R.U.R. de Karel Çapek
Robot es una palabra inventada por Karel Çapek para su obra, ya que R.U.R. es el acrónimo de Robots Universales Rossum una fábrica extravagante que produce humanoides para que trabajen en la industria en lugar de los humanos. Suponen sus inventores que al liberar al hombre de tareas rutinarias y degradantes la humanidad encontrará una nueva libertad. Y lo que logran es la destrucción total de la humanidad que dicen defender. Antes de esta obra la palabra, el concepto ‘Robot’ no existía.
A pesar de ser teatro de ciencia ficción la obra cobra una profética actualidad en nuestros días en donde se celebra cotidianamente el desarrollo de los robots, humanoides o no. En la obra la dependencia a estas nuevas máquinas lleva a la aniquilación total de la civilización humana. Obscuro futuro profetizado en 1920.
na de las preguntas interesantes que se plantea en la obra es: ¿Por qué se construyen robots? Cuestión que sigue siendo de actualidad. La respuesta del ingeniero de la compañía: Para el trabajo… Un robot reemplaza a varios trabajadores… La fuerza humana es imperfecta y tarde o temprano tendría que se reemplazada por una máquina. Los robots para substituir a los humanos.
Así que mientras nos divierten o sorprenden los avances en robótica descuidamos algo fundamental: los robots son nuestros competidores y tarde o temprano van a substituirnos y el resultado no será positivo. Y dentro de la categoría de Robots incluyo a la llamada Inteligencia Artificial, que compite con nosotros en el terreno que hasta hace poco considerábamos privilegio de la especie, precisamente la inteligencia, el conocimiento y, por qué no, la conciencia. Y más temible es la IA, cuanto más invisible es, una especie de
Proteo que adopta la forma de quien lo consulta.
Para ser como los hombres son necesarias las masacres y la dominación. Lo dice la historia, lo dicen los libros: hay que asesinar en masa para ser como los humanos, dice en la obra el jefe de la rebelión de los robots. En la rebelión, los robots miran a los humanos como especie destructora, aunque su problema es que son incapaces de reproducirse, no tienen aptitudes para el amor.
Quemar los libros, quemar los libros de la vida, para que cual ave Fénix, la vida renazca de sus cenizas. Nos adentramos en una era obscura, como a la entrada de un largo túnel, cuyo final esperamos que sea de luz, pero nada es más incierto. Los humanos manejados, como si fuéramos robots, por los lazos de Internet, sometidos con alegría a los designios de potencias desconocidas con diligencia y sistema.
Los robots invaden nuestra vida social. No queremos saberlo, pero cada acto mecánico es obra de un robot. La Inteligencia Artificial es un cerebro que actúa como el cerebro humano, tal vez con menos plasticidad, pero con mayor retención de datos. Y nosotros nos adentramos alegremente en este sinsentido, concedemos nuestra atención y conciencia a artilugios como el celular que poco a poco se cierne como una red que atrapa nuestra voluntad y termina dándonos consignas.
Ya lo han mostrado varias creaciones gráficas: mientras los robots aprenden, los humanos nos sometemos a la dulce dictadura del celular.
En una próxima publicación seguiré con este delirio paranoico. Por lo pronto rindo un homenaje a Karel Çapek y su hermano Joseph que supieron observar el futuro en una profética obra de teatro: “R.U.R Robots Universales Rossum”.

