Sud Aca Opina

Sorpresa

En la publicidad que un canal de televisión por cable se hace a sí mismo, se muestra en primer plano un visible botón rojo listo a ser presionado, dispuesto de manera llamativa sobre un pedestal en medio de un espacio cualquiera de una ciudad cualquiera. Por la posición centralizada con respecto al espacio, se lo ve desafiante. Varios transeúntes pasan a su lado, bajan la velocidad de su marcha, lo miran con curiosidad y sin tomar ningún tipo de riesgo, siguen su camino resistiendo a la evidente tentación provocada por el inocente botoncito, hasta que alguien tiene la osadía de ser diferente al resto y apretarlo. De inmediato comienza una sucesión de acciones in crescendo. Al espacio relativamente vacío, se integran más y más personas, algunas conscientes de lo que está sucediendo y otros afortunados participantes inconscientes. Gente vestida con ropas obscuras se descuelga de los edificios circundantes, de varios frentes llegan autos con sirenas chillonas espantando las palomas que antes bebían tranquilas de la fuente, parece haber dos bandos en disputa, quizás tres, contando a los sorprendidos transeúntes, ráfagas de disparos que no dañan a nadie, caos absoluto hasta que el osado culpable de haber apretado el botón rojo, termina siendo aparentemente secuestrado o salvado, metido en una camioneta también obscura y sacado a toda velocidad del lugar ante la mirada atónita de quienes, sorprendidos por no saber realmente lo que está sucediendo, presencian la sucesión de acontecimientos sin entender nada. Fin de la acción, frase publicitaria, siguiente comercial.

Honestamente no sé si el comercial era exactamente así pero en términos generales sirve para re afirmar como, un espacio cualquiera de una ciudad cualquiera puede transformarse en un espacio escénico de primer nivel. De cierta manera yo también fui secuestrado, claro que no en el comercial, sino que, por el comercial. La expresión de completo asombro del protagonista involuntario me hizo comulgar de manera incondicional con su sorpresa. La calle siempre está ahí dispuesta a ser el soporte de toda acción, de hecho la recibe a diario. El público tan necesario para la supervivencia de las artes, sobre todo profesionales, también está. ¿Qué falta entonces para que la calle sea usada como el espacio escénico que es? El osado que apriete el botoncito rojo. Claro está que no se puede depender como en el comercial, de un potencial espectador transformado en protagonista involuntario para que se desarrolle la acción. De manera excepcional resultó una vez, pero si se pretende repetir el modus operandi para llegar a más público, de ninguna manera se puede depender del espectador. Evidentemente el guion del comercial fue trabajado para ser representado una sola vez pero eso no implica que el soporte de la calle no acepte la repetición de una obra bien planeada. Son quienes han hecho del arte su forma de vida quienes deben tomar la iniciativa. Deben concebir argumentos factibles de ser representados en la calle y por supuesto representarlos. Quienes pisan los escenarios tradicionales de representación son los llamados a apretar el botón rojo para transformarse en los secuestradores de la fantasía de un público ávido de sorpresa. Solo con la imaginación se puede cautivar a la imaginación.

Llenémonos de una vez por todas de botoncitos rojos.

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