Sud Aca Opina

Mendicidad subdesarrollada

La mendicidad en los países sub desarrollados tiene tanto éxito relativo porque es una especie de seguro de vida que los ciudadanos pagan en el caso de que algún día les toque estar del otro lado de la moneda, alternativa bastante posible en países con economías nerviosas, adjetivo poco técnico pero muy gráfico.

En los países autodenominados desarrollados donde no se evalúan todas las variables a necesarias para ser considerados desarrollados, asunto que por lo demás es imposible ya que la palabra desarrollo siempre tendrá un apellido para acotar su estudio, la industria de los seguros tiene un grado de penetración superlativo en el mercado de la economía, a tal punto que algunas mujeres ligadas al show bussines ya han asegurado sus derrieres y senos. Que dios se los guarde en su santo seno.

Existe una amplia gama de tarifas para una gama aún mayor de cosas que pueden ser aseguradas; en caso de accidente, el dedo pulgar, ese rechoncho, corto y aparentemente menos importante de los dedos de una mano que últimamente ha adquirido gran protagonismo gracias a su baile por las pantallas touch de los dispositivos móviles, es el más caro.

Si es cierto, gracias a su posición opuesta a los otros 4, le permitió al hombre tomar cosas, pudo desarrollar herramientas y hemos llegado hasta donde estamos en gran medida gracias al rechonchito. Se me hace difícil pensar en una vaca desarrollando tecnología touch para operarla con sus pezuñas aunque a veces quienes operen estos dispositivos tengan un grado de urbanidad muy parecido al de las vacas.

En mi país he visto a la misma mujer con un bebé en brazos pidiendo monedas en la misma esquina con semáforo desde hace ya diez años. Al poner atención me di cuenta de que obviamente el bebé inicial ya crecidito también pedía monedas en la otra fila de automóviles detenidos para cooperar a la economía familiar ya que de no llegar con la cuota exigida, seguramente recibiría una paliza aleccionadora para llevar mejor el negocio.

El hombre no nace mendigo, nace creador. La mendicidad se aprende y las más de las veces por medio de la violencia; violencia de una madre golpeando a su hijo, violencia de un estado incapaz de igualar oportunidades, violencia producto de la frustración.

Ésa mujer con imaginación estaba logrando mantener un negocio más lucrativo que otras ocupaciones. Nunca la vi faltar a su «trabajo». Cuando el bebe crecía y el peso lo hacía intransportable, primero lo cargaba para pedir y al llegar la luz verde lo hacía caminar. Después seguramente alquilaba el bebe de alguna vecina y así el mercado funcionaba mejor. Ella ganaba dinero, la madre a quien le arrendaba también, el bebé dopado para no molestar, nunca se enteraría de su papel en el acto y los automovilistas también sacarían provecho al lavar sus conciencias con el par de monedas redentoras.

Ya no trabajo en el mismo lugar pero como de vez en cuando la nostalgia por tiempos pasados me ataca sin previo aviso, hace unos días caminé por la misma calle.

Ella ya no estaba, en cambio habían un par de jóvenes malabaristas haciendo cosas increíbles con clavas y pelotas en un acto circense express,con una puesta en escena digna del cirque su soleil.

Les di unas monedas no por un sentimiento de culpa o un temor al futuro sino por el placer visual que me provocaron al comienzo de la jornada.

Por la noche volví a pasar por esa esquina y estaban haciendo malabarismos con fuego. Fascinante. Les di el doble.

Antiguamente si uno no entregaba una moneda, el mendigo se enojaba,hoy si uno no le da una moneda al artista, el sabe que al mejorar su acto, tarde o temprano recibirá un aporte por el agrado producido y no por la angustia piadosa.

No a la mendicidad, si a la creatividad para salir del círculo de la pobreza y la amargura.

La creatividad no sólo de los artistas sino de todos aquellos que son creadores, o sea de todos nosotros.

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