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Sergi Fäustino hace morcillas con su propia sangre en montaje teatral

El actor y bailarín Sergi Fäustino, ex componente de La Fura dels Baus presenta en L’Antic Teatre de Barcelona su espectáculo de danza-teatro titulado Nutritivo en donde hace morcillas con su propia sangre y las ofrece a los espectadores para degustar.   Para cocinar unas buenas morcillas se necesita cebolla, canela, tripas, pimienta, a veces arroz y, por supuesto, sangre. Ésta suele ser de cerdo, pero en los tiempos de la cocina de autor hay a quien le da por experimentar. Si Ferran Adrià opta por el café sólido y la tortilla de patatas deconstruida, el actor y bailarín Sergi Fäustino hace morcillas con su sangre en un montaje de danza-teatro titulado Nutritivo. El pasado viernes, el excomponente de La Fura dels Baus presentó este show extremo en L’Antic Teatre de Barcelona. Al finalizar la función invitó al público a probar la morcilla. Hubo quien degustó el producto.
Antes de comenzar el espectáculo, Fäustino, vestido de negro y con la cara pintada de blanco y los ojos de negro, advirtió a los presentes que le iban sacar sangre. Lo dijo para evitar que nadie se desmayara como ya ha sucedido otras veces. Se sentó en un taburete y una chica, una enfermera, le extrajo dos tubos de sangre, uno de cada brazo. Fäustino encendió el fuego, puso la sartén a calentar con aceite, y tras los demás ingredientes, vertió la sangre.
Para que la morcilla esté en su punto justo se debe freír durante unos 50 minutos, un tiempo que el intérprete aprovechó para narrar, con un ojo pegado a la sartén, las experiencias de tres personajes (un black metal, un makinero que flipa con un coche nuevo y un adinerado ejecutivo con un Mercedes). Y las explicó a través de coreografías físicas, manidos textos y actividades tales como incendiarse las manos y jugar a baloncesto. Al parecer, el nexo de unión entre las tres historias es la muerte. El primero es acuchillado y los otros dos acaban hechos papilla tras chocar sus respectivos turismos.
Tras una media hora de cocción, el siguiente paso para obtener una morcilla de calidad es poner los ingredientes en el interior de la tripa y dejarla unos minutos hasta que esté bien frita. Entonces, el plato ya se podrá servir. Fäustino cumplió todos los pasos, y tras cortar pan para que nadie se quedara con hambre, invitó al público a una degustación sin enseñar ningún certificado médico. Se limitó a recordar que la morcilla tradicional se hace con sangre de cerdo, un animal que es alimentado con pienso, mientras que la que servía estaba cocinada con su sangre. «Como de todo menos alcachofas y jamón dulce», ironizó.
Los ocho trozos fueron pasando entre la gente. La mayoría ni miró el alimento, pero en la cuarta fila un joven se atrevió a probar el embuchado. Tenía hambre. Otra chica se lo comió en dos bocados. Le gustó. El plato volvió a la mesa casi vacío.
Se supone que el espectáculo quiere romper tabús, superar el miedo a lo desconocido y ampliar las fronteras escénicas. Quizá sea así. Pero hay también quien opina que Fäustino se limita a provocar, sabiendo que con este tipo de obras conseguirá publicidad gratuita. Hoy y el próximo fin de semana el montaje se representará de nuevo.

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