Críticas de espectáculos

Testigo de la vida, la muerte y el dolor

Sin cuerpos, sólo se cantan versos. No se lo digas a nadie. Yo no he nacido todavía, imagen sonora pura. Fondo negro para la versión libre de Carta a Regino Sainz de la Maza. La voz laína de India Martínez significa un rostro: mil Federicos Garcías Lorcas. Será la ligereza y técnica de la artista la que vertebre el discurso vivo y finito de ‘Lorca por Saura‘, dirigida por Carlos Saura. Del foso se alcanza la superficie naranja y violeta, diseñada por Saura e Isi Ponce. Dos paredes de imagen cambiante convergen en un punto por el que se fuga y se entra a escena. Aparecen un piano, recogido en su lateral, y una figura sacada del rojo. Con Antonio Bejarano e India se inicia una infancia encuadrada con focos cenitales que cercan las siluetas, sus lenguajes y sus interacciones artísticas. Dos nuevas formas entran en segundo plano: carismáticas y graciosas, Saturna Barrio y Alberto Amarilla son los padres de una criatura que se cría mirando a los chopos sonreír; son los signos dramáticos que guían la diégesis de una poesía, dirigiendo el encuadre y dentro de él, a la voz en rojo encajada.

Lorca por Saura se versa a sí misma como comicidad de la hipérbole y caricatura poética de una doblez mostrada en el escenario, al mismo tiempo. Teatro y poesía. Teatro y fotografía. Cante e imagen en movimiento de un cante. Las figuras musicales se suben al piano entre los encuentros fotografiados y encarnados esta noche entre Lorca, Luis Buñuel y Salvador Dalí. Una bajada de pantalones y un movimiento pélvico a tempo siempre son palabras aplaudidas en estos textos adaptados a la sociedad del espectáculo. La voz que canta, sin embargo, se desembaraza de ese trazo con un discurso secundario.

La curva sonora camina y se pierde por las calles de un pueblo inmortalizado. Una serie de imágenes de costumbre, de velo blanco y oscurecidas, son proyectadas dos veces, en un instante desdoblado. Son ideas fijas, en el sentido de Valéry, del velar, del luto y de la muerte ajena. Son la estética de un estado de cosas pasado hace demasiado poco. Por su inmanencia se exceden, desde la imagen digital del fondo a la piel rasgada del corazón que las escuche. “Toda mi infancia es pueblo, tierra y flores”—suspira la figura roja, que también es signo de bimembración: Lorca, en sentido dramático, e India, en su esplendor musical. Encendida está la rosa de cien hojas. Dos cuadros de violeta la mecen ya en su bella entonación. El espacio sonoro propuesto por Enrique Rincón suaviza los cortes entre planos y la música difunde. De India a Lorca, la figura roja cede una voz hasta perder el contorno entre ambos rostros. Es una sola, todo su tiempo entre teatro, arte jondo, cine y poesía: es India, sin artificios. Lorca por Saura paga un precio: el discurso dramático se desborda hasta perder el ritmo entre un plano y el siguiente. El delirio es musical y la voz toma la costumbre de acabar los temas con el brazo levantado y saliendo de espaldas por su punto de fuga.

Verde que te quiero verde, en un suelo verde dando color a una profundidad de hojas y verdes tejidos. Sentido verdecido de nuevo homenaje a su poeta. Transida a un plano de dos focos cenitales en los que el diálogo entre poesía y música se encarna por las miradas de Lorca y Falla. “Bajo la luna gitana, | las cosas la están mirando | y ella no puede mirarlas”—versa Lorca en su Romance Sonámbulo. La imagen estática que refuerza la realidad de ese recuerdo lo hace en blanco y negro: imagen extática de una idea fija que fue más que este encuadre. Inflamadas, nos dejamos llevar a su color pálido, como si viésemos el pasado con un ojo-objetivo de una cámara privilegiada. Se canta el texto de Falla, la Canción del Fuego Fatuo, para desdoblar la imagen ardida en dos contextos de sentido, por la yuxtaposición de una secuencia filmada por el director. “¡Escuchad!…¡escuchad!”—se dicen las figuras en off. Ved lo doble en la escena: “Yo he venido para ver la turbia sangre”. Un colapso entra en el discurso. Los focos se callan y las tres figuras abandonan sus contornos. El zoom se adentra en la imagen fílmica de “Flamenco”, exhibiendo un primer plano del cante jondo del mito Manuel Agujetas sobre un fondo naranja.

En este punto del texto, las imágenes proyectadas toman la iniciativa y serán las que inicien el diálogo con los cuerpos que vayan entrando a su juego de espacios de poesía. Escenas revividas en el alba mentida New York, en la promesa de luz anaranjada de Cuba y en el terciopelo de los teatros de Buenos Aires. “Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo”. Con mirada poética, Lorca vio los hilos de una enfermedad inasible entre las calles, los ríos y la patita de ese gato, quebrada por el automóvil. “¿Qué voy a hacer? ¿Ordenar los paisajes?” Con mirada fílmica y espectacular, Lorca por Saura representa letras en escena, amores que fueron fotografías. Rosa Rosae, en la voz de José Antonio Labordeta, ocupa un espacio que no difunde, porque pesa. Queda en el aire el recuerdo final por los muertos de la última guerra civil. Los signos dramáticos se giran para hacer memoria. Irrumpirán en el patio de butacas las secuencias de un triste largometraje encarnado por bocas sin voz. Fuegos fatuos de la podredumbre, ¿no ha habido distancia para ordenar los paisajes?

Andrea Simone

FICHA ARTÍSTICA:

•Título: ‘Lorca por Saura’

•Elenco: India Martínez, Alberto Amarilla, Saturna Barrio y Antonio Bejarano
•Pianista: Antonio Bejarano
•Producción: José Velasco
•Director: Carlos Saura
•Adaptación y Ayudante de Dirección: Natalio Grueso
•Ayudante de Escenografía: Carlos Saura e Isi Ponce
•Diseño de Iluminación: Dan Tiberiu Gruia
•Diseño de Vestuario: Almudena Ruiz Ara
•Diseño Espacio Sonoro: Enrique Rincón
Gran Teatro de Córdoba, 13 de mayo de 2023

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