Escritorios y escenarios

Lo que me gusta

Lo que me gusta de hacer una obra de teatro, es lo mismo que me gusta de enseñar. Y eso que como he reconocido muchas veces, la educación artística me genera un permanente estado de crisis. Sin embargo, mentiría si no fuera capaz de reconocer que en el acto de enseñar hay elementos interesantes, al menos para mí, pese a todas las dificultades. Y como venía diciendo, ese acto creativo que resulta ser un montaje hace brotar en mí, a un ser que se dispone a escuchar, a conversar, a comprender, a motivar y a acompañar a esos otros que son los actores y las actrices.

Algo similar me ocurre cuando debo dar una clase, bien sea teórica, práctica, de historia del teatro, por poner un ejemplo, o de creación… estos escenarios me colocan en un papel que me exige aprender a pensar en la otredad, para el caso en un colectivo de estudiantes, lo que supone disponerme, una vez más, a escuchar, a conversar, a comprender, a motivar y a acompañar a esos otros que son los estudiantes.

Lo cierto es que, en ambos lugares, el ejercicio parte del mismo principio: yo en una relación con los demás, por lo general con un grupo, en contadas ocasiones con un individuo, pero no en una relación en la que yo debo borrarme, perderme y anularme, ni tampoco imponerme y auto-referenciarme ni como centro del universo ni como astro que todo lo ilumina. Más bien se trata de una relación en la que yo, diferenciándome de los demás, puedo construir y establecer lazos y vínculos lo suficientemente estrechos, sólidos, seguros para sostener un proceso de cooperación.

Lo que me gusta de montar una obra de teatro, es lo mismo que me gusta de enseñar, que en ese estar con los otros aprendes y mientras aprendes, disfrutas estando con los otros, porque ese acto de complicidad que es tener un objetivo común te hace sentir acompañada. Estás acompañada de otros que no siendo como tú, y hasta siendo completamente opuestos a ti, saben que estamos subidos en el mismo barco. Y en el horizonte, únicamente se divisa el mar.

Cada vez que me toca atravesar ese océano de la incertidumbre creativa, o de la incertidumbre que genera querer enseñar algo y dar muchas vueltas para diseñar cómo podría enseñarse, lo que me produce satisfacción es saber que no hago ese viaje sola, sino que estoy rodeada con y por otros que también están ahí conmigo preguntándose las mismas cosas. Al final estamos juntos, cooperando y buscando como llegar juntos a buen puerto. Y en ese viaje, la soledad se disipa.

Domingo 25 de mayo del 2025.
Bogotá, Colombia.


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