Nunca pasa nada
Los que llevamos muchos quinquenios, haciendo y viendo teatro, sabemos lo importante que ha sido toda la implementación de la legislación de policía de espectáculos para garantizar la seguridad de los públicos y los trabajadores de los teatros, salas y lugares donde se realizan eventos de toda índole. Es algo que se nos olvida, que parece que se toman las medidas por inercia, pero es cierto que existe legislación desde hace años y que, además, se va ajustando a las realidades que la tecnología o las circunstancias que van creando los problemas nuevos. Me estoy acordando ahora mismo de la dureza legislativa cada vez más afinada para la utilización de pirotecnia en espectáculos de calle. Y así hasta lo más inverosímil, casi siempre fruto de alguna desgracia que se produjo y que abrió los ojos a los legisladores y los técnicos especializados en este tipo de seguridad.
Hay salas y teatros en los que al entrar paso unos segundos o minutos con cierta ansiedad debido a su estructura arquitectónica. Siempre pido sentarme en un córner, es decir en pasillo lateral, por si acaso. No he sufrido ningún incidente grave nunca en ningún teatro, sala, carpa, espacio abierto, pero algo tengo metido en mi cocorota que me hace tomar esas precauciones. Una vez, no hace tanto, esperando el comienzo de una función tuve un raro episodio que se me diagnosticó después como Accidente Isquémico Transitorio, y que me dejó unos minutos en afasia por lo que mi compañera en aquella situación empezó riéndose porque pensaba que estaba haciendo bromas y acabo muy asustada. Pasó, pero en las pruebas sucesivas me llevaron a una nueva operación para implementar con un tercer cable mi marcapasos porque había una parte de mi corazón que no funcionaba al cien por cien. No necesité intervención ninguna.
En un festival en Brasilia, me encontraba mal y como en la puerta del lugar de encuentro había una ambulancia medicalizada, me acompañaron dos amigos argentinos, me diagnosticaron subida de tensión y me dieron la medicación pertinente para que se solucionara.

Todo esto viene a cuento por lo que le sucedió hace unas horas a Jesús Lozano, interpretando ”Alfonso X, la última cantiga” en el Festival de Teatro Clásico de Alcántara, que se desvaneció en escena, debido a un asunto de su corazón, pero existía en el espacio un desfibrilador y alguien que sabía utilizarlo de manera inmediata y además en la puerta había una ambulancia medicalizada, lo que significó que se le pudo desplazar inmediatamente a un hospital donde permanece en observación aunque ya fuera de todo riesgo. Dicen los médicos que le atendieron que, sin esa rapidez en atenderle, si eso le pasa en su domicilio, probablemente estaríamos lamentando algo más grave.
Por eso, como parece que nunca pasa nada, hay que reclamar en todos los
lugares donde se celebran actividades de Artes Escénicas se cumplan todas las reglamentaciones en materia de seguridad, por absurda o excesivas nos parezcan a los legos. Hay que estar siempre preparados para cualquier contingencia, en este caso sobre el escenario, pero yo sí he vivido circunstancias muy graves entre el público y en aquellos años, no existía tantas medidas de esa índole y se complicaba todo mucho más.
Así que espero poder discutir sobre teatro con Jesús en breve, y recomendar que nosotros, como actores, directores, técnicos y como espectadores nos preocupemos de que se cumplan las normas. Todas. Es que nunca pasa nada… hasta que pasa.

