Escritorios y escenarios

Mis lamentos

Tengo un sinsabor en la boca, provocado por encuentros que se convierten en desencuentros y por haberme convertido en cómplice de la injusticia. Estoy avergonzada conmigo misma, porque fui testigo de cómo un espacio para conversar sobre teatro se convirtió en una cacería de brujas, en una inquisición, y yo, que estaba ahí, no hice nada.

Claro, este acontecimiento no es un hecho aislado, es una demostración de lo que está pasando en el mundo. Pero, no sé… Uno podría pensar que, en un espacio de artistas e intelectuales la posibilidad de discernir afloraría, que el libre pensamiento sería bienvenido, que la compasión sería la primera en saludar… Pero no. Fue un claro caso de: o estás conmigo o estás en mi contra. Y lo peor es que allí no había ningún enemigo. Lamentablemente, tampoco había alguien que intentara mediar, alguien que intentara apaciguar el conflicto, no hubo un representante de la paz, en cambio, tuvo protagonismo la cizaña. Cuánto lo lamento. Cuánto lamento mi incapacidad de reacción.

Todo comenzó porque una persona que estaba hablando de su trabajo creativo dijo: “los travestis”, en vez de “las”. A partir de ese momento, por haberse equivocado, y no hay nada más humano que errar, alguien del público interrumpió para señalar con indignación que haberse expresado así, estaba mal. De ahí en adelante, todo se distorsionó. A pesar de que el individuo en cuestión se disculpó.

Ese no haber hecho nada, me convirtió en cómplice de una multitud de espectadores indignados, rabiosos, heridos, que ejercieron violencia contra un individuo. La ecuación era terrorífica: más de cinco, siete, diez, quince, no sé bien cuántos eran… En todo caso, una mayoría contra uno. Uno que estaba en absoluta desventaja. Y yo no hice nada. El miedo me paralizó. La situación me sobrepasó.

¿Qué se puede hacer frente a unos corazones dominados por la rabia, por el dolor? Hoy, varios días después de que ocurriera este siniestro, sigo meditando, intentando comprender, intentando aclarar mis sentimientos y sensaciones, sigo buscando lucidez donde solo hubo oscuridad. Pero la vergüenza no se va.

En ese encuentro el enemigo fue diseñado, rápidamente, por la mirada y la opinión de una parte del auditorio que se sintió molesta por el error gramatical, entonces ese desliz se convirtió en un conflicto personal, y hubo una declaración de guerra. Otra declaración de guerra en un país incapacitado para practicar la paz. Y un ser humano, en absoluta desventaja numérica, se convirtió en el chivo expiatorio al que, aquellos que tenían una herida, pudieron arrojar su dolor. Hicieron su catarsis.

Cuando mis estudiantes se equivocan, yo hago las respectivas aclaraciones sin destruirlos. Aquí el impulso de aleccionar al otro, con cólera, fue lo que predominó. No creo en las pedagogías del terror, ni del castigo, no creo en la educación del miedo. Pero qué efectiva, qué imponente es. En esta situación de la que fui cómplice, la violencia como estrategia metodológica, fue implacable. ¿Se trata de destruir al otro o de transfórmalo?
Cuánto añoro un mensaje de paz, cuanto añoro conciliación. Pero nada de eso pasó. ¿Y yo? Yo no hice nada. Y tengo vergüenza. Y dolor. Y decepción. Cuánto lo lamento.

Domingo 20 de agosto del 2023.

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2 comentarios

  1. Sucede cada día con más frecuencia. Esa aptitud violenta, abusiva y discriminatoria la conozco hace años, como dramaturgo cubano exiliado. Admiro su sinceridad y valentía de decirlo. Eso ya es hacer mucho.

  2. Considero que está bien dicho “el trasvesti” porque quien se trasvistió es un hombre que se caracterizó como mujer. El artículo masculino ‘el’ hace referencia a la persona que decide transformarse en una persona del sexo opuesto, que en este caso es mujer.
    Si quien se trasvesti es una mujer que se transforma en un hombre, entonces estaríamos en presencia si de “la trasvesti”.
    Lo que sucede que estas ideologías woke no utilizan la inteligencia ni los conocimientos para rugir su ignorancia.
    …y si, si usted se quedó callada hizo muy mal, se dio al miedo del vocerío de la turba ignorante – no importa si son universitarios o profesionales, son igualmente ignorantes- por miedo a caer bajo las balas de la estupidez ideológica de estos nuevos progres que más se parecen a los fascistas y comunistas que a otra cosa.
    Lamentable..!

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