Escritorios y escenarios

Nos sostenemos

He tenido un mes raro, una niebla gris me abraza. Y como me envuelve más, cada vez que intento huir de ella, he optado por entregarme a sus brazos. No entraré en detalles, pero lo cierto es que su presencia ha opacado mi paleta de colores.  Aunque mis colores siguen por ahí, creo. Y la conciencia sobre este nuevo espectro me ha llevado a peregrinar por aquellos lugares en los que mi visión se recupera momentáneamente y puedo ver un poco de luz. No sabía, o no recordaba, que mis lugares eran pocos, pero pienso que la cantidad y la calidad no son, necesariamente, las mejores amigas.

En mis recorridos melancólicos he aterrizado en el teatro. No podía ser de otra manera. Ni la pálida niebla, y sus diminutas gotas atravesando un estado de la materia a otro, me impide desprenderme de mi necesidad de ver el mundo. Estoy viendo al mundo en mucho teatro y, además, de todo tipo. Voy sin prejuicios. Voy sola y otras veces acompañada.  Lo de la soledad es relativo, porque la niebla viene conmigo. Sin embargo, en mis salidas nocturnas ella se termina diluyendo. Porque ir a teatro me produce placer, me hace sentir bien, me enciende la chispa, si se me permite la expresión. No sé a cuanta gente le pasará lo mismo y no sé bien por qué, pero pienso que somos pocos… Ir a teatro me devuelve una parte del sentido de mi vida. Ese que no existe, pero que uno se inventa. Y bueno, lo de la soledad también es relativo porque siempre, siempre, me encuentro con alguien o con algo. Con amigos, con colegas, con estudiantes, con preguntas, con ideas. Y después sigue el momento de la cerveza, la comida, de los chistes y de la reflexión. 

Últimamente, viendo las obras, he sentido que el universo me dice cosas importantes, cosas que a veces no quiero escuchar, o cosas que no se parecen en nada a lo que pienso y siento. Pero que, puestas en escena, y ante su presencia, debo recibirlas. Y entonces el teatro y yo conversamos, sí, porque yo también le replico y le pongo peros.  Y en esos diálogos él me señala que siempre ha estado ahí, desde mi niñez. No exagero cuando digo que el teatro ha sido una constante en mi vida, sin él, yo sería otra. Los que me conocen desde siempre lo saben. Y el teatro y yo nos peleamos, muchas veces me he puesto furiosa con él. Y nos reímos. En definitiva, nos sostenemos, a pesar de todo. 

Domingo 21 de noviembre del 2021

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