Un cerebro compartido

Teatro y cognición 4E. Capítulo final.

Llevo un tiempo estudiando esto de la cognición 4E, también conocida como «cognición encarnada, extendida, embebida y enactiva» En este espacio ya he tenido ocasión de escribir al respecto de esta manera de “conocer” en más de una columna. Siendo, como es, un enfoque teórico del campo de la ciencia cognitiva puede asociarse perfectamente al mundo de la ciencia que acompaña al arte escénico desde el que defendemos que la cognición del intérprete, no se limita solo a los procesos que lleva a cabo su cerebro durante un representación, esto es, memorizar un texto, sino que se extiende a través de su cuerpo, el entorno y las interacciones con la escena. En lugar de considerar la cognición como un proceso interno y mental, la cognición 4E sostiene que el conocimiento y la experiencia están abrochados a nuestra interacción activa con el entorno y con otros intérpretes. De hecho, esta será una de las claves para que el cerebro procese el texto que tiene que memorizar, asociar el texto a “algo”, y si ese algo está relacionado con algún proceso emocional, mejor que mejor.

Este concepto de la cognición 4E aplica de igual manera al proceso de la recepción, de hecho, ofrece un marco más completo para comprender la experiencia de percibir desde la butaca. Para que se dé vida a la obra, es preciso que se use de las habilidades mentales para reconocer personajes e intenciones, y de igual forma, del cuerpo, su sistema nervioso y las emociones que procesa. La cognición encarnada sugiere que las experiencias sensoriales y somáticas son fundamentales para la comprensión y la interpretación del hecho escénico.

Además, la cognición extendida señala que los objetos y herramientas utilizados en el teatro, como los vestuarios, los accesorios, la narración de luces, la escenografía, etc., también forman parte de la cognición teatral. Sobre la escena, estos elementos externos actúan como extensiones de la mente del actor, facilitando la representación y la creación de significado.
En estudios sociológicos, la cognición embebida destaca la importancia del entorno social y cultural en la cognición. Puede extenderse al teatro y concluir que, sobre la escena, esta cognición es la que aplica en el entorno generado con otros intérpretes. Es más, en la homeostasis social que supone una representación teatral, sería la que definiese lo que sucede entre la sociedad – espectadores y la sociedad – intérpretes. El teatro es una forma de arte que se desarrolla en un contexto social específico y que se basa en convenciones compartidas por el público y los actores. Estas convenciones y el intercambio social entre los participantes en el teatro influyen en la forma en que se perciben, interpretan y experimentan las obras.

Por último, la última E, la cognición enactiva que es la que resalta la naturaleza activa y dinámica del proceso cognitivo en el teatro. Los actores y el público no son solo receptores pasivos de la obra, sino que participan activamente en la creación y co-construcción del significado. A través de la interacción y la participación activa, se genera un diálogo entre los actores y el público, y se producen nuevas interpretaciones y comprensiones. Me gusta decir que no existe una obra para trescientas personas, existen 300 obras para 300 espectadores.

Esta manera de entender el teatro va más allá de la concepción tradicional de la cognición como un proceso puramente mental. Permite apreciar cómo el cuerpo, el entorno y las interacciones sociales y culturales son fundamentales para la comprensión y la interpretación del teatro. Es interesante pensar el teatro así para entender su profunda dimensión y los cambios que puede generar en los creadores y receptores.

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