Rebel delirium

Solos y solos

«Desh» en bengalí significa tierra natal o patria. Así se llama el solo de Akrahm Kahn que presenta en el Sadler’s Wells por segunda vez, tras un lesión que sufrió el bailarín y coreógrafo en el tendón de Aquiles y que le obligó a suspender algunas funciones. El 2012 ha sido un año duro e intenso para él. La grave lesión del tendón, la colaboración con Danny Boyle en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos y ahora el retorno a los escenarios con un espectáculo realmente íntimo y personal.

«Desh» es un viaje a los orígenes del coreógrafo. La pieza explora la relación con su padre, el distanciamiento geográfico que les separa (Bangladesh i Londres), el tipo de comunicación que mantienen, los recuerdos de niñez, la vida cotidiana en la India, etc. La pieza empieza con la simulación de un día cualquiera en las calles de Bangladesh. Una banda sonora cargada de ruidos de coches, bicicletas y rickshaws nos transporta a un mundo de comerciantes, tráfico, vendedores de comida ambulantes, negociantes, policías de carreteras, etc. Kahn va solo, perdido entre el frenesí, como si buscase algo. La velocidad de los movimientos de este artista es de otro mundo. El sólo ocupa todo el escenario del Sadler’s como si fuera un ensemble de bailarines.

La conversación grabada que recrea con su padre es el toque de humor de la pieza. El artista interpreta a ambos personajes a la vez. Cuando hace de padre, pliega ligeramente las piernas, encoge los hombros y baja su cabeza afeitada, en la que el espectador descubre que ha dibujado unos ojos y una nariz. Brillante. La posición corporal es precisa y el encuentro con su padre parece real.

Otro de los momentos estelares es cuando Akrahm Kahn cuenta la fábula de un joven que quiere recuperar sus raíces. En esta escena le acompaña una animación espectacular. El solista baila con las imágenes, de rama en rama, entre los árboles. El despliegue técnico de todo el espectáculo es brutal, excesivo quizás. Lo que es incuestionable y determinante es la forma cómo este artista narra los hechos y su manera de transmitirlos. Es único.

Sin lugar a dudas, la localidad influye en la recepción del espectáculo. Vi esta pieza desde el segundo amfiteatro, filas del medio. En algunos momentos, se oían más los suspiros y las risas del público de platea, que la respiración del propio artista. Los aplausos de los de abajo fueron apabullantes. Sin duda, lo que sintieron los de la platea debió ser otra cosa.

Terminé esta semana en Silwex House, en Quaker Street, donde hay un centro cultural bastante destartalado detrás de la estación de Shoreditch High Street, justo al lado de Brick Lane. Allí también se representaron tres solos de danza, éramos 10 personas de público. Dos radiadores a los lados, imprescindibles, porque los cristales de la sala estaban rotos. Tres performers hicieron una sesión de «action theatre», texto y movimiento improvisados y altamente surrealistas. Era la antítesis de la noche en el Sadler’s. No quiero ni imaginarme lo que costó la producción de Akrahm Kahn. Sí la del Silwex House, cuatro libras. O ninguna. Cosas de la gran ciudad.

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