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Tres noticias. Escucho en la radio que un vagabundo húngaro ganó la lotería. Una suma abultada de dinero, la periodista comenta: «le cambió la vida». Yo pensé ¿por qué el dinero habría de cambiar la vida de un hombre que carece de proyecto?¿Podrá comprar las ganas de tener un proyecto propio por el cuál luchar? A la par leo en prensa una entrevista a uno de los más grandes creadores escénicos de Latinoamérica: Ricardo Bartís, donde entre tantas cosas, dice: «Seríamos más fuertes si hubiéramos sido más clandestinos».

El asunto es que siempre el embudo termina en el dinero, presupuesto, mercado, inversión, gasto, proyección, repercusión, devolución, visibilidad, éxito, garantías, estrategias de intercambio. ¿Qué tiene que ver con la creación? Nadie reniega de lo impescindible de un presupuesto público asignado para la producción y salario para los creadores, creo que eso no está en discusión, en pleno siglo XXl donde la esclavitud está abolida, son debates que , al menos, nosotros no deberíamos dar, y ojo: vengo de un lugar donde tengo que dar batalla por todo, eso no está ni integrado ni incluído. Y pienso entonces, otra cosa, ¿qué hacemos cuando no nos quieren? Cuando alguien te dice: no, no valés nada, no me interesás. ¿Uno se arrastra hasta dónde, hasta cuándo? Hasta que se da cuenta que ese no es el camino. Con la creación teatral pasa lo mismo. No nos quieren, no nos consideran, no somos ni estamos, tenemos que poner todas las fuerzas que tenemos y no, para lidiar con una migaja y luego otra persecusión para cobrar la migaja que ni siquiera viene con aumento por cobrarla tarde como están las multas como cuando uno paga atrasado. No, todo está naturalizado. Tercera noticia. Leo sobre un grupo de jóvenes atenienses que deciden, por propia voluntad alejarse del sistema, sí, los años 60: el regreso de las comunidades. No pienso ni juzgo ni pongo eso como salida, pero a lo que voy es que debemos dejar de alimentar al sistema y darle el poder. Debemos quitar el poder, y la forma no es en confrontación porque ahí perdermos, es darse vuelta y generar desde el poder propio. Habrá que crear con la basura, ensayar en otros horarios, pensar dónde y cómo generar ingresos, compartir experiencias, dar clases, y no perderse con el señuelo: dinero. Habría que usar todo lo viejo, reciclar, no preocuparse por las cosas que no son importantes. Vuelvo a Bartís porque me salva el pensamiento, me oxigena el espíritu y me da aliento para marginarme cada vez más. ¿Quién dice que el que se margina sea más débil que el más alto ejecutivo de una empresa? ¿Podríamos tener pensamiento propio sobre las elecciones personales? Claro que luego el mundo se ordena: dinero=salud. Dinero=educación. Dinero=vivienda, alimentación, existencia. ¿Cómo sobrevivimos sin la angustia diaria?

«Es una época donde este fenómeno cultural, de acumulación ciega, de necesidad de éxito, se ha convertido en un horizonte totalizador. En este contexto, el teatro a veces queda subordinado, sometido, como un animal domesticado por la costumbre. Y el teatro es un animal que, en algún momento dado, debe rugir y morder.» Ricardo Bartís.

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