Y no es coña

Sin motivo aparente

Una hija de Diego Armando Maradona hizo un espectáculo teatral dentro de lo que hoy denominaríamos autoficción, donde exponía algo de sus vivencias. Lionel Messi solamente tiene varones que no sabemos si escribirán textos teatrales o administrarán una fortuna inacabable. Confieso que soy un futbolero recalcitrante, seguidor del Barça, donde creció el que ayer domingo levantó la Copa del Mundo y debo reconocer que llevar décadas visitando Iberoamérica por motivos teatrales me ayudó a liberarme y poder hablar con la misma intensidad y profundidad del teatro de La Zaranda o del juego del Bayer. Es un placer hablar de teatro y de futbol, a veces simultáneamente con mis compinches teatrales americanos y especialmente con los argentinos, brasileños y uruguayos ya que todo está cruzado por la misma entidad analítica y la forma de expresión de nuestras emociones de la manera más elaborada.

Por eso este campeonato finalizado, realizado en Qatar, con tantas connotaciones políticas alrededor, ha provocado una resurrección de los principios básicos que deberían aplicarse a toda acción cultural, donde debe entrar de manera inexcusable un porcentaje variable de conceptos éticos, es decir de colocar cualquier acción bajo el efecto de una idea general de lo que debe ser las relaciones económicas, laborales, profesionales dentro de un marco limitado por conceptos en positivo, que impidan actos arbitrarios. Calcular el valor de las obras más allá de su precio, de su éxito y colocarlas dentro de una balanza donde intervienen otras medidas, artísticas, de contenido, estéticas. Y la lista se podría ampliar, que se resumen en un mandamiento primordial: no vale todo.

En estos días de listas, de escalafones subjetivos y oportunistas, sería bueno pararse a mirar la realidad de las artes escénicas en general en todo el ámbito iberoamericana, sin chovinismos, ni dependencias curriculares ni adhesiones inquebrantables y mucho menos sin generalizaciones poco certeras por si acaso se está viviendo alguna modificación estructural, algunos cambios en la praxis o en la teoría, un nuevo marco de relaciones con los públicos ya que las estadísticas nos confunden, las declaraciones vagamente fundamentadas en algo más que el deseo o la intuición nos hacen emprender viajes internos hacia la obsesión debido a que no se corresponde casi ninguna declaración oficial u oficialista, con las realidades narradas por un numero abultado de profesionales de varios rubros significativos en la organización habitual de los creadores de material tangible e intangible para los escenarios.

Se comprende que la propaganda o publicidad administrativa oficial este marcada por las necesidades políticas electorales, lo que me lleva a chocar con el muro de la dependencia económica de las artes escénicas realmente existentes de ayudas y subvenciones concedidas de manera aleatoria, por convocatoria pública. Debido a la inexistencia de obligaciones legislativas para la gestión, producción, programación de los bienes culturales que son las artes escénicas, todo recae en reglamentos y convocatorias técnicas que forman parte de una acción de gobierno no estructural, no obligatoria, no reglada, por lo que lo que hoy es de una manera, mañana puede ser de otra diferente. Y, es más, aunque sea de la misma manera, las cantidades, las prioridades los elementos decisorios pueden cambiar si el responsable político electo y sus equipos pertenecen a un partido o a otro. Y eso abunda en la precariedad profesional tácita, para convertirse en una perversión casi patológica, debido a la inseguridad que provoca directa e indirectamente.

Todo es perfectible, todo es mejorable, pero si se parte de algo que es tangencial, periférico, inconexo, gracioso, la cuestión nos puede abocar a situaciones bastante complicadas de resolver, a no ser que se pertenezca a esa elite de grupos económicos, productoras o núcleos temporales bendecidos por el gobernante de turno que les facilita una continuidad asimétrica. Por lo tanto, Felices Fiestas y Próspero Año Nuevo.

Pero antes quisiera señalar que el caso de Blanca Li y Paco Bezerra cada vez se encona más, cada día se convierte en algo insufrible, y escuchando y leyendo las declaraciones, lo único que digo es que creo que todo se solucionaría si existiera un marco legislativo para todas y cada una de las acciones en las que se mueven las artes escénicas y que deberían tener una orientación ética, más allá de incidencias puntuales, circunstancias, fobias y filias. Y que la injerencia política estuviera tan limitada que no cupiera ni la más mínima posibilidad de sospecha que no acabara en los tribunales.

Sin motivo aparente hay quienes aseguran que el teatro está viviendo una revolución, lenta, casi opaca para algunos, y que el comportamiento de los públicos tiene que ver con los efectos secundarios de la pandemia. Puede ser. A Messi lo disfrazaron de manera ignominiosa cuando le dieron la copa que había ganado su equipo. Detalles de mal gusto estético reflejo de una insoportable injerencia económica e ideológica.

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