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Quincegotas y lo extraordinario en lo pequeño

Cómo es ese dicho popular sobre las pequeñas cosas? ¿Que la felicidad está en las pequeñas cosas? La cuestión es que lo grande se compone de lo pequeño. Las células son lo más importante. Algo similar ocurre a veces en las artes escénicas. En obras aparentemente pequeñas, ya sea por su tamaño o duración, encontramos joyas de belleza y emoción que, posteriormente, podrían ser el germen de obras de mayor envergadura. En la danza y las artes del movimiento, quizá por la intensidad y concentración que despiertan los cuerpos y su dimensión sensorial y visual, es donde solemos encontrar una mayor creación de piezas cortas, adaptables a diferentes espacios más allá del teatro.
Un buen ejemplo de ello son los festivales de danza y artes del movimiento que existen en Galicia, donde se programan, sobre todo, piezas cortas que transforman jardines, plazas, calles, paseos e incluso claustros de monasterios en ruinas en escenarios escénicos. Velahí el festival Danza no Claustro, organizado por SóLODOS en claustros de la provincia de Ourense, como los de Santa María de Melón, Santo Estevo de Ribas de Sil o Santa María de Xunqueira de Espadanedo. Velahí Escora Danza, que vincula este arte con el paisaje, el patrimonio, la lengua y la comunidad de la Costa da Morte. Velahí el festival Abanea, que difunde la danza por los municipios de Ames, Outes, Marín, Foz y Celanova. Velahí Cartografía en Movemento, un festival de artes escénicas de calle en Lugo, organizado por la Asociación 3Monas. Estos son solo algunos ejemplos.

Este otoño asistí a la octava edición de QUINCEGOTAS, un festival de danza de calle en la ciudad de A Coruña, concretamente a la jornada dedicada al “Espazo Novos Creadores” (Espacio Nuevos Creadores) de la Fundación Paideia. Cabe destacar y agradecer que la fundación, presidida por Sandra Ortega, haya decidido este año centrarse en el ámbito de la danza y las artes del movimiento en Galicia, ofreciendo formación y apoyo, junto con la Agadic de la Xunta de Galicia.
En QUINCEGOTAS, la mañana del 11 de octubre de 2025, bajo la cúpula del Parque de Eirís, pudimos disfrutar de una selección de cuatro piezas breves de cuatro artistas emergentes con una poética singular y sorprendente. Fue una muestra de talento y de trabajo que reveló nuevas inflexiones en temas y estilos que están en el aire, arraigados en nuestro tiempo, aquí y ahora.
Entre estas preocupaciones, destaca la importancia de la fe y el trance de perderla o buscarla, tal como lo baila ANDREA CASTRO en ‘LOLA E OS LAMENTOS’ (Lola y los lamentos). Un poema coreográfico que se desarrolla sobre un pequeño círculo de terciopelo rojo, que abarca la kinesfera de la bailarina, es decir, el espacio de movimiento que rodea el cuerpo sin desplazarse del lugar. Andrea viste un traje negro, en el que el escote de la blusa y los encajes captan la atención, al igual que el maquillaje, las uñas postizas, los collares y abalorios con los que se adorna, casi como si fuera una sacerdotisa o una Virgen andaluza. El rosario que deglute y la voz en off responsorial, casi como música, nos introducen en el poema escénico danzado, entre la confesión, el ofertorio y la oración, todo en un tono muy alejado del folclore o lo antiguo, aunque parece haber un eco arcaico. Quizás sea la cruz, el rosario, el peinado de bailarina flamenca, el maquillaje y la apariencia hiperfemenina… lo que nos remite a algo del pasado, de la tradición. Sin embargo, Andrea trae consigo la energía de los bailes urbanos, del “wacking”, y todo un sincretismo estético muy abierto.

En este ámbito de ruptura con los prejuicios, la segunda pieza abordó la cuestión del género desde la perspectiva de las masculinidades, ese ámbito de la construcción de la identidad en el que aún tenemos mucho que reflexionar y hacer para alcanzar la tan necesaria igualdad. ALBERTE BELLO presentó ‘HOME ALÉN DISO’ (Hombre más allá de eso), una pieza muy abierta a la performance, pero con una dimensión teatral explícita en acciones escénicas que conectan lo íntimo y biográfico con lo extraordinario y universal. El viaje en el tiempo a los años 80 y 90 es también teatral, a través de objetos icónicos y simbólicos como el vinilo de António Variações, los muñecos de Epi y Blas, la calabaza Ruperta del concurso de TVE ‘Un, dos, tres’, juguetes de la época y acciones que cuestionan la masculinidad hegemónica, evocando la dulzura de las flores, la desinhibición del baile, en letras y frases que se revelan.

Entre la oscuridad y la ternura, DANIEL LEZSO lleva años explorando ‘MEU REI’ (Mi rey/ Rey mío). Danza, teatro físico y pintura corporal son ingredientes de una propuesta muy queer y, a la vez, ancestral. Porque también hay algo arcaico y primigenio en este ser que se mueve a cuatro patas, que se contorsiona, delgado y fibroso, con el torso, los brazos y las piernas teñidos de negro y con una línea vertical irregular que le cruza el pecho. ¿Será el misterio arcaico del yo lo que está en juego en este ‘MEU REI’? Resulta inevitable percibir, a través del maquillaje corporal y los movimientos, con cierto tono ritual, la evocación de una figura alegórica primitiva.

Por su parte, JANDROSS nos sorprendió con la sensualidad que desplegó, mediante la coreografía y el vestuario, en ‘A NOITE DO CUCO’ (La noche del cuco). Una cucada queer, con un toque de humor y una provocación sutil. La figura alegórica del cuco se vincula al cuerpo en una danza donde lo sensual y lo carnal se entrecruzan con el misterio. Jandross viste medias blancas hasta la rodilla, de encaje como las de la danza tradicional, calzoncillos blancos de algodón y una blusa blanca de encaje, de mangas largas, que deja ver cintura y vientre. Se mueve ondulante y adopta poses de acecho. Juega con brazos y manos para manipular el rostro, estirándolo, abriendo y deformando boca y ojos, creando máscaras que no provocan risa, pero tampoco miedo. Deseos, sueños y contradicciones son el nido de este cuco que nos atrae y a la vez nos distancia y extraña.

Cuatro artistas emergentes: Andrea Castro, Alberte Bello, Daniel Lezso y Jandross, con cuatro propuestas donde lo pequeño —un gesto, una mirada, una postura corporal, una actitud, una inquietud estético-existencial— se torna extraordinario. Por eso, estos espectáculos abren la realidad a la pluralidad y a interpretaciones y percepciones libres, que la hacen más maravillosa, pero, sobre todo, más sensible, inclusiva y, por ende, humana. ¡Y vaya si necesitamos esta apertura sensibilizadora y plural, en estos tiempos en los que la barbarie campa a sus anchas!

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