Y no es coña

Testigo de un época

Me sale un titular pretencioso fruto de un estado de ánimo que está tan recargado como el clima. No me gusta nada lo que está sucediendo en los ayuntamientos, el reparto de responsabilidades, con un evidente empoderamiento de Vox en Cultura, lo que no puede provocarnos otra cosa que recelo y temor. En Valladolid, tierra de Vox, se suspende una charla de Martín Pallín, un juez emérito que no es de la caverna popular. Este acto censor es solamente una muestra de lo que nos viene en términos reales, porque por otro lado, me provoca demasiado cansancio mental comprender que se desmonten equipos, estructuras y responsables en instituciones culturales y especialmente de las artes escénicas, incluso habiendo ganado el mismo partido político las elecciones, costumbre absolutamente denunciable porque si algo necesita de equilibrio es la Cultura, porque debería estar presidida su gestión desde la libertad absoluta y los presupuestos crecientes, no desde la subjetividad, el partidismo y los recortes como se nos anuncia.

Pero estamos en campaña electoral que si no se produce un cambio en las próximas semanas parece que va a entrar un gobierno de la extrema derecha bicéfala española, asunto que nos volverá a situar en la angustia vital, en esperar nombramientos y acciones directas para ver si se desmantela lo poco que existe para canalizar las fuerzas productivas en el terreno de las artes escénicas, porque parece existir un consenso no proclamado en asuntos como museos, orquestas, patrimonio, academias y todo aquello que tenga que ver con la cultura decimonónica, grandilocuente, burguesa, de ostentación.

Quienes tiene la mala costumbre de leer estas homilías conocerán de primera mano mi postura ante las políticas continuistas del Ministerio de Cultura y muy especialmente del INAEM en todo lo que son, principalmente, sus unidades de producción que para poner un ejemplo están dirigidas por varones, mientras en los cuatro teatros públicos de la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid, hay tres mujeres al frente y en uno un académico muy premiado. Una diferencia sustancial. Y si se comparan sus programaciones, las del ámbito del PP son bastante más arriesgadas y adelantadas formalmente, que las clásicas y posmodernas del INAEM. Y sé, de manera clara, que acabo de escribir desde la subjetividad absoluta y cargado de dogmatismo, pero si alguien que no tenga intereses vitales, personales, ideológicos, quiere mirar y comparar le cedo mi espacio para que me contradiga o refrende mi apreciación.

El Ministerio de Cultura de estos últimos años ha sido una metáfora de la inacción, de la supervivencia personal, de la confusión, del no saber qué hacer ni atreverse a hacer lo que creen deben hacer que es un alineamiento total con el pensamiento neoliberal, el convertir esa institución en un panel de abejas, con demasiado parásitos. Han tenido la oportunidad de hacer algo más que el timo del Estatuto del Artista, pero son miedosos y su parálisis los convierte en unos atildados conservadores. Por lo tanto, el miedo al triunfo de PPVOX forma parte de mi patología, de mi postureo vital, de estar en un momento en donde las ganas de declararse insolvente en términos absolutos en todos los sentidos crecen, porque es un volver a empezar, un volver a explicar lo obvio.

Lo más curioso es que no existe pánico ninguno en los centros de producción supuestamente privados, que sobreviven, en buena lógica, gracias a los apoyos institucionales, porque quizás estén tan acostumbrados a una supervivencia de bajo coste, que creen que casi nada va a cambiar lo suficiente como para que peligre su supervivencia. Los grandes del oligopolio porque tienen todos los resortes colapsados, de momento, y los más pequeños porque, en su mayoría, su punto fuerte de financiación está en sus comunidades, aunque en muchas de ellas han cambiado los partidos que gobiernan y no se sabe si mantendrán lo existente o le darán la vuelta lo que sí provocaría un vuelco grave.

Por lo tanto, y sin que sirva de precedente, este comunicador extraviado, se siente testigo de una época, muy cambiante, desde mis años combativos y revolucionarios a finales de los sesenta, pasando por mis tiempos de estar creando instrumentos colectivos y proyectos artísticos, hasta ahora que miro todo desde una distancia entre médica y de pragmatismo evolutivo y considero que cada día es más difícil ser un viejo optimista, aunque sigo pensando de manera vital, intelectual, integral que si algo nos salvará será el Teatro. Pero el Teatro, no el negocio teatral. Y perdonen las molestias, estamos trabajando para ustedes.

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