María y yo compartimos espacios, ella era actriz y yo entrenador vocal para la compañía de la que ella formaba parte. 13 años después me encuentro con una mujer con un impulso vital apasionado, que vive la creación teatral como un serio juego que busca incomodar a las certezas, lanzar preguntas, reflexionar y generar momentos que despierten la empatía. Converso con la mitad de La Dramática Errante de experiencias, deseos y sobre estos últimos años de una trayectoria en absoluto errática.
Juan Carlos Garaizabal: María, para empezar una ecuación, en sentido figurado. Si un libro fuese la extensión de la memoria y de la imaginación, ¿para ti qué sería el teatro?
María Goiricelaya: Yo creo que sería una extensión de las pasiones alegres y del deseo.
JCG: María, si no me equivoco y si puedo decirlo en alto, 42 años, ¿no? Una trayectoria profesional que en los últimos 8 años va a la velocidad de un meteorito. 18 direcciones de escena, 7 textos propios, programadora artística de la Sala BBK en Bilbao y dirección artística Festival de Olite compartida con Ane Pikaza tu socia de La Dramática Errante. ¿Tú cuándo respiras?
MG: Respiro porque hago grandes esfuerzos para respirar. Respiro cuando busco momentos para la soledad y la calma, que es lo que me permite estar el resto del día activa y ser productiva. Y respiro porque tengo mucha ayuda a mi lado.
JCG: En esos momentos de calma donde tú puedes conectar contigo, ¿tienes a mano una tablita de quesos? Alguien me ha chivado algo.
MG: Bueno, es verdad. No es algo que oculte. Soy turófila. Podría alimentarme exclusivamente de queso. No lo hago porque no lo veo muy saludable… pero, sí, podría comer queso 24 horas al día.
JCG: Has ido tocando bastantes palos en tu recorrido hasta llegar hasta el día de hoy. Estudiante, actriz, profesora, producción y distribución de la compañía teatral Tartean. ¿Estos pasos te han ido permitiendo ir vislumbrando el lugar que querías ocupar o es algo que simplemente la vida te ha ido presentando?
MG: No sé, Juanki. Nunca he tenido muy en mente esta cosa del “lugar que quería ocupar.” Lo que sí que creo es que, he sabido integrar el aprendizaje que me ha dado el haber trabajado en muchos ámbitos distintos dentro del teatro. Creo que eso te da un saber, un conocimiento y una experiencia que probablemente ha ayudado a que ahora esté en este lugar. Creo que, trabajar en la distribución, la producción, es decir, en ámbitos que no tienen que ver con lo puramente artístico, te da también una noción amplia de cómo funciona el teatro y también ayuda, en mi caso mucho, a dirigir mis pasos a nivel artístico. Hay mucha creatividad dentro de la gestión cultural, de la producción, de la distribución… y esto, aunque de un modo diferente, ayuda mucho a ubicarse después en lo artístico.
JCG: Tenía preparada alguna pregunta en relación con ese parlamento interior entre la dramaturga, la experiencia de la producción y la directora de escena hablando entre sí y buscando marcar la línea a seguir teniendo en cuenta todos los elementos. Fíjate, en muchas de tus entrevistas utilizas la expresión,’ mirada poliédrica’, que se podría aplicar también a estos aspectos más creativo-prácticos de la construcción de una pieza. ¿Esa forma de mirar desde ángulos diferentes está siempre cuando abordas una historia y la pones sobre la escena?
MG: Yo intento que esté siempre porque creo que lo que la historia cuenta es más importante que lo que la directora o la dramaturga piensa. A mí me gusta verme al servicio de las historias. Me parece que es inevitable que parte de mi impronta quede reflejada en lo que se cuenta, en cómo se cuenta… pero arrojar certezas o sentencias sobre lo que yo pienso es muy poco interesante para el público. Creo que es mucho más rico, como sociedad, el lanzar preguntas y que juntas abramos espacios de reflexión y debate. Creo que eso es mucho mejor, más interesante. Abrir espacios y lugares comunes de pugna o de reflexión es una herramienta mucho más útil para la sociedad.
JCG: Entonces, sea como dramaturga que como directora de escena tienes que hacer el ejercicio de colocarte detrás de la pieza y que sea esta la protagonista.
MG: No es fácil. La tendencia general es identificar a las directoras y/o dramaturgas con aquello que ponen en escena. A mí, me gusta llevar a escena cosas que me incomodan profundamente. Es parte del sello construido en La Dramática Errante y tiene que ver con eso; con no abordar cuestiones cómodas sino apostar por cosas que a nosotras también nos molestan, nos incomodan, nos suscitan inquietud. Muchas veces no estamos de acuerdo con las cosas que ponemos sobre un escenario, pero nos parece que también hay que hablar de ello y mostrarlo en ese lugar.

JCG: ¿Es posible poner un ejemplo de eso con lo que no estés de acuerdo? Eso sí que guarda en sí mismo un ejercicio de generosidad.
MG: Claro, si hablamos de “Altsasu”, que ha sido un espectáculo bastante controvertido, creo que siempre hay una tendencia a esperar que la autora se posicione; que la pieza se posicione. Hay cierto desasosiego al no ver la balanza desequilibrada hacia algún lugar… De repente, no se entiende por qué el espectáculo no se inclina ni hacia un lado ni hacia el otro. Para nosotras esa equidistancia y esa no complacencia a los relatos implicados o a las certezas e ideas preconcebidas del público es muy importante; el ver que el espectáculo genera mucho debate y que, efectivamente, no acaba de satisfacer a nadie.
JCG: De hecho, tenía una pregunta sobre este tema. Cuando se estrenó “Altsasu” parece ser que ni los familiares de los detenidos ni los familiares también de los guardias civiles estaban contentos. Eso, a alguien ajeno a los hechos le puede hacer pensar que el trabajo está bien hecho.
MG: No sé si a alguien ajeno a los hechos le puede hacer pensar eso… A nosotras, desde luego, nos lo hace pensar. A mí me lo hace pensar. Nos da tranquilidad pensar que trabajamos para el público en su más amplio espectro o para la sociedad y no para la satisfacción de un grupo pequeño. Y, creemos que La Dramática es ese territorio, esa compañía un poco desconcertante; hacen Altsasu, después una libre versión de Yerma, ahora estrenan una tragicomedia sobre el buen morir… Nuestro sello es reconocible, pero los espectáculos y las temáticas no están al servicio de este, sino que vamos cambiando nuestra forma de crear dependiendo del tema que abordamos. Y yo diría que, si algo nos caracteriza, es este cuestionar incómodo y reflexivo, y es bello ver que todo el mundo que sale del teatro tiene algo que decir o tiene ganas de comentar sobre eso que acaba de ver.
JCG: ¿No te coloca a ti, por el hecho de que eres tú la dramaturga y la directora, en el lugar de llevarse las tortas? ¿Tienes la vivencia de sentirte incomprendida?
MG: No diría incomprensión… aunque es verdad que tendemos a clasificar a las personas. Estamos activando prejuicios a cada segundo y, yo vengo de dónde vengo, tengo el apellido que tengo y se me ha clasificado y reclasificado de muchas formas, ¿no? Cuando trabajo en Madrid soy una cosa, cuando trabajo en Bilbao soy otra y siempre me he sentido muy en mi sitio y a la vez en tierra de nadie. Lo que sí es cierto, por qué no decirlo, es que no tengo ninguna necesidad de justificar quién soy. Tanto Ane como yo asumimos este lugar en el que el público nos coloca, donde sabemos que habrá personas para quienes tu trabajo será maravilloso y otras a las que no les va a gustar nada. Y está bien así; es el juego establecido dentro del arte en general y de la creación. Hay que asumir cuál es ese lugar donde la gente te coloca y cuál es el lugar en el que tú te colocas a ti misma.
JCG: Cambio de tercio. Quizás hay algo que muchos no sepan. Y es que, estuviste estudiando teatro musical, en la Central School of Speech and Drama de Londres. ¿Qué recuerdo tienes de esa época?
MG: Londres fue para mí, mi primera gran aventura de vida. Fue el momento en el que yo me abrí al mundo, el mundo se abrió a mí y conocí un montón de personas increíbles de las cuales tengo registradas millones de anécdotas, vivencias y experiencias que me acompañan hasta el día de hoy. Sobre todo, fue el aprendizaje de verme pequeña en esa gran ciudad, en ese mundo tan complejo. Londres tiene todo el vértigo, toda la velocidad y toda la fiereza que tiene una gran ciudad donde mucha gente quiere dedicarse a las artes escénicas y para mí, fue un momento bellísimo de aprendizaje personal y de crecimiento. Y también de ver que, muchas veces, esta idea de lo grande, de lo que está ahí afuera, de la pelea constante por conseguir algo, no es necesaria. Me volví de Londres, porque el futuro que me esperaba allí era muy pequeñito. Después de hacer teatro musical, con mi acento y con mi aspecto, a lo que podía aspirar allí era quizá a algún papel pequeñito en algún musical. Siempre me decían eso: tu acento no es perfecto, tu físico es el que es y tu futuro aquí será este. Y al ver esa realidad, me volví a Bilbao pensando que quizá el teatro que yo quería hacer era otro y que yo tenía otros sueños.
JCG: ¿Importarías algo del teatro londinense al teatro que se hace en España?
MG: Bueno, importaría todo el sistema que tienen de ayudas, que creo que es muy necesario. Importaría también, cierto sentido de lo que es el teatro como modus vivendi, como oficio, como un medio del que las y los artistas realmente pueden vivir.

JCG: Y, al contrario, ¿exportarías algo del modo de hacer teatro en España a Inglaterra?
MG: Es verdad que, yo siempre he tenido una mirada muy puesta en Europa. Me interesan mucho las formas y fórmulas de creación europeas. Si hablamos del País Vasco, yo creo que nos queda todavía un largo recorrido para mejorar y que nos faltan herramientas a nivel creativo. Y, si hablamos del estado, me sucede un poco lo mismo. Hay grandes creadoras y creadores a los que admiro, pero creo que vamos todavía un poco por detrás y que algunas formas de teatro se han quedado un poco estancas en los últimos años.
JCG: Volvamos a ti. En los últimos cinco años tu carrera se intensifica desde que en 2020 das un salto y diriges para el Teatro Arriaga, “Madre Coraje”, en plena pandemia. ¿Cómo viviste aquella experiencia y qué aprendizaje extraes de aquel momento tan particular?
MG: La verdad es que la pandemia fue un momento muy duro, no solamente por esta hecatombe sanitaria mundial, sino porque para mí era mi primera gran dirección en el Teatro Arriaga, además, con un elenco muy grande. Nos quedamos a dos días de estrenar. Tuvimos que pararlo todo. Había mucha incertidumbre sobre si podríamos estrenar definitivamente o no y finalmente, conseguimos estrenar en octubre con toda la intensidad, la fuerza y las ganas de lo que efectivamente fue un salto importante en mi carrera. En este sentido, tengo mucho que agradecer a Calixto Bieito porque fue muy certero a la hora de hacerme este encargo. Yo no hubiera elegido a priori ese texto, no tenía muchas ganas de meterme en un Brecht… pero Calixto acertó de lleno sacándome de mi zona de confort.
JCG: Momentos de juego. En el 2017 La Dramática Errante comenzó a caminar, – por cierto, este es un verbo que tú asocias a la compañía que compartes con Ane Pikaza – y en el 2021, otro paso importante fue consolidarlo como sello artístico. Y ahí llegaron dos títulos, “Altsasu” y “Yerma”. La cosa va de pares.
MG: Va de pares y, de hecho, es algo que tenemos que reconducir para poder descansar y disfrutar también de las creaciones. En 2021 tuvimos “Altsasu” y “Yerma” y este año tenemos “Ni flores, ni funeral, ni cenizas, ni tantán” y una versión libre de “Romeo & Julieta”, y en el medio llegó “Filtro”, que es la primera coproducción internacional de la compañía.
JCG: Has utilizado un verbo que, me da pie para introducir la siguiente pregunta. Agitar. ¿Qué diferencias y distancias tiene vuestro teatro social con el teatro político o con un teatro épico?
MG: Para mí, de alguna forma, todo el teatro es político. Siempre hay algo político y luego, hay elementos épicos en algunas historias y en otras no. Sí que es verdad, que lo social es algo que a Ane y a mí nos atraviesa porque nos sentimos de forma natural llamadas a contar este tipo de historias. Y en relación con la cuestión puramente política, es verdad que yo la he tratado en diferentes espectáculos hablando del conflicto vasco… pero no es algo que yo trate desde lo racional. No es que quiera hablar del conflicto vasco o de sus aspectos políticos, no. Yo hablo más desde la perspectiva humana, desde alguien que ha nacido en un territorio, que es el que es, que tiene una edad y que, por tanto, ha vivido años muy duros en su tierra. También porque muchas veces el cómo se percibe política y socialmente a la sociedad vasca se me hace injusto porque todo es blanco o negro y se omite la escala de grises. Tiene que ver más con eso. No hay una voluntad de decir vamos a por una historia política, sino de ¿qué hay de esta herida que llevamos dentro? ¿Podemos de alguna manera, no sé si sanarla, pero, por lo menos, visibilizarla con el arte? Y, es desde ese lugar desde el que Ane y yo pensamos y soñamos lo que vamos a contar.
JCG: Como ejemplos de un teatro político social se nombraban ciertas obras de Antonio Gala y de teatro político épico a Brecht. Entre estos dos polos, ¿dónde os colocáis?
MG: La Dramática está un poco al servicio de la historia. Cada historia exige una forma, no sé si un género, pero sí una forma individual para ser contada. En “Madre Coraje” la forma era más épica, tenía ese componente del distanciamiento… En “Yerma” nos fuimos a un código mucho más realista, naturalista. Ahora, con “Ni flores, ni funeral, ni cenizas, ni tantán” hemos abordado la tragicomedia. Creo que no es conveniente para Ane ni para mí atarnos a una forma única o a un género único. Sí que hemos tratado mucho el teatro documental. He trabajado mucho con la parte de ficción documental en “Nevenka”, “Altsasu” y en “Filtro”. Quizás sea algo que viene de mi anterior vida periodística… pero no es algo que pensemos como una forma única. Es decir, nuestro sello es reconocible por lo que provoca, pero nuestras formas de crear son distintas. Ahora arrancamos los ensayos de “Romeo & Julieta” y el proceso de creación va a ser, seguro, distinto. Cada espectáculo es un animalito que requiere de cuidados distintos, y que necesita que estemos muy atentas a lo que exige, a qué necesita para crecer, cómo mimarlo para que después vaya a buen puerto.

JCG: Con “Altsasu” y con “Yerma” os llovieron, te llovieron, nominaciones y finalmente un Max. Pero hubo un trabajo anterior que empezó a recoger reconocimientos por mejor autoría revelación y mejor espectáculo revelación “ Lyceum Club”. ¿Cómo recuerdas ese primer momento?
MG: “Lyceum Club” fue candidata a los premios; no llegó a la final. Hablaba de la creación del primer club feminista en España y es el espectáculo que, de alguna forma, prendió la llama de la creación de La Dramática. Y es verdad que Ane y yo tenemos un recuerdo buenísimo de esa pieza. La primera vez que llegué a la final de los primeros Max fue con “El patio de mi casa/ Harri Orri ar””. Era un espectáculo que hablaba, precisamente, de las diferentes ideologías políticas que conviven en una ciudad como Bilbao. Hablaba de esta sociedad, como decía antes, diversa; de esa diversidad que a veces, no se refleja de fronteras para afuera.
JCG: A lo largo de esta conversación has repetido varias veces las palabras incomodidad, lanzar preguntas y confrontar. ¿Por qué te fijas más igual en un tema que en otro?
MG: No hay una búsqueda intencionada. Cuando Ane y yo pensamos en contar cosas hablamos un poco de lo que nos pasa en el presente. “Ni flores, ni funeral, ni cenizas, ni tantán”, nace porque en el 2021 cuando yo estaba como residente en el Centro Dramático Nacional, fallece el tío de Ane y ese fue el germen de la pieza. Por el momento que estamos viviendo sentíamos que queríamos hablar de la muerte y del buen morir. Era algo que, de repente, estaba ahí. No había posibilidad de buscar otro tema porque ese estaba ahí, muy presente. Y ahora con el “Romeo & Julieta” ha pasado un poco lo mismo. Empezamos a trabajar en un proyecto por el buen trato con adolescentes de la mano de BBK, un proyecto que se llama PACT, por ese pacto sobre el buen trato y nosotras también nos preguntábamos sobre nuestras relaciones sexo afectivas, sobre qué es esto de morir de amor hoy, sobre cómo han cambiado las relaciones y cómo afrontar la crisis del patriarcado, la crisis de la monogamia, la crisis de la pareja… Viendo todo esto nos parecía que debíamos hablar del amor y del deseo y de esta cosa tan ancestral que seguimos viviendo con tanta intensidad. Este es el reto que nos toca ahora abordar ahora: el de examinar un momento en el que, creemos hay una profunda crisis generalizada sobre esto a lo que llamamos amor, deseo, erotismo…
JCG: “Ni flores, ni funerales, ni cenizas, ni tantán” ¿Me traduces “ni tantán”?
MG: Es la frase que dijo el tío de Ane antes de fallecer. Él dijo que no quería ni flores, ni funeral, ni cenizas, ni tantán. Y el tantán que, en realidad es un tambor, yo creo que se refería a todo eso que no quería, ninguna parafernalia, ningún rollo, que no quería ruido; que él quería irse tranquilo y ya está. Es una frase preciosa para un final.
JCG: ¿Cómo es tu relación con la pérdida?
MG: Mi relación con la pérdida es compleja. Y creo que es algo sobre lo que llevo trabajando precisamente los dos últimos años. Mi madre estuvo a punto de fallecer hace un año y yo, de alguna forma, procesé parte de ese duelo. Y cuando se puso bien y se curó, lo que me preocupaba era eso; que más adelante tendría que volver a enfrentarme a eso, a esa pérdida – algo que para mí es tan costoso y doloroso porque he tenido mucha tendencia a aferrarme constantemente a las cosas y a la vida. Es un aprendizaje. Para mí, al menos, lo fue. Y constantemente intento afrontar esto: que la vida es un cúmulo de pérdidas.
JCG: Una palabra que forma parte de tu declaración de intenciones es, activar la empatía. ¿Estamos en número rojos?
MG: Estamos un poco en números rojos. Y yo cada vez estoy más preocupada, y cada vez más ocupada en esto que llamamos la ternura y que a mí me produce cada vez más interés. Me siento muy llamada a eso, me siento muy llamada a la solidaridad, a la ternura, al compartir. Quizá por eso pienso en mi teatro como un teatro que ayude a entender mejor, o que a mí me ayude también a entender mejor la vida y a entender mejor el tiempo presente y a entender mejor mis contradicciones y las contradicciones que habitan en todas las personas. Y yo creo que esa empatía y esa mano hacia la ternura se me hace un buen camino hacia adelante. O por lo menos creo que hay algo de mi camino que está por ahí.
JCG: Camino, caminar, también es otra palabra que está mucho en tu discurso. Volvemos a “Altsasu”. Has dicho que un acierto era que un mismo intérprete realice más de un personaje. Y que el espectador pueda ver que, en un mismo intérprete, al que seguimos con la mirada, pueden vivir diferentes aspectos ¿Es como una herramienta de hallazgo accidental, de quebrar certezas?
MG: En el caso de Altsasu es muy claro porque, en este caso, los mismos intérpretes que interpretan a los guardias civiles, interpretan también a las personas imputadas en el caso. Me vuelve a salir la palabra incómodo, pero es verdad; es incómodo de repente ver al guardia civil en su mayor expresión de lo que es su relato, darse la vuelta y convertirse en la mayor expresión de lo que es el relato de su opuesto, de su antagonista. Y yo creo que eso en el público genera un profundo desasosiego y que es muy interesante para el espectáculo. Es una fórmula que para “Altsasu” funcionó. En “Yerma” no fuimos a ese lugar, cada personaje tenía su propia identidad, su propio carácter. Y en el “Romeo & Julieta” que estamos planteando ahora pensamos ir a la contra; en vez de un intérprete que hace múltiples personajes quizá sean distintos intérpretes los que hagan un mismo personaje.
JCG: Cuando hablabas de esta combinación de opuestos en el cuerpo de un solo intérprete, el acusado y el guardia civil, como ambas caras de una misma moneda, me recuerda al concepto junguiano de integración de los opuestos. Una forma de empujarnos hacia la empatía y acercarse hacia lo que, en principio, parece estar en mi opuesto, en mi sombra, pero que, sin embargo, están conectados y una no vive sin la otra. Es un aspecto bastante terapéutico. Disculpa el desliz psicoanalítico. Si te doy un binomio, conversación versus censura, ¿qué me dices?
MG: Conversación, conversación, conversación. Quiero decir que eso no puede ser un binomio. Conversación y censura no pueden ir en la misma frase. Yo creo que he expresado amplia y reiteradamente lo que pienso sobre la censura en los tiempos que corren y de cuánto necesitamos dejar de hacernos daño. Y no solo los artistas. Hay altos grados de autocensura en la forma de crear, por lo menos así lo percibo actualmente. Todas las personas que están en puestos de dirección artística o puestos de gestión o puestos de responsabilidad deben preservar la libertad de los creadores y de las creadoras. La censura nos retrotrae a unos tiempos que no queremos volver a recorrer y me parece, que sí: es una guerra, un bastión que no podemos dar por perdido. Llamo a la resistencia; tenemos que resistir.
JCG: Cambio de tercio. Recientemente una compañía histórica del panorama del teatro vasco Vaiven ha echado la persiana porque los números no cuadraban e imagino que también el cansancio acumulado que pesa. Y, en contraste con esta realidad, La Dramática Errante con “Ni flores ni funerales ni cenizas ni tantán”, antes de estrenar ya tenía 40 funciones vendidas e Histrión, otra compañía con la que has colaborado antes del estreno de “Nevenka”, tenía ya 20 funciones vendidas. Este contraste tan fuerte, por lo menos en cuanto a nivel de funciones vendidas, que luego no sé exactamente en que se materializa, ¿a qué se debe?
MG: No te podría decir. Entiendo que hay una cuestión, contra la que yo peleo constantemente, que son las modas. Hay algo que me llega constantemente y con lo que soy también muy firme, que es esta cosa de que “algo está de moda y después se pasa”. Yo peleo contra este discurso porque la moda es caduca por definición y nosotras venimos a quedarnos; queremos seguir trabajando, creando no desde un boom pasajero sino desde una visión que quiere perdurar. Esta profesión es muy delicada, a veces hay aspiraciones y sueños que no acaban de cumplirse… y esto es algo para lo que hay que estar preparado.
Yo no sé qué es lo que le interesa a una programadora más que a otro programador. Sé lo que me interesa a mí y cuando yo elijo un espectáculo para ser programado dentro de los espacios que dirijo es porque se alinea con una serie de objetivos artísticos que he fijado de antemano. Entonces, no tengo una respuesta para, por qué de repente una compañía tiene 40 funciones, otra 20 y otra, por desgracia, cierra.
Quizá, ¿hay temas que suscitan más interés a las y los programadores? ¿Quizá también haya cierto agotamiento por parte de las compañías más veteranas? Esto último es algo que también percibo, porque son muchos años empujando una maquinaria muy precaria y difícil de llevar adelante. Pienso que pueden ser muchos los factores los que influyen y que muchos de ellos no están en nuestra mano. Porque, más allá de lo que tú decides crear, de la propuesta artística, del tema que eliges, hay toda una serie de circunstancias que se escapan de esta lógica de producción y de qué es lo que va a tener más funciones o menos. Yo he visto espectáculos que no tenían ningún interés para mí, hacer muchísimas funciones y a la inversa; ver espectáculos que para mí tenían un gran interés y que apenas han llegado a un mínimo de funciones. Entonces, no sabría decir qué es lo que sucede dentro de los circuitos de programación para que algunas compañías tengan un mejor recorrido que otras. En lo que a mí respecta, me ato a eso; a combatir porque me niego a doblegarme a que sea una simple cuestión de modas; de esto se va a pasar y luego vendrá no sé quién… Yo creo que tenemos que salir de ahí. Y aquí, los agentes involucrados en las artes escénicas tienen que saber acompañar a las compañías sin perder de vista las trayectorias que han desarrollado a lo largo de los años. Por eso nombraba lo de las modas; está muy bien lo emergente. No hacemos más que empujar a las y los jóvenes constantemente desde los lugares que podemos, pero también hay que sostener a esas compañías que son históricas y que llevan años y años haciendo del teatro lo que es.
JCG: Preparando esta conversación me he encontrado con algunas observaciones tuyas que me parecieron que podían ser también parte de la respuesta a la pregunta que te he hecho antes y que hablaba también de que el público respondía mejor – imagino que a aquello que sucedía dentro de la escena, – a aquello que, de repente, conoce que le suena o que ha visto. Y entiendo que este fenómeno de respuesta del público puede tener también su reflejo en la taquilla. El boca a boca.
MG: Puede pasar y puede que no. Yo me encontré gente que no quería ver “Altsasu” porque no le interesaba ese tema o gente que no quería venir a ver “Ni flores…” porque estaba pasando justo ahora por una vivencia cercana a la muerte y no quería transitar ese lugar. Y está bien. Es verdad que parte del público va al teatro para sentirse reconfortado. Otra gente, la que menos, es la que va para sentirse cuestionado. Hay una tendencia hacia aquellos temas que son, quizá, más ligeros o que nos molestan menos; son temas que tienen una mayor aceptación. Y luego está la capacidad de cada uno de ir y conectarse con cosas un poco más grandes. Yo diría que, como creadora y como en la vida, lo importante es vivir con cierta coherencia. Es decir, ser coherente con lo que a mí me parece que es conmovedor o apasionante y que a la vez pueda ser apasionante para el público. Hay muchos creadores que trabajan desde algo mucho más personal, más íntimo o con una mirada menos puesta en el público. A mí me gusta mucho la comunicación que se establece con el público y me gusta mucho pensar en él y me gusta mucho pensar en que va a emocionarse, a reírse y a conmoverse conmigo.
JCG: Volvamos a lo frágil que puede ser este mundo profesional en el que estás, y al ritmo de Fórmula 1, que llevas en los últimos años, que te ha hecho crecer a nivel profesional y a nivel personal. Años en el que has cosechado toneladas de sudor y esfuerzo, también, y éxitos. A veces, ocurre que cuando uno crece, sea en lo personal que, en lo profesional, y evoluciona a pasos agigantados, y lo digo por propia experiencia, alrededor se comienza a producir como un efecto de escoceduras en la piel. Y hay personas que se escuecen, se incomodan, que ponen inesperados obstáculos y nos ponen en situaciones que nunca hubiéramos imaginado. ¿Tú has vivido algo así? Y si ha sido así, ¿cómo lo gestionas?
MG: Yo intento gestionar las cosas con amor, con entrega y con compromiso, Juanki. Desde el autoconocimiento, desde el cuidado, y como decía antes, intentando vivir mi vida con virtud y con coherencia. A partir de ahí, entiendo que hay cosas que están implícitas en mi cargo, porque yo no soy solamente directora de teatro – dramaturga, sino que además tengo un cargo como directora artística de un festival y como programadora artística de una sala. Esto es dificultoso, porque no se puede complacer a todo el mundo y es difícil mantenerse férrea frente a lo que te decía antes, los criterios artísticos establecidos; los objetivos o misión y visión que tú tienes de tus espacios. Todo hace que no estés en un lugar amable, si queremos llamarlo así, porque o estás en el bando de la creación, en el bando de las compañías, en el bando del teatro independiente, o de repente saltas a este lugar “del enemigo”, que es la visión de la programadora artística, de la directora artística, de la persona que te dice que no, de la persona que de alguna manera puede obstaculizar un proyecto. Es un lugar, sí, difícil. También creo que va con el cargo y que los noes que yo recibo también son esos noes que a mí me toca, de vez en cuando, ofrecer. Como decía al principio de la conversación, a mí me sirve mucho estar en los dos lugares porque eso me ayuda a hacerme cargo de la dificultad de los noes que recibo, y así me gustaría también que la gente se hiciera cargo de cuando yo, lamentablemente, tengo que decir que no a algo. ¡Qué más quisiera que tener una varita mágica y un montón de recursos para poder constantemente ayudar a todas las compañías y promover más cultura y más, y más, y más! Lamentablemente, no es así. Mi mayor máxima es estar tranquila con las decisiones que tomo e intentar ser una persona justa para con quien está delante y una persona justa para con que duerme cada día conmigo… que soy yo.
JCG: Vamos a saltar a tu faceta de dramaturga. Por cierto, ¿tú tienes algo que ver con María Goiri, la escritora? ¿O Gabriel Zelaya?
MG: ¡No, no! ¡Nada! No es una combinación de nada.
JCG: Ok. Lo sé. Es broma. ¿Cómo es tu proceso de crear la dramaturgia de una historia cuando creas para La Dramática o para un proyecto externo como fue el caso de “Nevenka”? Y, ¿Cómo es el diálogo entre la directora de escena y la dramaturga?
MG: Yo cuando escribo lo hago para La Dramática, excepto alguna cosa que he escrito para otra compañía que no era la nuestra y que no iba a dirigir yo. Y no lo voy a volver a hacer. No porque la experiencia haya sido insatisfactoria, que en absoluto, sino porque dentro de este momento de mi carrera me toca tomar algunas decisiones y, una de ellas, es no volver a escribir espectáculos que yo no vaya a dirigir. Y en cuanto a la relación entre la dramaturga y la directora, sí que me hago muchas trampas a mí misma porque, cuando yo escribo, ya estoy montando el espectáculo en mi cabeza. Y luego, siempre me pasa que, cuando tengo que volver al texto o cuando tengo que prepararlo para edición, tengo que darle una vuelta fuerte. Primero, porque voy montando en mi cabeza y segundo, porque rehago muchas cosas durante el proceso de ensayos. Digamos que siempre voy a ensayos con una propuesta de texto y los intérpretes, normalmente, vienen con el texto aprendido a ensayar, pero luego ahí pasan cosas que me llevan a rehacer lo escrito. De hecho, en el propio texto encuentras notas sobre la música que suena y un montón de acotaciones para la directora, y que yo voy ya poniendo ahí porque ayuda a la dramaturga a escribir.
JCG: Un diálogo continuo con lo que ves materializado sobre el escenario, ¿no? Haciendo un camino de ida y vuelta entre la escena y la escritura.
MG: Eso es. Y cambiando muchas cosas, viendo qué funciona, qué no. El texto también mejora mucho cuando empiezas a escucharlo en voz alta.
JCG: ¿Con qué rol te identificas más? ¿Dramaturga o directora de escena?
MG: Me gustan mucho las dos, pero me considero mejor directora que dramaturga. Creo que si tuviera que quedarme solamente con una sería difícil porque disfruto mucho de ambas. Disfruto mucho del proceso de ensayos. De estar ahí metida, ensayando, y también disfruto mucho del proceso de escritura. O sea, ahora llevo como cuatro días encerrada escribiendo “Romeo & Julieta” y ¡es que me encanta! Me encanta el momento de soledad, de yo y mi té, con el ordenador y mi música. Me es muy difícil quedarme con una de ellas. Sí, definitivamente, las dos. Lo que no me siento llamada es a escribir para otras personas. Me doy cuenta de que ceder este bebé no me acaba de gustar. No me acaba de gustar porque en mi cabeza, de alguna manera, ya lo he montado y, aunque el montaje del director o directora supere lo que yo había imaginado, yo ya lo siento mío. Y no quiero eso. Esta es una de las decisiones que tomé en el último año. Y también la de cuidarme e ir más despacio en esta vorágine de la que hablábamos. Vengo de años muy intensos y lo que viene por delante también lo será. Tengo ganas de estar más tranquila, de hacer menos trabajos. Este último año me estoy centrando en La Dramática, que es el proyecto donde realmente yo tengo puesto mi corazón. Estoy feliz de hacer proyectos fuera, pero también estoy diciendo que no a muchas cosas porque no me…
JCG: No te da el cuero.
MG: Sí, o no me acaban de satisfacer o no veo el riesgo o no me siento representada. Y, también es verdad, que yo me reconozco en un lugar muy privilegiado; que es el lugar de poder escoger. Esto es algo por lo que doy gracias a la vida cada día y quiero hacer un buen uso de esa suerte. Y quiero descubrir dónde soy feliz. ¿Soy muy feliz dirigiendo en un gran centro público con muchos recursos? Sí. Y también soy muy feliz estando, como he estado este año pasado, dirigiendo teatro independiente en Montevideo. Quizás, soy más feliz en este último lugar. Y esta búsqueda de la felicidad es algo que me ocupa y donde tengo muy puesta mi atención y muy puesto mi sentir. Tengo ganas de hacer cosas que me llenen mucho a nivel vital, que me empujen a vivir y que fomenten relaciones preciosas, que es, además, lo que está pasando.
JCG: Cuidando tu sentir en las experiencias. Dos de las palabras que me venían en mente al ver vuestras elecciones con La Dramática y tus elecciones en trabajos externos, son audacia y riesgo. Esta última la acabas de nombrar hace un momento. Me explico, “Yerma”, un título que evoca a la obra de Lorca y sin embargo en la pieza no hay ni una sola palabra de Lorca.
MG: Claro, es un riesgo también. O el “Romeo & Julieta” donde no sé si habrá palabras de Shakespeare. Si no hay riesgo, no voy; no quiero ir. Estamos en un momento donde vivir es urgente. ‘Vivir es urgente’ creo que repito esta frase cada semana con varios de mis amigos. Y volver a contar las historias que ya se han contado, de la forma en la que ya se han contado, aunque el envoltorio sea distinto, a Ane y a mí no nos interesa. Ya que vivimos en esta constante insatisfacción y que asumimos el feliz hecho de no sentirnos plenas en ningún momento, vayamos hacia esa búsqueda, hacia la búsqueda de aquello que nos emociona, de aquello que nos desestabiliza, de aquello que nos provoca. Para mí es emocionante, sí. Es emocionante hacer un “Yerma” que no tenga palabras de Lorca, a pesar del riesgo, a pesar de que a los más puristas les parezca un sacrilegio. Creo que también es divertido y que hay algo de valentía y de osadía en tomar riesgos en la vida, a pesar de que eso pueda conllevar algunas decepciones, claro.
JCG: Y, adaptaciones muy libres también. ¿Puedes hablar, sin hacer spoiler, de esta versión de “Romeo & Julieta”?
MG: Teníamos ganas de abordar esta cosa de las relaciones líquidas que tiene la generación Z, de ver cómo en el presente las relaciones se viven de una manera mucho más libre y mucho más fluida. También para cuestionar el tipo de relaciones que tenemos las generaciones más adultas. Cuestionar la monogamia, cuestionar el matrimonio, las relaciones de pareja más convencionales, cuestionar el modelo estructural de familia hasta ahora… Y también hablar del deseo. Estoy leyendo bastantes ensayos filosóficos sobre el amor, el deseo, el erotismo…. un montón de cosas. Y nos planteábamos cómo hacer un “Romeo & Julieta” donde tomando el texto de Shakespeare original pudiéramos revolucionarlo hasta traerlo al presente y quizá mostrar cuándo se rompe el amor hoy o cuándo el amor es imposible hoy. Vemos a estos dos adolescentes marcados por el deseo dándole también la vuelta a esta creencia de que “Romeo & Julieta” es una historia de amor. No; “Romeo & Julieta” es una historia de dos adolescentes y del odio entre sus familias que, básicamente, es lo que propicia una historia desarrollada en cinco días con seis muertos. No sé cuánto de amor hay ahí. Sí que es un gran flechazo. ¿Dónde están los flechazos hoy? ¿Qué mata las relaciones hoy? ¿Qué es vivir un amor así en el presente? ¿Cómo nos abandonamos? ¿Cuánto peso tiene el sistema actual en el que estamos de alguna manera empujados a movernos que sigue siendo monogámico, patriarcal con ciertos valores que ya están dejando de funcionar? ¿Dónde está esa apuesta por vivir, por perseguir el deseo y por crear otro tipo de relaciones donde el amor no se viva como una falta sino como otra cosa?
JCG: Hablando de amores, aunque sea de otro tipo amor. Imagino a quién te diriges, pero quién es, ¿no? “mi jimagua del alma”? ¿Puedo leer un texto que has publicado por ahí en Facebook? ¿Me das permiso?
MG: Ja, ja, ja. Sí, claro.
JCG: “Hay días que se me olvida que hemos construido un sueño juntas, que tú fuiste masa y yo natasa, que yo me fui a Londres y tú a Italia, que el amor nos derribó una y mil veces pero que juntas le pusimos un tapón al bote y seguimos remando entre las olas, que hemos recorrido mil ciudades lanzando bajo la lluvia en La Habana, reído hasta morir en Lisboa, amanecido en Miami, volado a Barcelona, cenando hormigas en Bogotá, dormido en Moscú y vivido mil aventuras más, que tú siempre llegas tarde y yo pronto, que las dos queríamos coger aviones, que juntas nos lo hemos bailado y llorado todo, que hoy, aunque con mucho sudor, tenemos aquello que siempre soñamos. Te quiero infinito mundo, mi jimagua del alma, y aunque hoy la dramática somos cuatro fueguitos y una enorme y preciosa familia errante, muchos días te miro y pienso, Gracias Vida”.
MG: Sí, mi jimagua del alma es Ane. La palabra jimagua es una palabra cubana, significa mellizo. Ane y yo nos conocimos en la escuela de teatro en el 2003 y llevamos más de 20 años juntas en lo personal y en lo profesional. Y a veces, con este tsunami del que hablábamos, de estar liderando las dos una compañía que tiene mucha suerte, se nos olvida todo lo que hemos recorrido, lo mucho que nos ha costado, las decisiones que hemos tomado, los sacrificios que hemos hecho, y el precio también de cumplir sueños. Yo creo que también en esta era de la felicidad absoluta a la que nos empujan, ‘lucha mucho, persigue tus sueños, todo va a pasar’. Bueno, pues no es así, todo no pasa, a veces la vida tiene otros caminos y otros planes. Nosotras tenemos la suerte de que algo está pasando y, a veces, se nos olvida celebrarlo o se nos olvida decir en alto, ¡qué suerte hemos tenido! No sin mucho esfuerzo, pero qué suerte poder hoy estar viviendo de lo que amamos. Y es bonito recordárnoslo y recordar que el éxito no tiene que ver con lo económico o con lo laboral, sino con lo vital. Y, para mí, tener a Ane en mi vida es una gran señal de éxito. No sólo en lo profesional, sino porque todas las vivencias que tengo con ella son preciosas a nivel vital.
JCG: El germen del camino, ese coger la mano del otro que inició el viaje.
MG: Sí, claro. Lo bueno de este binomio es que somos muy distintas. La Dramática surge porque yo le dije: ‘Voy a montar una empresa, vienes conmigo o voy sin ti’. Ja,ja,ja. Y Ane tardó como dos días en decir ‘Sí, venga, voy.’ Yo soy el impulso, más kamikaze, si queremos llamarlo así. Y ella siempre tiene una parte más reflexiva. Somos muy distintas. De hecho, en el texto que leías cuando hablábamos del bote del amor, hay una anécdota muy graciosa. Porque en un momento que yo había roto con una de mis parejas y estábamos charlando sobre el por qué de esa ruptura, yo le dije: “Hay un agujero en el bote del amor”. Y entonces ella, que es ilustradora, me hace un dibujo y me pasa el dibujo de un bote de mermelada ¡Un bote de mermelada! Y, yo no entendía lo que estaba pasando. Y yo, ‘¡no, Ane, que no: que hay un agujero en el bote! ¡El bote es un barco! Es un bote que tiene un agujero y entonces hace aguas y por eso hay un agujero en el bote del amor’. Y ella había dibujado un tarro de mermelada con un agujero. Está bien que estas dos mentes tan dispares estén haciendo algo juntas porque creo que aquí hay mucha riqueza y mucha diversidad de imaginarios.
JCG: ¡Si el amor es mermelada se va por el agujero del bote! Ja,ja,ja
MG: Ja,ja,ja. Claro, claro. Yo no entendía aquello. No entendía por qué había hecho un agujero en un bote. Pero bueno, la metáfora es libre de ser interpretada, claro.
JCG: En el 2022 habéis comenzado las dos directoras artísticas del Festival de Olite, con dos cabezas llevando un festival. ¿Cómo está siendo la experiencia de este histórico festival?
MG: Nosotras estamos felices. Llegamos con una propuesta muy marcada. Marcando una impronta clara de nuestro carácter, de lo que creíamos que tenía que ser Olite y de cómo darle una vuelta profunda al festival. Han sido cuatro años; este es el cuarto y se acaba nuestro mandato de dirección artística este año y las dos hacemos un balance muy satisfactorio de cómo llegamos a Olite y cómo lo vamos a dejar. Es verdad que nuestra voluntad es volver a presentar proyecto de dirección artística porque creemos que todavía tenemos camino por delante, pero es un concurso público, y estamos muy de acuerdo con la apertura de concursos públicos y licitaciones para este tipo de direcciones. Sea lo que sea, estará muy bien. Pero estos cuatro años han sido un privilegio. No solamente por la inmensa creatividad que hay en poder dirigir un festival (que para mí lo tiene todo a nivel creativo), sino porque hemos conocido a un montón de personas estupendas y hemos disfrutado de trabajos fantásticos y antológicos para el teatro.
JCG: ¿Hay diferencias entre dirigir un festival y la programación de una sala?
MG: La programación de una sala implica, en mi caso, que la cuantía de espectáculos a programar es menor. Sala BBK y Olite comparten bastante sus objetivos, ya que hay una parte que viene con la persona, con la dirección artística, de ahí que haya objetivos similares. En el caso de Olite, al ser un festival, es verdad que se debe mucho al territorio, porque es la cita más importante de Navarra a nivel escénico, y claro, tiene otra dimensión. Sala BBK es un espacio de exhibición dentro de Vizcaya, y el festival de Olite es una cita crucial para Navarra. Sí, es un lugar donde durante tres semanas acoge una gran revolución escénica, y pasan muchísimas cosas, se vive todo de una forma mucho más intensa; una intensidad, que quizá no tenga una programación regular.
JCG: Nos acercamos al final, María. Vale, ahora estás enfrascada en esta versión de “Romeo & Julieta”. Pero si echas un vistazo a las cosas que os duelen, que incomodan, ¿hay algún tema por ahí hacia donde se te va el olfato, se te va la mirada, que luego igual no se materializa en un espectáculo, pero que sí te está incomodando y que quieras abordarlo?
MG: Es difícil. Porque justo para mí este año es fuerte. Es cíclico: siempre tengo un año de estallido y un año un poco más tranquilo. En un año de estallido, como este, voy con cuatro estrenos. El primero ha sido “Ni flores…” con la buena muerte. Ahora estreno una cantata con la Orquesta Sinfónica de Euskadi, en el Kursaal, en mayo. En junio estreno “Dysphoria”, un espectáculo nuevo en el Teatro Alhambra, sobre el fraude de género y sobre la disforia de género. Después vamos con el “Romeo & Julieta” … En el horizonte tengo varias cosas en Madrid, pero como texto propio todavía ando dándole vueltas a distintos temas. Es verdad que a raíz de trabajar con “Filtro” en Uruguay hay una cuestión que sobrevuela también mi imaginario y que tiene que ver con la impunidad… Es un tema que me suscita interés. No sé si se materializará en un texto concreto… pero creo que ahora nos queda un tiempo largo hasta que vuelva a escribir algo para La Dramática. Y nuestra idea también es darnos el espacio, el tiempo y la vida que los espectáculos merecen. “Altsasu” y “Yerma” se estrenaron en el 2021 y terminan ahora en mayo del 25 con una vida de cuatro años. Y para nosotras lo ideal sería que “Ni flores…” y “Romeo & Julieta” también tuvieran esta oportunidad. Porque también hay algo de sostenibilidad y rentabilidad que creemos que los espectáculos merecen. Merecen tener vida, tener recorrido y ser sostenibles en el tiempo. Por eso no tenemos prisa por seguir creando. Quiero disfrutar del proceso de ensayos y que estos dos espectáculos vayan a donde tengan que ir. “Filtro” también vuelve el año que viene, tras una gira aquí de tres semanas. Quiero ver crecer estas piezas y disfrutarlas antes de pensar en las siguientes.
JCG: Se te ilumina la mirada cuando piensas en ver crecer las piezas.
MG: Sí, es que pienso en cómo nacieron “Yerma” y “Altsasu” y todo lo que han traído después. Sobre todo, eso: valoro mucho las experiencias, los sitios a los que han llegado los espectáculos. Todo lo que hemos vivido aquí y a nivel internacional. No pienso en el espectáculo en realidad; lo que estoy pensando es en el asado que nos comimos en Uruguay, en la noche que fuimos a cenar en Bogotá, en lo divertido que fue llegar a Barcelona y estar en el piso con todo el equipo… Pienso en la familia. Pienso en lo genial que fue rodar en el Camino de Santiago las imágenes para “Ni flores…” Hay algo de los procesos y después de las giras (a las que yo no puedo ir habitualmente), que se me hacen muy gozosos a nivel vital. Y, para mí, eso es verlos crecer. No solamente ver cómo el público disfruta de la pieza (que también), sino ver cómo el equipo disfruta de ese trabajo que está haciendo.
JCG: Has dicho una palabra antes que está por ahí como un farito, que es impunidad. Y al hilo de eso tenía una pregunta para ti. Siri Hustuedl, escritora y ensayista poeta y Premio Princesa de Asturias de Letras 2019, forma parte de una asociación de escritores por la democracia, que antes se llamaba escritores contra Trump y que tuvieron que cambiar el nombre. Ahora están luchando contra la opresión que está ejerciendo el nuevo gobierno estadounidense, por ejemplo, contra las universidades o sobre todo la Columbia. Ella dice, ‘las palabras importan y las palabras son acción. Y eso puede hacer algo que cambie el poder o que el que esté en el poder se vaya.’ ¿Cuáles son las palabras que darías tú para responder a la situación social que nos rodea?
MG: Madre mía, ¿cuáles son las palabras que yo escribiría?
JCG: Sí, que tú dirías en contestación a lo que ves. En contestación, por ejemplo, a la impunidad, cogiendo este señor que tenemos por allí, por Estados Unidos, que parece que es el dios del McDonald’s.
MG: Claro, el dios de McDonald’s ha tenido a bien promover este slogan, que es M.A.G.A, ¿no? ‘Make America Great Again’. Y yo creo que me apropiaría de ese slogan. Yo diría, ‘Make artes escénicas great again’. Y creo que el lugar que me ocupa, que nos ocupa, a nivel vocacional, tiene que ver con eso. Desde un lugar pequeñito, que es la compañía que desarrollamos o el espacio que dirigimos, comenzar a implementar todas aquellas cuestiones que, como el efecto mariposa, puedan resonar en la otra parte del mundo. Sigo pensando que los gestos pequeños cambian poco a poco las cosas. Y nuestra tarea es un poco esa; el desarrollar una compañía de carácter feminista que se preocupe por los cuidados de su equipo, que piensa en otras formas de crear, que piensa de forma conjunta desde un lugar horizontal y que, poco a poco, puede ir generando modelos o nuevos modelos que sean referentes para todas esas personas que están a su alrededor. El lugar que a nosotras nos ocupa desde lo pequeño es el de intentar abrir caminos. Y creo que esa es la forma de combatir a los grandes dinosaurios: desde el lugar pequeño que habita cada una.
JCG: Hacer un uso responsable y consciente de la libertad que a uno le corresponde y a la que él tiene derecho.
MG: Exacto.
JCG: Una última pregunta. ¿Algo que te haga soñar?
MG: ¿Algo que me haga soñar?
JCG: Sí. A ti.
MG: Es que yo sueño todo el tiempo en realidad. Sueño todo el tiempo. Doy largos paseos con mi música y cada día estoy viajando a un sitio diferente y pensando en algo nuevo. Realmente mi vida me hace soñar. Hay una parte en la que, en esos pequeños momentos en los que cada vez reparo más, porque cada vez reparo más en los momentos de gratitud, donde digo ‘gracias por este café que me estoy tomando con esta persona’ o ‘gracias por esta sonrisa’… Yo creo que todo eso me hace soñar. Y luego es verdad que una de mis grandes pasiones es viajar. Siempre estoy pensando en viajes, en a dónde ir, qué hacer, qué nueva aventura me espera… Siento el mundo bajo mis pies y eso me hace soñar.
JCG: Pues hemos llegado al final. ¿Has estado cómoda?
MG: Sí, mucho.