Críticas de espectáculos

Rosa desatada en el viento

Letras en rojo sobre fondo negro. Un tronco languidece en la horizontal. No era su postura habitual: era vertical y estaba vivo. Ahora su apariencia es sangrada. Empieza a significar cuando es interrumpido por dos figuras de nariz roja, rostro ceroso, ojos tristes, tejido a destiempo y gestos que aparentemente buscaban la comicidad. En esa imagen nada significa por el lenguaje cotidiano. Nocturno de Ulrike o el sujeto histórico ha apagado el código de este sistema escénico. No hay ya comunicación con el público y sólo quedan unas letras negras en fondo blanco: ‘no estamos aquí para entretenerles’. Mientras tanto, la figura neutra, encarnada con contundencia por Maricel Álvarez, coge el hacha y arranca nuevos pedazos a un tronco sin brazos.

La figura ocupa el foco y los dos cuerpos de Marcelo Expósito y Emilio García Wehbi, creadores de este texto y ya sin nariz ni sombrero, ocupan una mesa de conferencia en el lateral opuesto del escenario. Se configura una multiplicidad dramática formada por dos espacios. Están separados por la luz y sus efectos, diseñados por Martín Antuña, dando paso a dos discursos. Uno lo narra la voz del acontecimiento que ‘viene a partir este siglo en dos’, y el otro se articula desde el diálogo a dos voces que se ceden la exposición de conceptos, cifras y nombres contados detrás del espejo. Cuentan, mientras que un fantasma aguarda en sombra su turno de palabra aborrecida de sí. En su jaula era libre, realmente libre porque veía las cosas, sin virtualidades, sin comunicación, sin lenguaje. ‘La imagen se adhiere a mis párpados’—dice el espectro. Odia y se lamenta. Siente ascender desde el vientre al diente ese rubor de rabia. Le quiebra la boca en una curva de asco, de zarandeo y de agitación de la vida actual. ‘Dios me hizo suicidar’, es un riesgo de ser mujer inestable y en profunda desviación con el régimen patriarcal, capitalista y colonial.

El espectro recomienza su tarea de horadar el tronco ya herido. Salpican trozos de carne amaderada. ‘Hay sangre dentro de todo’, la quiere y la acepta. No sabe estar en el presente, así que se sueña viendo signos que no comprende. Es corazón arrugado de rabia. Es adulador de la oscuridad que tiene hambre y que lo es todo. Le falta silencio en el silencio para reencontrar una lengua en la que vivir. ‘He nacido para morir’. Ella, figura fantológica es composición de identidades, de muertes sustraídas con violencia. Sonido de callar. Sonido de campanilla. Se reanuda la conferencia y con ella se revela la saturación del concepto de ontología del teatro documental: es actuación dramática en el margen que linda con la conferencia sórdida que se olvida del público que le escucha.

Nocturno de Ulrike corrompe el objeto. ¿Dónde acaba el teatro y dónde empieza el seminario de múltiples apartados que pasa por Brecht, Derrida, Charcot, retorna a los epicúreos, vuelve a Foucault y recircula por las nociones diferenciales de ser sujeto histórico en el siglo XX y en el XXI? Las conciencias salen del teatro sin saber qué han visto. ¿Ha sido una obra? ¿Una conferencia sobre una obra ya realizada o aún por ultimar? ¿Acaso no ha sido un fantasma en el seno de lo teatral documentado? Nocturno de Ulrike es todo ello, responde que sí y olvida que sepulta la alternativa posible en su elección de palabras. Es provocación y trastorno del concepto que lleva a preguntarnos qué es el teatro en la actualidad, como sujeto histórico. ¿Hay una semiología teatral contemporánea? Los recursos técnicos se reiteran en toda obra. No se habla de géneros teatrales, porque ya la categorización no es una estructura válida en este presente que fluye atento a desatender todo nombramiento desde una etiqueta que lo limite.

‘Soy el espectro del siglo XX’. Es un fantasma haciendo el amor sin prestar atención. Todos nacimos para morir. Todos somos asesinos, pero las manchas que nos cubren son blancas, y sobre fondo blanco pierden el contorno de su denuncia. Todos seremos polvo entre las ruinas por las que el viento pasará. Bailando al son de la metralla, ¿qué mundo anhelar? Si la destrucción es de orden supremo, y de ella nace la creación y libertad. ¿Qué mundo anhelar si no sé si alguna transformación importante se ha hecho en estos siglos? Y si aún no ha ocurrido, no es anhelo lo que espero, sino un sueño venidero. El tiempo ha pasado como un suspiro. Se escucha el timbre. Cede nuevamente el espacio al discurso incansable de la parte izquierda. El teatro transita por un collage imaginal en composición. Fantasma de imagen audiovisual que descentra la referencia única y se nutre de lo diverso hasta rozar el absoluto. Despojadas de su referencialidad y moralidad de foco, ahora son palabras cadavéricas, sepultadas por rostros y siluetas pintadas en una pantalla que llama la atención, que tiene una vida limitada y que se repite para que sea reconocida como signo deshecho de todo significado. Será entonces una significancia en lucha con la conversación hiperreferenciada que la denota a su lado. La complejidad de la radicalización política ligada al arte, a todo arte, no podría haberse representado bajo otra forma.

Nocturno de Ulrike progresa y la ambigüedad del signo se aviva. Esta lectura piensa en un teatro constitutivamente fantológico que rechaza el estatuto de representación actual, que plantea rechazo; que habla de almas cansadas y asqueadas del Eros en el presente mientras los espectros todavía no han perdido las fuerzas de vida y parresía. ‘No sirvamos más’. Nocturno de Ulrike es tiempo de documento-fantasma: es sombra que acecha lo que se reconforta en la etiqueta de teatro contemporáneo. Es provocación desde el margen teatral donde el goteo incesante de siluetas que abandonan la sala apremia el fin de esta postestructura: ‘el gesto simbólico está en todos los actos’ — recuerda el fantasma—, en forma de particularidad del tiempo en el espacio. Denunciado por las sillas vacías, este teatro-fantasma denuncia el vagabundeo social desde el vagabundeo aparente en una conferencia que sin embargo niega el teatro al hablar de lo que podría ser la obra que se está representando. La linealidad del tiempo de la obra se disloca. Se confirma que la obra es un fantasma de sí misma. ¿Ha acontecido o lo hará? Lo está haciendo ante nosotros en un aún-no y no-todavía. Tal es el tiempo carrolliano del Aión en superficie: en imagen deleuziana, imagen-tiempo de teatro documental.

El fantasma derridiano subsiste en un tiempo que se ha vuelto loco. No tiene nombre, porque representa en lo irónico: se parece a una mujer, pero en su materialidad se perciben todas las que lo componen. Las miradas de Ulrike, Rosa Luxemburgo, Ofelia, Antígona y Medea viven en tiempos sombríos para empujar al presente. Se prende fuego a la celda. Ambigua, es insoportable la vida. Vivamos en el humo, si ya estábamos muertas. Seguiré hablando hasta salir de los límites del lenguaje, y una vez sentida la falta, encontraré una nueva lengua. Lengua de poesía, fantasma que fulgura en la sombra de lo ordinario. Mantiene su promesa de corazón arrugado de rabia. Afirmación que se interroga después, cuando queda silenciada mientras el discurso-conferencia prosigue a toque de campanilla. Esta estética deviene política. Es el operador de Nocturno de Ulrike, es mosaicismo, collage y palimpsesto. Es hauntologie. Es dispersión de referencia desde la composición heteróclita de identidades subjetivadas en una única multiplicidad: hauntologie en sus estados de soliloquio, de postestructura proyectada y de nueva articulación del teatro documental bajo la estetización de la escena saturada y que se ahoga en un mar de figuras de expresión y de comunicación.

El tronco que está siendo golpeado no puede herirse más. Rosa Luxemburgo estaba demasiado profanada como para sentir una última humillación. Devino fantasma que ahora agarra el micrófono. Sus ojos han prescindido de párpados, porque no duerme, no llora. Sólo observa y empuja desde el plano apoyado entre política y poética. Fue tronco sin identidad por ser una rosa roja. Sujeto atravesado por sentimientos tristes, yo quiero seguir significando lo que estoy diciendo. Soy sujeto histórico, fantasma sujeto y libre en un texto anti-normativo, con teatro y sin etiqueta. ‘Era evidente que no estábamos aquí para entretenerlos’.

Un respiración late desde su pequeña altura. Arbolito que acompañará a los que aún no han nacido. Queda como lo único encuadrado en la horizontal. Vivirá por aquellas conciencias atentas a la vida, a las flores, a las rosas.

Andrea Simone

FICHA ARTÍSTICA:
•Obra: Nocturno de Ulrike o el sujeto histórico
•Dirección: La Columna Durruti, Maricel Álvarez y Emilio García Wehbi
•Artista invitado: Marcelo Expósito
•Creación e interpretación: Maricel Álvarez, Marcelo Expósito, Emilio García Wehbi
•Edición de vídeo, iluminación y asistencia artística: Martín Antuña
•Diseño sonoro: Marcelo Martínez
•Vestuario: Julieta Capece
•Dramaturgia y dirección: Emilio García Wehbi
•Coproducción: La Columna Durruti, el FIT de Cádiz, el Festival Internacional de Buenos Aires y la Fundación Teatro a Mil de Santiago de Chile

Teatro del Títere La Tía Norica, FIT de Cádiz, 23/10/2022

Fotografía de Lourdes de Vicente y Francis Jiménez.

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