Y no es coña

Provisionales del suspiro

Me reencuentro con viejos conocidos de la profesión tras un año. Las preguntas sobre la salud se convierten en una suerte de clavos que coronan una memoria esponjosa que se contrae. Estoy en Donostia, hace un año y dos días salía de aquí camino de Beja, pasando por Madrid, pero acabé recluido setenta días en Miranda de Ebro. Por prudencia y circunstancias. Setenta días que se pueden concretar en un vídeo mental de tres minutos. Setenta días donde se paró todo, las noticias era un parte de muertos, el miedo se estructuraba en oleadas, los desastres de programaciones, actuaciones, situaciones perentorias de artistas y técnicos se fueron acumulando. Al final de esos primeros setenta días pudimos ir abriendo poco a poco la Librería, reconstruimos todo nuestro entorno sin otra sensación que la del día a día, fundamentada en demasiadas ocasiones en las decisiones del consejo de ministros para poder sobrevivir.

 

El resto del año, ya en Madrid, con todos los vaivenes de una administración sociópata, ha sido una suerte de borrachera ajena que se vive en primera persona. Las circunstancias me hicieron poder estar dos meses en Beja, estrenar una obra, a principios de setiembre abriendo un teatro después del gran parón. Teatro, como todos los teatros en Portugal, cerrado de nuevo. Esperando que la autoridad competente vuelva a una desescalada que permita celebrar festivales ya dos veces retrasados, hacer actuaciones públicas con aforos limitados. Esa normalidad que alimente la resiliencia más allá del voluntarismo, que permita una reorganización estratégica del sector, que logre un nuevo pacto implícito con los públicos, con la sociedad, que, en unos meses, si todo lo que ansiamos en lo sanitario con la vacunación se cumple, la vida se parezca a aquello que conocíamos y la Cultura, deje de ser una cuestión retórica y pase a empoderarse de la vida social más allá de las miserias pre-covid.

En la España de las Autonomías se ha demostrado que este falso federalismo se ha convertido en un magnífica muestra de las discriminaciones y desigualdades. Yo resido en Madrid, voy todos los días, desde hace muchos meses, al teatro, con aforos del 75%, lo que permite defenderse en estas situaciones. Los horarios de toque de queda son muy laxos, la restauración está abierta, con restricciones, pero abierta, los bares han habilitado terrazas casi flotantes, y la ciudadanía acude de una manera bastante frecuente. En cambio, donde estoy ahora, en Donostia, en plena dFERIA, los horarios de restauración nocturna nos colocan a los feriantes en una mala situación. El toque de queda es a las diez. Y eso que hace unas semanas que han abierto algo más la mano, no me puedo imaginar Euskadi con los bares cerrados. Y si vamos repasando Autonomía a Autonomía nos encontramos con situaciones divergentes, por lo que, en los próximos meses, lo principal será armonizar todas estas circunstancias, para que exista igualdad de oportunidades, como premisa simple. Después ver en qué estado de retraso estamos, si las actuaciones suspendidas o atrasadas en 2020, se hacen o se cobran, de qué manera se cobran, las que, por milagro, se cobraron y no se acabaron haciendo, cómo se recuperan y todo ese juego de planillas, agendas y Excel para llegar al punto cero desde el que despegar.

Si se ha asumido que la profesión, las profesiones, que concurren en las artes escénicas están presididas por la inestabilidad, y la provisionalidad, ahora que andamos todos suspirando para que no se amplíe más la incertidumbre, es el momento que desde todas las organizaciones se trabaje justo para acabar en la medida de lo posible y en un plazo razonable con la provisionalidad crónica y que se establezcan políticas primarias, reglamentaciones lógicas, que ayuden a que la cadena de compromiso y de producción/distribución se pueda encauzar desde una perspectiva de acomodo a la realidad social, con aprovechamiento de todos los medios existentes, tendentes a que el dinero destinado a la cultura, vaya a la cultura, y no la industria de la automoción y la restauración, por tantos kilómetros que se hacen para realizar una actuación. Cosas pequeñas, que orden, el futuro.

Mientras tanto vamos viendo teatro, en ocasiones con mucha satisfacción, reafirmándose uno en que el teatro de arte no se basa solamente en las condiciones económicas, que son imprescindibles, sino que el talento puede florecer sin que se riegue solamente con euros a fondo perdido. Todavía, al año de aquel confinamiento, yo no soy capaz de detectar un teatro pos-covid. Veo expresiones colaterales, pero en escena, todavía no lo he detectado o no lo he sabido ver, que también pudiera ser. 

Voy fijando fechas en mi agenda. Atisbo la posibilidad de que en un tiempo prudencial dentro de este año en curso pueda acudir a algún evento a América. Nada me gustaría más. Espero moverme algo más por la península, entre otras muchas cosas, porque deseo ver la realidad escénica de otros lugares, lo de la capital del Reino está ya bastante chequeado. 

Acabo porque la emoción me hace hiperventilar. Aquí, en lo que los cursis llaman la Bella Easo, llueve. Y mientras llueve, yo te espero…

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