Críticas de espectáculos

Monstruación/ Rocío Romero, Arantxa Treus y Déborah Vukusic / Enconarte Producións

La menstruación sin dramas

Hacer un show a partir de la biología tiene mérito. Sobre todo cuando se le da la vuelta a los tabús, miedos e incluso ascos y rechazos que suscita la vital menstruación. Por ahora, mientras no se invente otra cosa, la menstruación resulta imprescindible para que puedan engendrarse y nacer personas. Así que el tema, aun exento de esa funcionalidad reproductiva, se hace necesario.

Las tres actrices de Enconarte Producións, Rocío Romero, Arantxa Treus y Déborah Vukusic, que habían debutado con la comedia de Diana López Varela: Non é un país para conas (No es país para coños, 2016), se lanzaron en 2018 a crear su propia pieza a partir de juegos de improvisación sobre el tema de la menstruación, guiados y dirigidos por la actriz Marián Bañobre de la Cía. Ibuproneo Teatro. El resultado es un show cabaretero, trufado de chistes y un espíritu gamberro, en el que hay espacio para algún número paródico de danza para reír de todo el azúcar que le han echado encima a la condición femenina, en canciones y coreografías que se convirtieron en un cliché.

Monstruación es una sucesión de gags o sketches, vinculados por la inversión irónica y chistosa del tema que tratan y, en el ámbito dramatúrgico, vinculados por una coartada argumental naif. Tan naif como las que suelen guiar los canovacci deLa Commedia dell’Arte o cualquier espectáculo basado en la improvisación.

La coartada argumental: tres muñecas, famosas en los años 80 y 90, que podrían haber sido con las que jugaban las propias actrices y las chicas que, como ellas están alrededor de los 30 años: una Barbie (Déborah), una Nancie (Arantxa) y una Barriguitas india (Rocío), están preocupadas porque su dueña América ha dejado de jugar con ellas porque le ha venido la regla. A partir de ahí las muñecas (las actrices muñequizadas) especulan y bromean con eso de la regla y de la “parrocha” (una de las muchas acepciones populares gallegas para designar la vulva y la vagina) instruidas por la Barbie, que es la que más sabe del asunto. Todas quieren tener “parrocha”.

La reivindicación de la “parrocha” se extiende a todos los atributos de la mujer, en un ejercicio de empoderamiento femenino divertido y con un toque de locura. En ese empoderamiento también se incluye a la mujer que, con el paso del tiempo, ya no tiene unos pechos turgentes, en muchos casos a causa de la maternidad, o un culo dentro de las proporciones del canon de belleza impuesto por las modas. La reivindicación de la chica de cuarenta años que ya no tiene un cuerpo de veinte años. La reivindicación de la señora a la que le gusta “hacer guarradas” en la cama o incluso fuera de la cama. Otorgar dignidad a todos los juegos sexuales en las relaciones hetero que son, aun hoy, considerados perversiones vergonzosas por la moral reinante: las mamadas, el sexo anal…

Otro temazo, que entra como material de acción en la coartada argumental, es la diglosia. Hacia la mitad del show, una de las actrices, Déborah, rompe el juego farsesco y guiñolesco de las muñecas, al percatarse de que es demasiado burdo y ahí aparecen, directamente, ellas: Rocío, Arantxa y Déborah, hablando en castellano. El gallego como la lengua de las muñecas y, por extensión, del teatro, frente al castellano como la lengua de las actrices y, por extensión, de buena parte de la juventud, sobre todo urbana y “moderna”. No obstante, las dotes de clown del elenco, sin duda incentivadas por Marián Bañobre, consiguen darle la vuelta a la tortilla, haciendo de ese bilingüismo diglósico un elemento que, más que rebajar o degradar la lengua propia de Galicia, pone sobre las tablas, de un modo atrevido y descarado, esa brecha sociocultural. De esta forma, de manera implícita, sin que haya una escena o un número que pivote explícitamente sobre el conflicto lingüístico, lo introducen como un elemento subrepticio para el debate.

En esta parte, en la de las actrices que abandonaron la interpretación de las muñecas, la fórmula improvisatoria se hace más patente en la discusión jocosa que se da entre las tres actrices respecto a la propia pieza. La improvisación se afirma aun más cuando una de las actrices, cuestionando la calidad de la propia pieza, le confiesa a todo el público y a sus compañeras de palco, la vergüenza que siente en esta función en la que, aun por encima, entre el público está su ex-profesor de dramaturgia, que la había aprobado tan solo con un 5, que iba a pensar ahora viendo esto que hace aquí.

El metateatro y el metadiscurso amplía el debate sobre qué es ser feminista y pone en cuestión si lo que han hecho hasta ahora en el show es realmente feminista. También introduce, tal cual se puede deducir, una cierta ironía sobre la alta cultura y lo alternativo en el teatro, cuando le echan en cara a Déborah, que ha sido quien ha roto el show guiñolesco de las muñecas, el hecho de que ella esté trabajando, comiendo queso, en una compañía de esas importantes del teatro gallego (en alusión a Raclette de Santiago Cortegoso e Ibuprofeno Teatro), o cuando, bajo el cliché del teatro “más personal” se alude a la sala Ensalle de Vigo (sin duda una de las más coherentes y arriesgadas en su programación artística). Todo esto jugado con gracia, sin ningún tipo de ensañamiento ni acritud, sino desde un divertimento constructivo, atrevido y con un punto de locura.

El espectáculo no cuenta con más ingredientes que el propio juego de las actrices y algunos elementos de atrezo, disfraces, peluca, objetos de juguete y músicas comerciales alusivas.

Yo pude verlo, mientras me tomaba una copa, en el Sinatra Cóctel Bar de Vigo, un local que había sido un puticlúb famoso. Velahí otra ironía del destino: las tres muñecas y las tres actrices dándole la vuelta a los tabús y empoderando a la mujer heterosexual en el escenario de lo que, durante muchos años, fue un puticlúb.

Evidentemente, este tipo de show, con momentos de revista, con algunos sketches que están en la línea de los de programas televisivos de entretenimiento, al ser realizados en un bar exigen de las actrices una energía mucho más deportiva, con el peligro de que el grito, en algún momento, pueda substituir al matiz. No obstante, en la función del sábado 15 de diciembre, con el local a tope de gente, el éxito fue clamoroso, no solo en el aplauso final, sino durante el propio show, según se iban sucediendo los clímax cómicos o en el contagio del cachondeo y de la diversión en los números bailados, a emplear temas musicales muy populares, de esos que, además de los recuerdos que pueden traer, son capaces de levantar al público de las butacas.

Afonso Becerra de Becerreá.

Espectáculo: Monstruación. Actuación: Rocío Romero, Arantxa Treus, Déborah Vukusic. Dirección: Marián Bañobre. Compañía: Enconarte Producións. Sala: Sinatra Cóctel Bar de Vigo. Sábado 15 de diciembre de 2018.

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