosa protesta social y humana- logró la propuesta que era de todos los extremeños integrados en la producción. El espectáculo se hizo con un excelente elenco de actores (Victoria Vera, Manuel de Blas, Terele Pavez, Migue Caiceo, Andrés Mejuto…) y a viva voz. Tuvo el mayor éxito de público del Festival y de críticos (entre ellos, Moisés P. Coterillo, Ricardo Puente y Teresiano R. Núñez loaron la producción -este último dijo en titulares: “Profetas en su tierra”, HOY, 9-7-80-). En la reposición se ha visto a la nueva producción el fondo sin fondo de un negocio redondo. Pero malogrado artísticamente. La revisión del texto ha sido trivial. Sobre el drama de “la violencia de género”, como algo más actual, el autor no desarrolla una nueva lucha femenina. Hay una impotencia para poner esa reflexión en escena y sacudirla hasta sus cimientos. La ironía cómica está desfasada y sólo es apta para mojigatos. Y las alusiones críticas oportunas han perdido la puntería. El montaje es una burda imitación del anterior, despojado de su imaginería espectacular y festiva, de personajes mágicos y acciones espaciaciales. La acción se arrastra lánguida y desmayadamente. Ha perdido la elevación y gracia de su estilo de arte tragicómico. La interpretación carece de energía y vitalidad -sólo se salva Marisol Higueras (la madre) en una escena de violación y muerte-. Casi no se les oye y la utilización de micros de ambiente es desastrosa.. A Miriam Díaz-Aroca (Lisistrata) y a Vicente Cuesta (Floripón) se les vio como pasmadotes en una representación que se desarrolla lenta, casi farragosa, contribuyendo al frío clima conseguido. PUBLICADO EN “EL PERIODICO EXTREMADURA” (15-8-07)

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