Incendiaria en combustión

Matemáticas puras

«Os encontraréis con problemas irresolubles que os conducirán a otros problemas igual de irresolubles. La gente de vuestro entorno os dirá que vuestra lucha es inútil. No tendréis ningún argumento para defenderos porque su complejidad será agotadora. Bienvenidos a las matemáticas puras. Bienvenidos al país de la soledad». Con estas palabras, el profesor Niv Cohen introduce ante su clase a su asistente Jeanne Marwan, una de las protagonistas del film «Incendies» de Denis Villeneuve. El anuncio del estreno de «Incendis» por La Perla 29 me ofrece la excusa perfecta para ver una vez más la película de Villeneuve basada en la obra homónima de Wajdi Mouawad.

En el primer visionado de «Incendies» en mi lectura resonaba con fuerza la gran tragedia: la de la guerra y la familiar. Pesaban el reconocimiento de la ironía del destino y el de la fatal herencia de la barbarie. Pesaba la idea de una tragedia contemporánea donde los dioses están muertos (tanto el cristiano como el musulmán) pero en la que siguen operando los lazos de sangre y de odio del ser humano.

Cuando vuelvo a ver «Incendies», mi punto de partida varía y la tragedia ya no es la gran protagonista. Ahora la trágica herencia de la violencia cede peso a la fuerza de la promesa. Después de todo, la obra arranca con una promesa: la de la madre por encontrar al hijo, la de los gemelos por encontrar al padre y al hijo, la promesa del notario por velar por el cumplimiento de los deseos de la madre… La promesa por conseguir la paz: la del descanso en paz de la madre en su tumba, la vida en paz de los hijos marcados por las ausencias. Es la promesa que obliga a buscar y que permite continuar hacia adelante: «Sin paz espiritual, no hay matemáticas puras», insiste el matemático.

La tercera vez que veo la película, mi atención se detiene más en la construcción del relato, en su complejidad y su limpieza, en su estructura plagada de saltos temporales, en el viaje en paralelo entre un pasado próximo y un presente cercano… Esta tercera vez sirvió para detenerme ante la construcción de un complejo mapa de relaciones –familiares, políticas, religiosas, sociales- en un todo que permite al espectador vivir el presente de la madre y revivirlo con los hijos, al tiempo que estos lo descubren y se reconocen.

Irremediablemente ligada a la idea de la promesa, en un nuevo repaso de la película, la búsqueda se alza como el gran tema: la búsqueda del hijo, la búsqueda del padre, la búsqueda del hermano, la búsqueda de las raíces… Es la necesidad de escarbar en la historia para encontrar un punto de partida que contribuya a desvelar la ecuación de nuestra naturaleza. Las matemáticas ofrecen herramientas para despejar sus incógnitas. El arte también impulsa la búsqueda de sus variables desconocidas. No obstante, no podemos olvidar que tanto en una disciplina como en otra, los problemas pueden ser irresolubles. Después de todo, si uno más uno puede ser uno; dos más dos no tienen por qué ser cuatro.

Bienvenidos al país de la soledad: la república de las preguntas a la espera de respuestas.

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