Sud Aca Opina

Mundo paralelo

Hace un tiempo ya que me siento viviendo en un mundo paralelo. Afortunadamente aún no he cruzado el umbral ni me he sentido atraído por una luz brillante al final del túnel, aunque me he salvado de varias, parece que todavía no ha llegado mi hora.

Sin embargo, me siento en un mundo paralelo:

Mi esposa, por las mañanas tiene el reflejo condicionado de abrir un ojo y prender el televisor antes de abrir el otro, según ella, para ver noticias. En realidad, solo lo hace para escuchar ruido porque no las ve por todas las tareas matinales relacionadas con los niños y no las escucha entre tanto levántate, tomate el desayuno, te lavaste los dientes y apúrate que ya llegó el transporte escolar.

En ese momento me llega la primera bofetada de irrealidad. La bella pero no tan inteligente lectora de noticias, me dice que los índices macro económicos están pujantes, eso mientras mi bolsillo a duras penas llega a fin de mes. Se ven reportajes espectaculares sobre vacaciones en el caribe cuando mi familia con suerte podrá acampar una semana por aquí cerca. Se arman debates interminables sobre los centímetros cúbicos con los que tal o cual modelo aumentó su busto y lo mal vestida que estaba en la alfombra roja del ultimo evento farandulero.

Por otro lado, pero rapidito, en la crónica roja, esa salpicada de sangre, hablan sobre una violación y posterior asesinato de una niña pequeña de solo 2 años, todo, con la complicidad de la madre.

Qué asco.

¿Cómo pueden ser más importantes un par de tetas que la inocencia robada a una niña entre muchas más que no se conocen?

¿Cuáles vacaciones si muchos están obligados a seguir trabajando para, ni siquiera finiquitar, sino que mantener en equilibrio sus deudas?

¿A quién quieren engañar haciéndonos pensar que la economía va bien cuando todas esas camionetas monstruosas pertenecen aun al banco que financió la compra?

Aunque la mona se vista de seda, mona se queda y sobre esa alfombra roja, serpiente engañando el raciocinio, el escote hasta el ombligo solo muestra lo insensibles en lo que nos hemos convertido gracias a una falsa sensación de bienestar que nos han inoculado a fuerza de comerciales donde mujeres guapas chapotean en playas paradisiacas mientras un vejete, “su vejete” las espera bebiéndose una piña colada a la sombre de una palmera o una mujer empoderada sale de su oficina para subirse a su Jaguar XLS H-27 turbo descapotable, para irse de regreso a su hogar donde la espera un marido, evidentemente apuesto, que ya le preparó la cena.

¿Queeeeee?

Ni en la mejor película de Walt Disney.

Mi realidad, y seguramente la realidad de casi todos, no es la que nos quieren vender, la que nos obligan a tratar de obtener a costa del sufrimiento eterno de volvernos esclavos de nosotros mismos, ni siquiera de eso que llamamos sistema, sino que de nuestra propia ambición por alcanzar la irrealidad paradisiaca que nos muestran.

Mientras yo me muevo entre mi hogar y mi trabajo en una simple scooter, esas mal llamadas motos, de ruedas pequeñas y velocidad limitada, me adelantan unas camionetas enormes tipo monster truck, encandilantemente limpias, regentadas por solitarios conductores que jamás han pasado por un camino de tierra pero no me importa demasiado porque sé que dado el embotellamiento, en la próxima luz roja no solo lo voy a alcanzar sino que lo voy a adelantar y llegaré mucho antes que el a mi trabajo donde ganar lo necesario para llegar apenas a fin de mes.

Aaaaaahhh, mejor meto mis ojos en el próximo escote de silicona y me olvido por un rato.


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