Los personajes y ‘El silencio’ de Elena Santiago
Este viernes 17 de octubre conocí a Elena Santiago García, una actriz andorrana de treinta años que, durante la pandemia, según contó, estuvo prácticamente sin trabajo. En aquel momento, pensó que esperar a que la llamaran no era un plan y que también quería proponer y generar proyectos. Pensó que le gustaría escribir una obra para poder producirla ella misma, interpretarla e intentar llevarla a los teatros. Ya se había formado como actriz en la ESAD del Institut del Teatre de Barcelona, así que decidió apuntarse a un curso intensivo de escritura dramática impartido por la Sala Beckett y allí empezó a desarrollar su primera obra, que quería que fuera una reescritura de ‘Antígona’.
Tras mucho tiempo y diferentes fases de escritura, el texto resultante no era en absoluto lo que buscaba inicialmente: una obra para una actriz, fácil de producir y poder llevarla a los teatros. Lo que le salió, sin embargo, fue una obra de gran formato, para un elenco más o menos numeroso. Una obra sobre la memoria histórica, sobre las fosas comunes, sobre los “pasadores” que, como su nombre indica, pasaban a personas que huían de la muerte durante el nazismo o la dictadura fascista española. Una tragedia que, con personajes menos arquetípicos (menos rígidos) y más individualizados (psicológicos y contradictorios), se convierte en un drama familiar, con estructura de thriller. Al final, como ella misma señaló, no se trataba de poner la obra al servicio de la autora, la actriz, sino de ponerse ella misma al servicio de la obra, de lo que el texto pedía, escucharlo e intentar servirlo.
Su ópera prima se titula ‘El silenci’ y, en lugar de dormir en un cajón esperando a que Elena tuviera el nombre y el dinero para producirla, ganó el XLIX Premi Born de Teatre 2024, organizado por el Cercle Artístic de Ciutadella de Menorca. Fue precisamente allí, en el Cercle Artístic, el 17 de octubre de 2025, donde conocí a Elena, en la presentación de las ediciones de su obra en las cuatro lenguas del Estado español que incluyen este prestigioso premio, que este año ya va por su edición número 50.
‘O silencio’ forma parte de la dramaturgia catalana traducida al gallego, en la colección de libros erregueté. Para mí fue un reto volver a escribir el texto de Elena en gallego, en la traducción, en el que la dimensión local de la lengua cobra relevancia, pues, a través de ella se entrecruzan las realidades de varias generaciones en diferentes épocas. Un texto muy valiente, por la profundidad y la dimensión de los conflictos, de alcance ético universal —aquí está el eco de ‘Antígona’— y lleno de sensibilidad, por el cuidado y la atención a la lengua del rural andorrano, en comparación con la lengua que se habla hoy, y también por el diseño de los personajes.
Elena comentó, en la conferencia posterior a la presentación de las ediciones de Arola (en catalán), Artezblai (en euskera y castellano) y erregueté (en gallego), que para ella lo fundamental eran los personajes. No solo porque ella es una actriz, sino porque, además, se metió precisamente a dramaturga para crear obras con personajes ricos y complejos, que permitieran a quien los interpretara crecer en su interpretación sobre el escenario. Elena afirmó que lo que más recordaba de una obra o un espectáculo teatral solían ser los personajes.
Aristóteles, en su ‘Poética’, parecía dar preeminencia a la historia, a la cadena de acontecimientos o acciones, como ingrediente fundamental, como si los personajes estuvieran en segundo plano y pudieran ser reemplazables. Sin embargo, lo cierto es que una obra dramática, más allá de aquellas primeras tragedias del teatro occidental, en la que se representa una historia, depende, en primer lugar, de la cantidad y calidad de los personajes que la interpretan, porque la acción la llevan a cabo principalmente los personajes. Y, sin duda, son los personajes, como las personas que observamos desde la platea, los principales dispositivos para despertar nuestra empatía. Son los personajes, con su acción y carácter, dos conceptos simbióticos e interdependientes: acción y carácter, quienes se erigen en espejos, en nuestro reflejo.
Elena tiene razón, en el teatro dramático, dentro del ámbito del realismo, los personajes son quienes nos roban el corazón. Y lo hacen porque, sin duda, son el corazón del drama. Ahí tenemos a los de ‘El silenci’, una obra con mucho gancho, con una trama dramática infalible y con personajes llenos de complejidad y profundidad. Una obra con emoción y dilema ético, donde lo personal es político, como en Ibsen. Ahí tienen la pieza de Elena Santiago, para disfrutarla en la lectura o, mejor aún, para jugarla en las tablas.

